Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 13 de octubre de 2016

Siempre nos quedará Talamasca

Espera, espera... ¿ha dicho algo más que amigos? ¡Leed! 

Lestat de Lioncourt 

Hacía algún tiempo que David solía discutir a altas horas de la noche en su despacho. En ocasiones pasaba por la puerta y veía la luz encendida surgiendo bajo la puerta, indicativo que él seguía allí dentro, y de vez en cuando, no siempre, era capaz de sentir a un segundo mientras él hablaba condescendientemente o algo acalorado. No le había dado demasiada importancia pues pensaba que si era algo realmente peligroso contaría conmigo, cosa que acabó haciendo desvelándome el misterio. Aunque ya sabía que había contactado con Lestat dudaba que siguiese conversando con él, sobre todo porque ese vampiro podía ponernos a todos en serio e inminente peligro.

—Me marcho—me dijo—. Confío en ti para que me vigiles el fuerte.

—Espera...—le detuve en mitad del pasillo. Habíamos chocado por casualidad, o eso creía, y necesitaba una explicación.

—No iba a decirte nada en persona, pues sabía que te preocuparías y querrías enjaularme en mi despacho, pero sí estaba por dejarte una nota. No obstante, me estaba arrepintiendo de irme sin decirte adiós—comentó soltándose para luego colocar sus manos sobre mis hombros—. Tengo que hacerlo, ¿sabes? Irme.

—Pero, ¿adónde? ¿Qué se supone que es tan importante?—pregunté frunciendo ligeramente el ceño, para luego arrugar la nariz—. ¡Ah! ¡No! ¡Tú vas a seguir a ese vampiro a una de las suyas!

—Algo así...—dijo con aquella encantadora sonrisa.

Odiaba ese rostro bondadoso pese a ser un descarado. Siempre lo fue. Recuerdo haber asistido a más de una pelea en un bar. Sonreía, hablaba de forma cortés y la pelea proseguía hasta que se remangaba las mangas, salía fuera con el susodicho y le ofrecía su mejor golpe. David había sido educado como todo un caballero, pero durante años vivió en lugares salvajes e inhóspitos para gente de su distinguida posición. Su padre viajaba demasiado debido a sus empresas y su hijo acabó acompañándolo. Los Talbot eran hombres con corazón aventurero y eso le llevó a caminar, casi en soledad, por las densas selvas y junglas de este dichoso mundo. Había estado en la India, América del Sur y África. Buscaba civilizaciones antiguas, rituales que ya eran parte de la historia de la humanidad y en ocasiones cazaba animales para sobrevivir. Si bien, ya no era un niño. Ninguno de los dos lo era.

—Explícate—dije algo furioso porque me estuviese guardando algunos detalles.

—Lestat ha hecho una mala transacción con Raglan James, ¿lo recuerdas? Ese filibustero que ensució la orden y que no pudimos atrapar. Se marchó un día y vimos el desastre que nos había dejado—comentó haciéndome recordar a ese sinvergüenza.

—¿Qué transacción hizo con esa joya?—pregunté algo sorprendido porque Lestat hubiese dado con él o viceversa.

—Ha cambiado su cuerpo. Un cuerpo humano por otro, aunque no es el físico original de James—respondió dejándome anonadado. Al final ese granuja lo había conseguido—. Debo ayudarlo. Imagina lo peligroso que es para los vampiros y la humanidad, sobre todo para la humanidad, que ese imbécil tenga esos poderes tan destructivos.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Te puedo acompañar?—estaba nervioso. De inmediato me empezaron a sudar las manos. Era un viaje de improvisto, pero iría con él. Dejaría mis indagaciones sobre los Mayfair, enviaría una carta a Merrick que se hallaba investigando para la orden en París y le pediría a un viejo amigo de la sede de México que estuviese en contacto con nosotros continuamente.

—Quiero que estés aquí y vigiles que todo va bien, Aaron—sus ojos brillaban cuando decían mi nombre y eso me emocionaba. En el pasado fue más que un amigo y en el presente era igual que un hermano.


—Lo haré, pero tú debes regresar—me contuve las lágrimas porque sospechaba que quizá lo perdía.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt