Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 24 de agosto de 2017

Todo tú

Admitamos que Julien tenía labia. 

Lestat de Lioncourt 

Inesperadamente al abrir la puerta de su apartamento, pequeño y para nada diáfano, encontró aquellas flores sobre el escritorio que usaba para comer y estudiar algunos libros que lograba adquirir con gran esfuerzo. Las flores eran frescas y reconocí la banda lavanda de su floristería favorita. Junto a las flores había una nota doblada que dudó durante unos segundos en tomarla y leerla. Al final, lo hizo.

Reunió fuerzas, respiró profundamente y se encaminó al escritorio para tomarla. Eso sí, primero acarició algunos pétalos de las diversas flores que allí estaban reunidas, en un ramo heterogéneo y abundante. Después agarró la nota y se sentó a leerla. Sus manos temblaban, las letras se emborronaban mientras leía y acabó llorando. Algunas lágrimas salpicaron el papel, pero este se reproducía una y otra vez con la voz del hombre que le había robado el corazón, por no decir el alma y todos sus pensamientos cuerdos.

«Desnudé tu alma más allá de la primera capa, inoculé tu recuerdo en cada pensamiento y dejé que el virus nos contaminara a los dos. La droga del amor se convirtió en lo único que teníamos para combatir los malos momentos, la tortura de una sociedad ciega y convulsa en años difíciles, oscuros e imposibles para que germinara cualquier sentimiento que no fuese odio, decepción, soledad y desarraigo. La sociedad que yo conocía no era la misma en la cual naciste, la diferencia era abismal entre ambos y aún así me tomaste de la mano, me sonreíste y decidiste manchar de carmín mi boca; la misma boca con la cual te he recitado canciones como si fueran poemas, te he dicho reproches para que te embravecieras y he confesado el tormento que sentía cuando te hallaba lejos de mis brazos, del borde de mi cama o no escuchaba tus tacones marcando un compás casi sagrado.

Aquí me tienes con los brazos abiertos, el alma en un puño y las lágrimas convertidas en flores. Me tienes de rodillas, rogándote que me creas, porque tal vez no soy el mejor de los hombres, ni el perfecto amante y ni mucho menos el honesto hombre de negocios que todos ven. Tras mi fachada de hombre con carisma, de soberbio y filibustero hay un pobre diablo que sólo piensa en tu sonrisa, en el encanto de tus pensamientos y en la pasión de tu mirada.


Me tienes en tus manos suaves y perfumadas. Lo sabes. Me tienes ahí, al alcance de tus dedos y a un sólo “te quiero”. »

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt