Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 22 de marzo de 2017

Lujos y cárceles

Arjun es un buen hombre y todo un soñador.

Lestat de Lioncourt

Ya no me importa nada.
Sólo quiero soñar.
Soñar con algo que no existe.
Ya no me importa nada.
No quiero nada.
La nada será mi acompañante,
las nupcias serán esta noche.
Quiero transportarme lejos.
La nada, la nada.


Muchas veces he repetido esas palabras en el fondo de un pozo oscuro y casi sin aliento. Era como hundirse en la brea o en pavimento ardiente. Mis ojos estaban vendados por el dolor y mi alma parecía atada a un pesado lastre que se hundía por un mar podrido, que olía a muerte y locura. Mis manos, temblorosas, intentaban hallar vestigios del hombre que fui, del príncipe y primogénito que fui... del amante y del orador... No hallé nada. Sólo susurros. El murmullo de una fuente era lo que creía poder apreciar, como si fuese agua limpia discurriendo cerca de mi cuerpo y siendo transportado a otro lugar, uno más plácido y hermoso.

Lloraba. Más bien me lamentaba. Ella se había marchado dejándome atrás en aquel país frío, violento y lejano. Moscú no fue un buen sitio para una despedida cálida. De hecho, fue más fría que la propia nieve. Me quedé allí con mis joyas, los vestidos de seda y los perfumes caros. Los baúles se llenaron de recuerdos pesados y hermosas reliquias que nadie querría. Mi diosa me desamparaba. Los poemas de amor, escritos con todo mi corazón, habían sido despreciados. Yo le daba miedo, la aterraba, porque el propio amor la anulaba. Que alguien la amara hasta el último gramo de su ser la aturdía.

Ella era mi amante, mi amiga, mi madre y mi compañera. Yo era esclavo de un amor sincero y ella nunca fue sincera del todo. Jamás dejó de amar a un cobarde, hipócrita y artista del engaño. No sé como la convenció que cambiaría, pero los déspotas no cambian. Nunca cambian. Y yo me quedé allí aceptando sus deseos porque esperaba que fuese feliz. Sin embargo, algo me decía que jamás lo sería, que él no se presentaría, que el rencor y el odio aumentaría y mi dolor, el dolor de tantos amantes con tantos otros nombres, surgiría.

Regresé a la India. Me presenté como el descendiente perdido de ese príncipe que adoraban. Me llenaron de flores, perfumes e hicieron fiesta. Aplaudieron mi regreso como si fuese la reencarnación de mi propio antepasado y me dieron sus riquezas llamándome con el mismo nombre. Nada más. Era un dios y un dios que había sido benévolo con sus sirvientes, a los cuales les dio lujos y terrenos a cambio de custodiar su lugar de descanso.


Nadie tocó mi puerta, ni me alertó. Sólo me dejaron dormir mi pena y la pena me consumió como una vela. Pero ella volvió. Tras siglos lo hizo diciéndome que Akasha atacaba, que estaba dispuesta a todo, y yo la miré como quien mira a una aparición. Me negué. No iba a colaborar. Sólo me quería usar como me usó cuando era un tonto enamorado. Algo en mí me exigió que me desintoxicara de esa falsa creencia que ella me amaba. Pero años más tarde fui yo el desafortunado. Desperté de nuevo, quemé a jóvenes en Calcuta y en otras partes de la India. Entonces ella me permitió llorar aferrado a sus faldas y el sueño, ese pesado sueño, al fin se hizo trizas.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt