Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 1 de diciembre de 2016

Ni olvido ni perdón.

Cagada nivel Marius...

Lestat de Lioncourt 


—No debiste—dije furioso apretando los puños.

Benjamín dormía ya. Las fuerzas se habían dilapidado entre largas horas a la luz de un candil leyendo las viejas historias que yo acumulaba. Aquellos libros viejos, de hojas amarillas y letras manuscritas, habían sido su mejor regalo para su nueva andanza en este mundo. Ya no era mi niño, no era mi ángel de rostro redondo y negros cabellos rizados. Era un vampiro. Un inmortal que caminaría por este mundo hasta el fin de los tiempos.

—Ya te he dicho que lo hice por amor. El mismo amor que tú me enseñaste—respondió taimado. Parecía envuelto en un aura celestial, por no decir divina.

Lestat estaba catatónico aún. La rabia me carcomía desde hacía semanas. Las palabras de Santino retumbaban en mi memoria como una explicación cruel a su modo de salvarme. Me aferré a mis brazos, entregándome a un abrazo sincero y personal, mientras él permanecía de pie frente a mí con aquel arrogante porte. Parecía uno de esos empresarios de mundo, uno de esos hombres que caminan por las ciudades mirando a todos por encima del hombro. Yo incluso me encontraba descalzo, con unos pantalones deslavados y llenos de barro, observándolo igual que una fiera a punto de salvar a la yugular.

—No te hagas el digno—comenté tras una ligera risotada. No creía nada.

—Amadeo...—dijo dando un paso hacia mí.

—¡Armand!—exclamé.

—Siempre serás mi Amadeo.

Sé que quería apelar a lo que fuimos y ya no éramos. Deseaba ablandar mi corazón, enterneciendo mi alma y sofocando así mi furia. No. No iba a lograrlo. Recordaba la noche densa y oscura en el paseo marítimo después que Akasha feneciera. No iba a permitirle salirse airoso.

—¿Tu Amadeo?—alcé ambas cejas y luego fruncí el ceño—. Ese muchacho murió tras ser torturado peor que a un animal que acude al matadero—prácticamente siseé—. El mismo que tú no te dignaste a salvar.

—He cambiado—llegó a decir de nuevo.

No podía creer. De nuevo apelaba al sentimentalismo barato. Quería que creyera que alguien como él, que no había cambiado en más de cinco siglos, lo haría en tan sólo unas décadas. No era aquel niño estúpido rescatado de un burdel. Ya no.

—Los que son como tú no cambian—le escupí con rabia—. No te mientas.

—Benji y Sybelle eran demasiado frágiles para este mundo.

Benji había soportado ser adquirido como si fuera un objeto de bazar en un país exótico. Era un esclavo para el comercio de drogas y el robo de carteras en el metro y las calles de New York. Ante todos era un niño perdido, pero la verdad es que ya caminaba hacia un adulto astuto imposible de detener. Sybelle se hizo fuerte y libre cuando maté a Fox, su hermano y carcelero, logrando que así ambos supieran que era respirar un aire que no estuviera viciado de odio, violencia y horror. ¿Cuál fragilidad? Sólo quería poner una línea divisoria entre ambos.

—¿Te has planteado que podría ocurrir lo mismo que con Daniel?—pregunté intentando no perder las formas. Mis largas uñas se enterraban con fuerza en mis brazos. Me sentía rabioso.

—Daniel es una excepción. Además estoy cuidándolo por ti.

¿Una excepción? Perdió el poco juicio. Aquel hermoso periodista cayó en la locura súbitamente tras convertirlo. No sé qué vio en mi sangre o si mi sangre era tan tóxica y perversa que lo magulló. Ansiaba ser un vampiro y tras serlo quedó encerrado en una marejada de miedo, odio, violencia y jucios insanos.

—Es curioso que cuides a mi creación, pero no tuviste agallas de hacerlo conmigo—chisté.

No eran celos. O quizá sí lo eran. No lo sé. Simplemente recuerdo que quería que él sufriera por todo lo que había hecho. Deseaba que llorara frente a mí como frente a la caída de su magnífico Imperio Romano. Necesitaba verlo como un cristiano a punto de ser devorado por los leones del circo.

—Ya no se puede cambiar el pasado—murmuré destensando mis músculos y tomando asiento junto al cuerpo de Benji. Él seguía dormido, hundido en un sueño profundo, que le hacía verse aún más hermoso. Era mi pequeño y él lo había mancillado.

—No, ya no—dijo rindiéndose al fin ante mis palabras con un ademán extraño. Su rostro parecía cubierto de un dolor intenso. Me sentí Marco Junio Bruto clavando el puñal que acabó con Julio Cesar. Como si hubiese comprendido que no había motivos para el engaño. Nadie allí le iba a creer—. Ni siquiera aunque pidas tantas disculpas como granos de arena hay en la playa más cercana.

—Querubín...


—No, diablo—dije apoyando mi mano sobre los sedosos cabellos de Benjamín.   

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt