Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 29 de agosto de 2017

Egoísta

Sí, Julien, era un egoísta... Pero yo le entiendo.

Lestat de Lioncourt 

—¿Qué se supone que debo hacer? ¡Dime!

Había sacado toda la ropa de su armario y la arrojaba contra la cama, algunas prendas caían al suelo a sus pies y otras cerca de mis mocasines. Yo me mantenía aparentemente impasible con la pipa colgada de mis labios y los ojos fijos en ella. Estaba furiosa y lo entendía, pero no la detendría ni calmaría. Merecía ese trato y lo aceptaba.

—¿Desde cuándo?

Sus ojos estaban llenos de lágrimas cargadas de decepciones. Estaba cargada de furia y la lanzaba contra los muebles, la ropa, los caros perfumes que le había regalado para compensar mis deslices y las flores que estaban en el jarrón que coronaba la cómoda que presidía la habitación... Todo estaba por el suelo como su alma, como sus ilusiones, como su verdad y como nuestro matrimonio. Regado, roto, ultrajado y lleno de manchas.

—¡Julien!—gritó—. ¿Acaso no vas a decir nada?

Me encogí de hombros y di una calada a la pipa, para luego dejar que el humo se extendiera por la habitación lejos de mi nariz. Agaché la mirada unos segundos e intenté reunir fuerzas, pero rápidamente un sonoro bofetón cruzó mi cara. Me había pegado con la diestra marcando mi mejilla contraria, para luego caer de rodillas y llorar aún más.

—No merece la pena llorar por mí—susurré para luego agacharme e intentar incorporarla—. No merece la pena, mujer.

—Creí que me amabas... ¡Lo creí!

—Lo sé, lo sé... —dije levantándonos a ambos para quedar de pie, aunque ella parecía temblar demasiado—. Te he decepcionado, pero también me he decepcionado yo. Te amé de forma egoísta. Nunca te amé como esposa, pero sí como madre. Fuiste y eres una madre ejemplar para nuestros hijos, pero yo nunca te amé del modo romántico y entregado que tú me querías.

—¡Por qué estás con esa fulana!—exclamó.

—Porque es un hombre.

Mis palabras grietaron más si cabían su corazón y de inmediato salió de la habitación sin mirar atrás. Se subió al coche y pidió al chófer que la llevase lo más lejos posible. Antes apenas había vehículos a motor, pero nosotros teníamos uno. Amaba ese coche y ella se fue montada en él. Después de varios días pidió que se llevasen sus cosas y rogó a nuestros hijos, ya adolescentes, que se fueran con ella. Ninguno quiso. Todos decidieron quedarse conmigo.


¿Y qué iba a hacer? ¿Ir tras ella? Después de ese jovencito vinieron otros y hasta que no llegó Richard, hasta que él no me embriagó del todo, no me detuve. Ahí fue cuando yo perdí parte de mi alma. Me enamoré de él y no hubo marcha atrás.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt