Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 2 de noviembre de 2016

El diablo

Durante años quise ver algo sobrenatural que me asombrara. Con mi madre recorrí el mundo con el impulso innecesario de entrar en supuestas casas abandonadas y presenciar, con nuestros poderosos ojos inmortales, algún ente o demonio. La realidad era francamente desfavorable a poder creer en lo que allí sucedía, salvo por ráfagas de aire y algún olor extraño. Así que desistimos.

Cuando conocí a David Talbot profundamente, más allá de superfluas conversaciones al filo de la madrugada, comprendí que despertaría de nuevo en mí el deseo de ver. No obstante sabía que Maharet y Mekare, las poderosas Gemelas Pelirrojas, dejaron de ver espíritus en el momento que Khayman les concedió el Don Oscuro, el preciado regalo de la vida eterna. Por ende, sabía que no vería jamás un fantasma. Al menos, así lo creía.

Habiendo vivido un cambio de cuerpo, o más bien un hurto por descuido, pude ver a un fantasma. Era el fantasma de mi víctima más reciente. Quería contarme su vida. Era un momento excepcional, pero él era un cretino. No mato monjas de la caridad, aunque su hija prácticamente lo era. Podríamos decir que él me importaba una mierda, pero admitamos que la chica era atractiva y tenía cierto encanto. Ella se llamaba Dora. Y por Dora, únicamente por ella, decidí escuchar los delirios de un alma condenada.

Más tarde, en su lujoso departamento, observé todas esas chucherías que eran sus obras de arte. Había unas magníficas, otras mediocres y una estatua horrible. Creo que quería tenerla en mi jardín sólo para espantar a los chicos por Halloween. Entonces, de la nada, esa cosa horrorosa me habló.

¡Imaginad! Estáis mirando una estatua y esta cobra vida. Me burlé de Louis al decir que aquel ángel de piedra se había movido, lo admito. Cuando leí su libro me carcajeé durante horas. Pero en ese momento no pude reírme, sólo echarme a temblar y desear que mi madre me cogiera en brazos como cuando era un niño.


Entonces, todo empeoró. Él se presentó como “Memnoch, el diablo” pues Lucifer le parecía un nombre lleno de infortunio. Dios se lo había dado, pero ya no era la luz en este mundo. Por lo menos, para los hombres era pecado, dolor y una sombra desagradable que tiraba de sus almas hacia el infierno. No obstante, acepté su oferta tras días de divagar. Quería saber. Necesitaba la verdad.


Lestat de Lioncourt 

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Lestat de Lioncourt