Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 30 de agosto de 2016

Bailando con el diablo




Me encontraba en la biblioteca de mi castillo. Estaba allí atrincherado intentando indagar más sobre mi nueva aventura. Muchos situaban la Atlántida en diversos puntos del mundo. Algunos se aventuraban a colocarla muy cerca de las costas del sur de España. Me emocionaba emprender esa búsqueda como los viejos arqueólogos de tiempo atrás que salían con un mapa, ilusiones y poco más. Necesitaba saber qué ocurría con esas almas que gritaban esperando ser salvadas.

—¿Qué haces aquí?—pregunté al sentir una presencia peculiar que logró agitar mi corazón.

Hacía años que no olía esa fragancia a magnolias. No lo había dicho, pero así olía ese supuesto demonio. Quedé paralizado por unos segundos en mi cómodo sillón de respaldo alto. Mi cabeza se apoyó con brusquedad aplastando mis rizos a la nuca mientras mis manos se aferraban con fuerza a un atlas antiguo.

—¿Acaso no puedo visitar de improviso a un viejo amigo?—respondió surgiendo entre las sombras con un aspecto más moderno y violento. Vestía ropa de cuero, tenía el cuerpo bañado en tatuajes y sus ojos parecían más profundos que nunca. Él me lo había asegurado. Sí, lo dijo. Podía tener distintos aspectos y eso me perturbó.

—Tú y yo no somos amigos—dije.

—Qué pena... —murmuró antes de llegar al escritorio tras el cual me protegía de su peligrosa presencia—. Yo llegué a pensar que sí—dijo levantando la mano derecha hasta su rostro para mirar sus uñas, como gesto de indiferencia, mientras arqueaba la ceja derecha.

—¿Qué buscas?—pregunté haciendo acopio de mí mismo mientras Amel me alertaba que podía ser peligroso.

—No sé. ¿Qué hay de ti?—dijo apoyándose con ambas manos sobre la mesa.

—¿Por qué vienes a buscarme?

Era la cuestión principal y primordial. Deseaba saber qué le había hecho volver a buscarme. Supuestamente había quedado atrás su deseo de ser escuchado, ¿no es así? ¿O quizá sólo quería que lo escuchara Amel? Porque ambos provenían del mismo lugar.

—No lo sé—contestó encogiéndose ligeramente de hombros—. Realmente no lo sé—reafirmó—. Creo que aún me llamas poderosamente la atención y es inevitable que esté aquí.

—Ya no creo en tus mentiras—confesé sintiendo que al fin podía mover más de un par de músculos.

—Es una pena—sonrió con una amabilidad siniestra mientras se apartaba unos pasos.

—Cielo, Infierno o Tierra son lo mismo—dije.

—Es posible—contestó tras una larga carcajada—. Nadie dijo que estas tres realidades no conformaran una sola—dijo guiñándome un ojo para luego darse media vuelta y empezar a observar las molduras del techo, los cientos de libros que poseía y la chimenea que permanecía apagada pues aún no era época de frío—. De hecho, ¿cómo ibas a salir simplemente subiendo unas escaleras?—preguntó—. No tiene sentido—añadió dándome por completo la espalda casi al borde del punto más oscuro de la habitación.

Esa noche me había quedado sin luz y los generadores no funcionaban. Sólo estaba usando velas y estas se movían insinuantes creando sombras terribles. Esa oscuridad le daba a la conversación intimidad y peligrosidad a la vez.

—Que intentes mentirme de nuevo también carece de sentido—aclaré levantándome de improviso de la silla para recargarme en la mesa.

—Es posible—susurró.

—No estoy solo. Él está a mi lado. Él te conoce—por supuesto que hablaba de Amel. Él me lo decía. Estaba allí agitándose con fuerza diciéndome que era peligroso.

—¿Y vas a creer a un espíritu que decidió exterminar en varias ocasiones a los vampiros jóvenes? Ah... ¿acaso creías que las otras Quemas eran cosa improvisada? Amel te miente, amigo.

Aquello tenía sentido y era obvio que lo había pensado, pero luego caía en la cuenta que si eso había ocurrido era porque él no tenía conciencia del todo. Amel no era ya un peligro. El único peligro era él.

—¡Deja de llamarme amigo!—grité antes de desplomarme.


Al despertar él no estaba y la mañana se acercaba. Amel me despertó justo a tiempo para ver el amanecer y huir a mi escondrijo. Él me había dado golpes demoledores en aquella aventura junto a él en aquel dichoso infierno, en su Sheol, donde logré ver mis pecados reflejados en las almas que allí se acumulaban en un tumulto que deseaban arrancarme la piel a tiras. En esa época, yo creía que el mundo era salvaje pero me equivocaba. Había lugares más salvajes que las ciudades, que la guerra interna que posee cada hombre en este mundo lleno de almas corruptas y malditas. Me hizo creer en él con toda mi alma; pero los tiempos cambian y las creencias caen en el olvido. ¿A qué venía ahora?



Lestat de Lioncourt 

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Gracias por su lectura

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