Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 11 de agosto de 2016

Es que hay que estar muy ciego para no ver que Marius aún lo ama, aunque claro luego está el ego de este maldito idiota. Hasta yo soy más coherente cuando me declaro a Louis.
Lestat de Lioncourt


Sovra un sereno cielo...
Si disegna il profil,
dolcissimo,
dell'angiol che mi amò...
Dell'angiol che mi amò!

—Recuerdo que pintabas a diario para calmar a tus demonios.

Su voz destacó por encima del segundo acto de Edgar. “Orgia, chimera dall'occhio vitreo” en la voz de Plácido Domingo envolvía aquella habitación donde me había encerrado, como un felino de circo, a recorrerla con mi paleta de colores y mi pincel, el cabello revuelto y manchado por la pintura, el torso desnudo y el trozo de una cortina envolviendo mis piernas tapando a duras penas mi virilidad. Me había despojado de la incómoda ropa bárbara con la que había llegado a la reunión.

Fuera, en las calles de este hermoso París, podía ser verano y las estrellas se alzarían hermosas como en “La noche estrellada” de Van Gogh, pero dentro podía recordar mis apasionadas noches en Venecia, el ritmo estruendoso de su carnaval y la ópera seduciendo a mi alma. Pero él tuvo que romper la magia, aunque sin pretenderlo, sólo porque la curiosidad le hacía buscarme. Hacía tanto que no hablábamos con o sin calma, pues habíamos estado desconectados el uno del otro por más de mil años.

—Mis demonios aún siguen libres caminando por la tierra, arrastrándome hasta la locura y permitiendo que se reabran las heridas que creí cicatrizadas—respondí.

—Es quizás eso lo que te mantiene en pie—afirmó mientras se acercaba al enorme lienzo que había adquirido Lestat para mí.

Aquel estúpido pupilo mío, ese intrépido haragán, podía ser de lo más detallista y amable. Él sabía que las reuniones podían ser terribles para mí a nivel emocional, por eso tenía preparados ciertos enseres para que yo me desquitara. Sobre todo después de ver las carantoñas de Pandora hacia Arjun o los ojos fríos, casi sin vida, de mi hermoso ángel del infierno, el mismo que me seducía y me torturaba a la vez con su sola presencia. Aún sentía un rechazo inaudito hacia su alma, un alma espesa y maltratada.

—Tal vez...—respondí.

La pieza terminaba y empezaba otra. Benjamín siempre tenía para mí pequeñas sorpresas. Me había obsequiado un reproductor de música con unos altavoces minúsculos bastante potentes. Había introducido en el artefacto las voces y canciones más seductoras que conocía, amaba o admiraba de algún modo. Él sabía mis gustos mejor que yo mismo.

—Hoy he conocido mejor a tu querubín—me dijo.

—No lo llames así.

—No puedo evitarlo—se encogió de hombros y comenzó a observar con detalle el cuadro—. Cuando leí tus memorias sonreí al recordar el cariño que ambos nos profesábamos.

—Un cariño limpio, Avicus—dije con una sonrisa llena de amor. Seguía amando a ese hombre de hombros anchos, manos enormes, ojos de niño y voz profunda.

—Sí, sentí aún tu amor en ese fragmento de tu vida; como también sentí cierta ceguera y rabia hacia Mael motivado quizá por su...

No lo dejé acabar. No iba a permitirlo. Me dolía siquiera pensar que no estuviese vivo. Yo tenía mis teorías y sospechas. Ese cretino seguía vivo y danzando por ahí esperando toparse conmigo para seguir discutiendo.

—Me niego a creer que esté muerto.

—Por ende es una revancha—soltó una carcajada—. Una revancha hacia ti. Te hace creer que tu oponente esté muerto y se convierte ese bulo en un caballo de Troya—negó suave con la cabeza—. Por eso te vengaste de él en tus memorias. Quieres que se agite y salga para rebatir todo lo que dices sobre su físico, creencias, modales...

—Algo así—dije con una leve sonrisa.

—Igual que con Armand—dijo.

—¿Por qué dices eso?—pregunté.

—Es curioso que sólo decidieras vengarte de Santino cuando supiste que lo amaba con esa intensidad, ese arrebatador deseo, pues hasta entonces habíais convivido. Él te salvó la vida y quedasteis en paz.

Era asombroso que me conociese tan bien después de tanto tiempo sin hablar. Sentí que había hurgado en mi alma tirando de cada hebra del tejido con el cual estaba confeccionada.

—No—chisté.

—No voy a forzarte a confesar algo así—me guiñó un ojo y se puso tras mi espalda dándome pequeñas palmaditas.

—Bien que haces—respondí antes de intentar seguir con mi pintura.

Había creado un hermoso prado donde cinco ángeles parecían jugar coquetos con un pobre mortal. Parecían querubines debido a su físico, con esos cabellos cobrizos tan ondulados enmarcando rostros dulces muy aniñados, y estaban completamente desnudos. Tenían las manos tomadas jugando al corro con el muchacho dentro de él riendo a carcajadas. El joven era rubio, algo robusto, y parecía mayor que ellos por su físico.

—Y mira esta obra, mírala—dijo en un susurro cerca de mi oreja derecha.

—¿Qué quieres que mire?—pregunté.

—Hermosos querubines de cabello cobrizo, ojos castaños y almendrados, piel lechosa de aspecto sedoso...

—Avicus...—balbuceé algo preocupado por mí mismo, por mis emociones, por todo lo que no era capaz de aceptar y a la vez demostraba.

—¿Sí?—preguntó.


—Déjame a solas—dije.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt