David evidencia su desconcierto sobre lo que ha conocido de Talamasca, ¿y vosotros?
Lestat de Lioncourt
Cuando dedicas toda una vida a la
búsqueda del conocimiento no puedes evadirte fácilmente de tu
destino, de aquel que han marcado tus pasos día tras día, con sólo
mirar hacia otro lado e intentar un nuevo rumbo. Siempre acabas en el
punto de partida intentando afrontar las preguntas que jamás
tuvieron respuestas. Esas que ni siquiera intentaste aún cuestionar
a otros porque sabes que la solución puede perjudicar a tu alma y al
juicio de otros. Te sientas frente a un escritorio e intentas
escribir tus memorias subrayando los detalles más importantes y
entonces, cuando crees que al menos te has desahogado, un nombre te
llena de amargura los labios y lo pronuncias cientos de veces, lo
rememoras con amargura y crees que vas a morir ahogado en lágrimas.
Ese nombre para mí es Aaron, la historia es mi vida entre los muros
de Talamasca y el misterio que me ha seguido siempre, como a la
mayoría de miembros de la Orden, es su fundación.
Durante algunas décadas logré vivir
en la Orden de Talamasca, donde todos éramos detectives de lo
paranormal, sin sentirme confundido con sus reglas y normas básicas.
Seguía todas estrictamente porque previamente había roto la
legalidad vigente en numerosos países y también algunas
espirituales. Había viajado a Brasil y recorrido cada rincón de
este enorme país conociendo su cultura, las diversas religiones y
los rituales más extraordinarios. El peligro me llamaba
poderosamente la atención y amaba internarme en las selvas
acompañado únicamente con un guía, unas cuantas provisiones y un
rifle por si tenía que defenderme de algún animal salvaje.
Maté algunos animales, es cierto, pero
fue para sobrevivir. Podíamos comer su carne, usar su piel y
salvarnos de ser devorados por ellos. Era la ley del más fuerte. Los
espíritus vinculados con esa tierra no nos atacaban por ello y poco
a poco fui amando la verdad que me ofrecía el candomblé hasta
convertirme en sacerdote. Esta religión basado en culto de los
orixás ya ha traspasado las fronteras de Brasil hacia lugares como
Argentina, pero antes sólo podías encontrarlo allí.
Cuando acepté el pertenecer a esta
organización ya había comprendido ciertos misterios y por eso no me
surgían otros más allá de los archivos que lograba devorar. Allí
el conocimiento es gratuito, igual que las numerosas salas. Cuanto
más conocimiento tenía más inquieto me volvía hasta que llegó el
momento álgido. Comencé a cuestionarme todo. Incluso me cuestioné
quienes eran los máximos dirigentes de la Orden de Talamasca.
Creo que sólo me calmé durante unos
años, los finales de mi vida, pensando que cuando llegase mi muerte,
poco antes del Juicio Final, logrará solucionar este enigma porque
ellos se presentarían en mi lecho y me hablarían para consolarme.
Yo sabía que debía haber algo paranormal o especial en quienes lo
fundaron. No podía ser que simplemente el tejido de esta telaraña
fuese tan simple como cargos elegidos en reuniones demasiado secretas
y místicas.
Al convertirme en vampiro quedé
fascinado con mis nuevos poderes y aquellos que ya tenía. Se
intensificó mi radar para encontrar fantasmas y hechos inhóspitos,
cosa que no solía suceder con todos los vampiros. Recorrí el mundo
realizando algunas biografías de vampiros asombrosos e historias
increíbles que aún no he puesto en conocimiento de la mayoría. Si
bien, la muerte de Aaron, mi mejor amigo, cuando realizaba su labor
de Nueva Orleans provocó que algo en mí se quebrara. Deseaba saber
quienes estaban tras los Ancianos de la Orden de Talamasca.
Él murió creyendo que había sido
despojado de todos los honores por parte de este grupo tan selecto,
pero era mentira. Se habían hecho pasar por ellos para evitar que
siguiera investigando sobre unas criaturas fascinantes llamadas
Taltos y la familia Mayfair, la cual está maldita para aquellos que
investigan profundamente su árbol familiar o los misterios que los
rodean.
Ahora, tras la revelación de Amel, he
sabido la verdad y no sé si sentirme hundido, privilegiado o
confundido. Era Gremt Stryker Knollys un espíritu, el cual provenía
del mismo mundo que Amel y Memnoch, Hesketh un poderoso fantasma
perteneciente a una ingeniosa bruja germánica, aunque fue asesinada
tras ser uno de los nuestros, Tesjamen un vampiro tan antiguo como
Avicus, el cual fue iniciado en la sangre por los sacerdotes del
culto de Akasha aunque no fueron creados por ella. Es un desafío
conocer parte de mis raíces, a quienes veneré sin conocer, a los
que forman parte ahora de mi familia y de mis conversaciones más
profundas.
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