Aquí el motivo por el cual Lasher llamó Emaleth a su hija.
Lestat de Lioncourt
No recuerdo cuantos abortos tuvo,
aunque creo que carece de importancia en nuestro relato. Sólo sé
que ella logró sobrevivir y hacer importantes preguntas aún sin
salir del confortable hueco en el vientre de Rowan. Era mi hija, pero
también mi hermana. Tal vez esto escandalice a más de uno, pero los
animales copulan de ese modo, engendran y nacen nuevas descendencias
sin sentirse atados a una extraña moralidad. Inclusive es algo
común, casi como una vulgar tradición, que ocurre en la familia.
Decidí llamarla Emaleth. Es un nombre
con significado. Una vez tuve una hermana, la única que lloró mi
muerte y sufrió terriblemente porque yo fuese expuesto como un
monstruo. Era una bruja poderosa, pero no tenía ni voz ni voto en
una familia de miserables. Me enviaron al sacrificio creyendo que me
darían amor, besarían mi alma llena de heridas y me llamarían
hijo, nieto, sobrino...
Nunca conocí a mi hija. Aunque soñaba
con ella. Ella fue el propósito por el cual secuestré a mi propia
madre, permití que hiciese algunas pruebas científicas y médicas,
y me odiase para siempre. Su odio iba envuelto en dolor, miseria y
asco. No obstante yo buscaba ese amor puro que una vez tuve. Quería
tener una mujer de mi propia especie y marcharnos lejos. Sólo quería
ser el santo que vio mi hermana, no el monstruo envuelto en llamas.
Solía cantar para ella en profundos y
rápidos silbidos, los cuales parecían ser el viento moviendo las
ramas. Era hermoso, glorioso, maravilloso... ¡Una sinfonía sin fin!
Ambos nos uníamos, aunque ella estuviese todavía en el vientre
materno, y Rowan me miraba desencajada. Mi voz era la voz del Diablo
y así tituló mis memorias mi madre, mi inusual compañera y la
madre de mi hija.
No soy un diablo, sólo soy un pobre
niño perdido...
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