Gregory dando lecciones, señores.
Lestat de Lioncourt
Todos hemos cometido errores. Hay
quienes esos errores los han hecho en soledad, o públicamente, y
contra ellos mismos, pero hay otros que los han cometido contra
decenas y a veces en plena oscuridad, en el silencio de la noche,
cuando todo el mundo cree que está salvo en su cama. Nadie está a
salvo de sentir las consecuencias de los errores de acciones que
jamás han conocido ni conocerán. El mundo es tan global que el
aleteo de una idea puede convertirse en un huracán, terremoto o
maremoto al otro lado del mundo.
He vivido cientos de guerras, pero
otras sólo las he visto por la televisión. He sido espectador, como
muchos otros. Veía esas imágenes como quienes ven una serie de
televisión o una película. Observaba las armas disparando a
bocajarro a civiles y otros soldados que únicamente tomaban las
suyas porque el patriotismo, el deseo de ayudar a su pueblo o
simplemente un buen sueldo que les permita vivir, aunque más bien
sobrevivir, se lo exigieron. Algunos incluso estaban obligados y
había quienes no levantaban más de un palmo del suelo, pues eran
niños soldados adiestrados para combatir hasta la muerte. Nos
enseñan que el patriotismo es morir por tu pueblo, pero en realidad
se muere por las decisiones políticas tomadas en un despacho y que
sólo favorecerán a la élite. Las he visto demasiado cerca, he
sentido las bombas cayendo cuando antes sólo era el sonido de
espadas. Todo ha ido cambiando. Incluso ahora hay una guerra
silenciosa que te mata mientras duermes, pues son gases tóxicos que
te arrebatan todo.
La guerra es el mayor error. Los
conflictos verbales o físicos son errores. La violencia no es
solución aunque sea sólo para combatir otro tipo de violencia.
Educamos mal, enseñamos valores indebidos y hacemos discursos que
realmente no tienen sentido en un mundo donde todo parece fácil y al
alcance de cualquiera. Obligamos a los jóvenes a leer libros que no
entienden y terminan odiando la cultura, la lectura y por ende el
pensamiento crítico. Decimos quienes deben adorar, la ropa que deben
usar y cuánto dinero tienen que exigir en un empleo. Y digo que
somos todos los culpables, pues tanto lo es quien lo hace que quien
acepta las normas del juego.
Soy un viejo guerrero que ve más honor
en aquellos hombres que luchaban con sus manos desnudas que con estos
que aprietan botones y lanzan misiles, aunque tanto unos como otros
están equivocados. Son errores garrafales que asolan el mundo y lo
perjudican. Como he dicho antes, sólo ganan los más privilegiados
que son los vendedores de armamentos, los políticos y las
petroleras. Os venden terrorismo para generar miedo y caos, pero las
peores fobias son las que más pasan por alto. La homofobia, la
transfobia, la xenofobia, la misoginia o el miedo a quien reza
distinto está generando más muertes y desprecio que un tiroteo.
Hemos acabado con una guerra abierta
entre nuestra raza, los vampiros, y ha sido a base de conversaciones
en plena madrugada. Me pregunto porqué es tan difícil para los
humanos comprender que las diferencias se liman hablando y no con
bombardeos, golpes o disparos. El día que entendamos que no existe un "nosotros" y un "ellos", sino que todos somos lo mismo y necesitamos cooperar tal vez sea demasiado tarde.
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