Jesse y Mael... las familias no siempre se construyen por la sangre.
Lestat de Lioncourt
—Te doy una moneda por tus
pensamientos—comenté antes de sentarme a su lado.
Hacía más de diez años que nos
conocíamos. Para mí era alguien muy especial. Todos tenemos
momentos buenos y malos, pero pocas veces compartimos ambos a la vez
con quienes amamos. Ella era muy reservada y lo noté desde el
principio. No obstante, siempre me preocupé por su bienestar. Era
como el padre que no pudo disfrutar al quedar huérfana cuando era
una adolescente.
—Sería muy fácil para ti revolver
en ellos—respondió tras una fresca risotada.
—¿Qué haces aquí?—pregunté
sentándome a su lado en el alfeizar de la ventana.
Había regresado a su viejo apartamento
en Londres. Hacía años que ya no vivía allí. Incluso lo había
abandonado por formar parte de Talamasca. Sin embargo, se coló en el
edificio y se sentó en aquella vieja ventana para contemplar la
ciudad desde otro punto de vista. Un punto de vista más mágico y
sensible.
—Deseaba venir aquí antes de volver
con Maharet. Quería despedirme de mis orígenes en la ciudad, pues
teniendo en cuenta todo lo que hemos vivido no debería volver más
por aquí. Si lo he hecho ha sido por nostalgia, pero ya no hay lugar
para mí en Gran Bretaña—se encogió de hombros y terminó
cruzándose de brazos.
Llevaba un jersey rojo como sus
cabellos, como los cabellos de su antepasada Maharet. De hecho,
estaba tejido con el pelo de la mujer que tanto admirábamos,
queríamos y cuidábamos a nuestro modo. Los ojos verdes de Jesse se
movían inquietos por los tejados y buscaba viejas referencias que
una vez tuvo como familiares, pero ahora parecían ajenas.
—Es bonito—dije aquello con
referencia a sus pensamientos, a su adiós. Un adiós enorme en un
silencio que lo hacía empequeñecerse.
—¿Y tú? No me digas que pasabas por
aquí—contestó echándose a reír.
—Vine a buscarte—respondí girando
mi rostro hacia el suyo. Nos miramos cómplices y sonreímos.
Realmente extraño eso de ella. Extraño
esa sonrisa. Si volviese a dar señales de vida sería para volver a
verla y regresar a esos momentos cómplices. Pobre Jesse, seguro que
ahora está intentando ser más fuerte que nunca. Ojalá lo logre
pronto y no tenga que vivir durante años con el dolor de la herida
abierta.
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