Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 12 de noviembre de 2016

Tóxico

Lasher y Julien eran un dueto sólido, pero sólo porque Lasher se empeñaba en ello.

Lestat de Lioncourt 




Ella estaba atada a la cama, supuestamente agotada, y yo no podía pedirle nada más. Había sido el peor de los hijos. No obstante, mi ambición me cegaba tanto que me impulsaba a seguir un camino cruel para la mujer que me trajo al mundo. Me senté en el despacho que hacía de improvisado salón, frente al televisor, y vi las noticias. Habíamos alquilado aquel edificio de oficinas hacía ya unos meses, pero no recordaba la fecha exacta. De inmediato entré en pánico. No sé qué es lo que me alertó realmente, pero me di cuenta que estaba perdiendo mis preciados recuerdos.

Salí de allí descalzo, y con el pelo enmarañado, siendo aún un mes frío. Me aproximé a la tienda de útiles escolares, artísticos y de oficina. Entré nervioso, sudoroso y sintiendo mi portentoso corazón latiendo con una fuerza descomunal. Agarré varios bolígrafos, cuadernos, folios en blanco y unas carpetas que parecían de buena calidad. Llevé todo al mostrador y lo pagué en efectivo. No sé cuánto me gasté, pues ni siquiera me detuve a pensar si era mucho dinero o poco. Después regresé al apartamento y comencé a escribir.

Podía escuchar su voz. Estaba allí mismo. No sabía cómo era posible, porque él estaba muerto y a tantos kilómetros que no podía ser. Sin embargo si cerraba los ojos lo veía. Era posible ver a Julien de pie, frente a mí, con su hermoso pelo nevado, su mil rayas de sastre y con unos mocasines lustrosos. Tenía unos ojos azules hermosos que me recordaban a los míos, pues ahora él era parte de mi familia o quizá lo era yo. Atormenté a ese hombre durante años y ahora quería que me amara, que me ayudara, que pusiera fin a mi desmemoria. Estaba olvidándolo.

—¿Recuerdas cómo te reíste de mí cuando mi hija quemó mi libro?—preguntó apoyándose en un elegante bastón que llevaba en su mano derecha. No parecía viejo, aunque lo era.

Estaba alucinando, tal vez por la fiebre. Sabía que no era real, pero yo discutiría con él. Necesitaba recordar ese acento ligeramente francés. Aquel hijo de un irlandés y una de mis brujas, el proyecto más maravilloso en el que jamás me vi involucrado, había sido custodiado desde los tres años por mí, mi ambición y afecto.

—¡Lo siento!—grité lamentándome.

—Ese libro te hubiese ayudado ahora—dijo golpeando ligeramente el suelo con el bastón.

—Ayúdame tú—murmuré con los ojos llorosos.

—Mataste a Richard—no fue una pregunta, afirmó. Eso era terrible.

Sabía que hacía poco que había atacado al hombre que amaba, a la única persona que le fue fiel hasta el fin de sus días. Ese pobre hombre se aferró a una vieja tienda, con una trastienda minúscula, donde recordaba cada momento vivido junto a Julien. Yo lo maté. Maté a ese buen hombre.

—¡Estaba hablando demasiado a ese hombre de Talamasca!—me excusé.

—¡Mataste a mi Richard!—dijo con una mueca en su rostro terrible. Parecía un monstruo.

—¿Para qué te servía vivo? Ahora ambos podéis encontraros en ese otro lado.

—Con que esas tenemos, mon fils, espero que te vaya bien sin memoria—sentenció—. Michael acabará contigo y ni siquiera sabrás el motivo—sonrió deleitándose con una imagen que aún no había sucedido—. Morirás a manos de tu padre, como la primera vez.

—¡Michael me querrá!—dije casi sin aliento, pues había entrado en un ataque de ansiedad.

—Es un hombre demasiado bondadoso como para aceptar a un monstruo por hijo.

Nada más escuchar esas palabras caí a plomo sobre las baldosas. Al despertar no recordaba mucho de la vida junto a Julien. Sólo al niño de cabellos negros e impresionantes ojos azules que fue, así como el último romance que tuvo. Podía verlo dichoso con aquel muchacho entre sus brazos, sentado sobre sus inquietas piernas, mientras él tarareaba una canción escuchada en algún burdel. Ambos hacían una bonita pareja, aunque el chico parecía una damita con ese elegante vestido y aquel maquillaje cubriendo su joven rostro.

Vino a mi memoria una de tantas peleas que tuvieron, aunque eran cortas y sólo estaban molestos unas horas. Richard deseaba exclusividad, pues había dejado atrás demasiadas cosas para amar a Julien. Él ni siquiera se inmutó. Amaba demasiado a ese muchacho, era su luz y su fuerza, pero yo le exigía estar con mujeres y tener descendencia. Usurpaba su cuerpo, me movía por las calles y las casas de la ciudad, tomando a mujeres para que fueran parte de mi legado. Él lo tomó entre sus brazos, lo pegó contra su pecho, y dejó que aquella fierecilla le abofeteara hasta que se casó.


Era lo único que recordaba de Julien. Eso y su libro ardiendo. ¿Por qué lo quemaron? Ya ni siquiera sabía porqué lo hicieron.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt