Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 9 de enero de 2017

Discípulo

Nash es adorable...

Lestat de Lioncourt 


Recuerdo que cuando me hablaron de él supuse que sería un muchacho honesto, pero muy infeliz y atormentado. Mi buena amiga tía Queen apenas me confesó que me necesitaba, para mejorar la calidad de vida y la cultura del joven, me postulé. Pensé que mi compañía le daría cierto correctivo a su sufrimiento, pues sería un apoyo moral más que un profesor. Me convertiría en algo similar a un padre, o al menos una figura paterna a la que emular.

Viajé de Gran Bretaña al sur de Estados Unidos para hacerme cargo. La primera noche que pasé en aquella cama de hotel, a la espera de conocer al joven, sentí una emoción que hacía años que ya no me daba la enseñanza. Medité cada palabra a la hora de presentarnos y también llamé en dos ocasiones a mi buena amiga. En ambas conversaciones fui muy superfluo. Sólo quería saber si a Tarquin le agradaba más el trato formal que el informal, si cenaríamos o sólo tomaríamos un tentempié, y si nos veríamos nosotros dos antes de comunicarle al joven que tendría un nuevo tutor.

Desde el pequeño escritorio, muy minimalista y cercano a la única ventana de la habitación, miré la cama, estrecha y con aquellas ropas blancas tan pulcras, donde yacía mi maleta de cuero tan vieja como pesada. No estaba desgastada ni rota, pero sí la había adquirido con la edad de mi nuevo alumno. Me incorporé y la abrí para observar la poca ropa que había traído, desde camisas a suéteres o americanas, apartándola de inmediato y sacando “Historia de dos Ciudades”.

Para quien se toma el trabajo de reflexionar sobre este punto, es muy sorprendente que los hombres estén hechos de tal modo que constituyen un misterio insondable los unos para los otros—recité aquella frase como si la estuviese leyendo entre los numerosos párrafos. Cerré los ojos, aspiré el aroma a libro antiguo y lo solté.

Ese jovenzuelo, de tan sólo dieciocho años, era un misterio para mí. Un misterio insondable. Me habían dicho que había logrado una proeza hacía tan sólo unos meses, encontrando una construcción en mitad del pantano. Decían que era leyenda, pero él logró dar con su situación. También me comentaron sobre un féretro de oro y las inscripciones que había en él. Fue interesante que mi buena amiga tía Queen hablase conmigo de un tema tan delicado. Cualquiera que no hubiese visto el lugar pensaría que estaba loca, pero yo sabía que era una mujer muy seria en ciertos ámbitos.

Si me aproximé a él fue porque soy un gran profesor, al menos me considero un gran profesor, que intenta dar al mundo lo mejor que tiene que es su paciencia. El muchacho estaba seguro que le perseguía un fantasma y ella me comentó que a veces lo veía, por eso lo creía. No era capaz de decirle a su sobrino nieto nada al respecto, por miedo quizá.

El lugar donde nos conocimos no fue el propicio. Creo que nadie quiere conocer a otro en un hospital, aunque sea en su restaurante y este parezca algo más que un lugar antiséptico sin gusto alguno. El Hospital Mayfair, cuya propietaria conocería años más tarde, era una auténtica belleza. Poseía obras de arte en los pasillos, el comedor parecía un sitio lujoso y había personas que no estaban internas, ni tenían familiares allí, pero iban a cenar y almorzar a un sitio donde la comida tradicional se mezclaba con el lujo y el murmullo de las camillas por el pasillo.

Al verlo sentí que me daba un vuelco el corazón. Me recordó a un viejo amante. Sus ojos azules se enterraron en mi viejo corazón y mis manos temblaron ligeramente sudorosas. Estuve a punto de decirle que me marchaba. No podía estar ante un joven tan apuesto y con unos modales refinados, de una sonrisa lacónica y bondadosa, intentando asimilar que iba a tener al fin alguien con quien conversar. De inmediato me dijo que Goblin tendría que aceptarme porque no estaba dispuesto a perder más tiempo.


Os aseguro que no fue fácil ver como se enamoraba de aquella joven, ni darle consuelo por ello y tampoco viajar por el mundo sin poder besarlo. Me enamoré como un chiquillo, pero me comporté como un hombre correcto. Jamás le dije la verdad, pues no era necesario. Él sabía que lo amaba, pero no hasta que punto. Tenía un don mágico que era sonreír con su mirada mientras aceptaba los agravios de la vida. Me dio grandes lecciones aunque yo era quien debía ofrecerle el conocimiento de cultura y buenos valores. 

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt