Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 2 de diciembre de 2016

Dybbuk

Benji se convirtió en la persona más importante para Armand junto con Sybelle. Admito que es adorable. 

Lestat de Lioncourt 



¿Alguna vez habéis rezado a Dios? Un dios cualquiera, sin nombre ni grandes títulos, que os ayude a encontrar el sendero apropiado y os tome de la mano para no sentiros solos, angustiados y heridos. Un dios sin rostro, sin género, sin voz, sin tacto y sin forma definida. Un ser que os haga sentiros amados, comprendidos y libres de expresaros tal cual sois. Una divinidad natural e intrínseca en cada gen. Algo tan natural como divino. Omnipresente, pero que no juzga anticipadamente ni condena los actos hechos por comprender este mundo o el siguiente que exista tras la muerte.

Yo lo he hecho. Admito que lo he hecho. Me he puesto de rodillas en diferentes posiciones de rezo, tanto la que admite la cristiana como la musulmana o la budista, mientras temblaba de rabia, miedo, dolor, indignación o desasosiego. Era un niño y mi fe estaba desgastada. Empezaba a pensar que ese dios, o ese conjunto de energías divinas, eran una leyenda urbana o el propio Santa Claus.

Tenía trece años, los pies helados, las manos llenas de heridas por defenderme de los golpes que mi “amo” me propinaba, y el estómago vacío como las conciencias de muchos empresarios sin escrúpulos. Una edad intempestiva, que está llena de magia y rebeldía, la cual no me acarreó la libertad y la ruptura de normas hacia mis padres. Mi madre murió siendo yo un niño y mi padre decidió venderme pensando que era mejor que verme morir en el desierto. Los hombres sobreviven a una vida nómada, pero para eso hay que cruzar una edad y yo era aún un mocoso lloroso aferrado a las riendas de su camello. Por eso fui vendido y tras varios años de injustos golpes, insultos y vejaciones sólo me quedaba rezar.

Una noche Fox llegó ebrio y eufórico por algunas drogas sintéticas que había logrado probar en uno de laboratorios de sus distribuidores. Se paseó por el apartamento envalentonado porque tanto Sybelle como yo teníamos miedo. Fox era el hombre que me adquirió y ella su dulce hermana, la cual pasaba las noches tocando el piano intentando alejar los demonios, fantasmas y pesadillas que se adherían a su dulce rostro en forma de lágrimas. Una noche como cualquier otra llena de gritos, portazos, golpes y amenazas. Pero algo cambió. El silencio se hizo y escuché como algo caía al piso del salón. Sybelle había dejado de tocar y creí que había ocurrido lo peor.

Corrí descalzo, con el rostro desencajado y el alma llena de miedos. Lo que vi me impactó. Había un muchacho, o lo que parecía un muchacho, de pie con el rostro y las manos quemadas. Llevaba unas prendas que parecían haberse quemado al apagar cientos de colillas de cigarrillos. Estaba allí con su hermoso cabello cobrizo revuelto sobre su frente y unos ojos castaños enormes, almendrados y desafiantes. Súbitamente pensé en mis rezos. Había pedido mil veces a todos los dioses conocidos, y a ese sin nombre, que se lo llevara al infierno... de existir uno.

Él era Armand. Un vampiro. Un ser sobrenatural al que llamé cariñosamente Dybbuk y por el cual me convertí. Quería vivir por siempre a su lado, protegido por su heroica figura y sintiendo ese amor dulce, como el amor de una madre, entre sus brazos y bajo sus acaricias contra mi cabello.


Mi nombre es Benjamín, pero todos me llaman Benji.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt