Marius demostrando lo que fue y es...
Lestat de Lioncourt
Ahora que puedo tomar distancia y
reflexionar sobre mi vida junto a ellos, cuidándolos y protegiendo
su secreto, comprendo que hubieron momentos de torpeza por mi parte,
pero también de incumplimiento por parte de otros bebedores de
sangre que conocieron esta verdad, la verdad de un nexo común y que
ellos eran la fuente de nuestro poder, pero no movieron ni un dedo
por socorrerme y ayudarme a cuidar, vigilar y ofrecer seguridad a
ambos Padres.
Si viajé a Egipto fue por petición de
mi hacedor, al cual creí destruido por parte de los druidas. Él me
encomendó que tomase las riendas de este asunto para desenmarañar
la intrincada red que nos vinculaba a unos y a otros. Eran como hilos
finos que nos conectaban, al menos así lo sentía y así ha sido
hasta hace escasos años.
La historia que se narra actualmente
sobre dos hermanas pelirrojas que se enfrentaron a los Padres y
fueron apresadas, juzgadas y condenadas sin ser escuchadas.
Ultrajadas, violadas, desacreditadas y expulsadas a recorrer el
desierto encontraron un refugio y allí fueron encontradas nuevamente
para ser despojadas de sus ojos y su lengua, aunque hubo un hombre
que se compadeció de ellas. Aclaro que en este proceso Maharet y
Mekare fueron juzgadas por canibalismo, ya que estaban consumiendo el
cuerpo de su madre. Era una práctica natural y extendida por todo el
territorio, pero Akasha, que venía de otras tierras cercanas a
Mesopotamia, lo veía como un escándalo e implantó la momificación.
Ese fue su primer acto de rebeldía, el segundo fue cuando los
espíritus que hablaban con estas mujeres lanzaron a la reina su
desprecio y por ende esta hizo caer sobre ellas el peso de su poder.
Desde entonces los sucesos se precipitaron. La crueldad de Akasha se
fue moldeando a lo largo del relato y demostrando que la que yo creía
una madre bondadosa era una tirana despreciable.
Yo no sabía la verdad. Desconocía
cómo sucedió todo. Sin embargo, asumí que debía protegerlos.
Comprendí que mi vida, como la vida de centenares de vampiros,
dependía de su protección. Por eso los llevé conmigo y los amé
profundamente a pesar de su silencio. Cuando me hice con su cuidado
ellos ya no se movían y eran similares a estatuas. A mí no me
importaba, aunque pueda parecer escalofriante. Era como los pacientes
inducidos en un coma a salvedad que ellos no envejecían y no
necesitaban más cuidado que mi limpieza, cepillado de sus cabellos y
colocar prendas nuevas cuando las anteriores se deterioraban. Supongo
que mi labor era similar a la que realizan muchos beatos en las
iglesias cristianas.
Construí a lo largo de los años
muchos refugios para que ellos estuviesen protegidos y cómodos.
Asumí que tal vez podían escucharme y por lo tanto les contaba como
cambiaba el mundo y los grandes acontecimientos. Solía bajar a
conversar durante horas, pintaba mis lienzos junto a ellos e incluso
cambiaba la decoración de las paredes.
Amaba sobre todo a Madre, la hermosa y
siempre joven Akasha, cuyos ojos parecían brillar y su voz me
hablaba en sueños. Al menos así lo creía. Pues cuando tuve ciertos
percances logré escuchar su voz, logré tener sueños muy vívidos e
incluso me impulsó a buscar a Pandora, mi primera creación y a
quien siempre amaré a mi modo.
De hecho, Pandora tuvo sueños de
sangre relacionados con Madre y Padre. Ella decía que podía ver en
estos el deseo y las necesidades de Akasha. Se postraba a sus pies y
le hablaba. No todos podían hacer eso. Había leyendas, así como yo
había llegado a comprobar, que quienes no eran dignos de ella, de
estar en su presencia, quedaban reducidos a cenizas. Así que esos
sucesos me hacían seguir creyendo que nos escuchaba, que podía ver
y sentir aún. Jamás comprendía cómo podían ambos estar sumidos
en un silencio tan profundo, como si durmieran con la expresión de
alerta.
No fue hasta que rescaté a Lestat del
Cairo y lo llevé hasta el refugio que yo poseía. No fue hasta esos
días. No, no fue hasta entonces, que no presencié los movimientos
de Akasha y Enkil. Ambos Padres, llamados Los Que Deben Ser
Guardados, reaccionaron ante la presencia del impertinente jovenzuelo
que yo había decidido rescatar de su pena.
Lestat había sufrido terriblemente al
entrarse que quien fue su amante durante su vida humana, el segundo
vampiro que convirtió, había atentado contra su vida y ardido en
una pira frente a otra de mis creaciones, mi dulce Amadeo que ahora
se hacía llamar Armand y que poseía una expresión más cruel que
la que yo jamás podía haber imaginado. Además, su propia madre
había desparecido de su lado después de hacer varios amagos para
marcharse. Lestat había convertido a su madre en vampiro y esta
deseaba libertad, poder comprenderse y reconocerse a sí misma. Hizo
aquello en un momento crítico y Lestat cayó en una terrible
depresión. Él había salido de París buscándome y yo me sentí
más que tentado a buscarlo.
Todavía no perdono a todos los
vampiros que fui conociendo y que se negaron a cooperar para
cuidarlos. Tampoco perdonaré a Eudoxia o Santino, aunque ya estén
muertos, por haber intentado ambos hacerse con ellos. Nunca lo podré
perdonar.
Lestat hizo que ella despertara en una
segunda ocasión, pero ya en este mundo lleno de tecnología. Ella
pudo escuchar sus canciones llenas de poesía oscura e irreverente.
Logró lo que nadie había logrado hasta este momento. La animó, la
hizo entregarse a unos criterios errados y comenzó a destruir a “sus
hijos”. Miles de vampiros fueron asesinados bajo sus noches de
horror, muchos de ellos habían acudido al concierto de Lestat que
daba para propagar sus canciones, su verdad, la verdad que yo le
había enseñado y él había vivido. Sobrevivimos casi medio millón,
pero poco después hubieron otros desastres. Las noches ya no son
tranquilas. No lo son desde que Akasha despertó, destruyó todo a su
paso y las Gemelas decidieron destruirla a ella.
Y digo que no lo son porque muchos
seguimos soñando con su rostro, con esos ojos endemoniados, con esas
palabras crueles e intransigentes. Hay quienes cayeron en la
depresión, la locura y se aferraron al cataclismo. He intentado
ayudar a muchos jóvenes que intentan hallar en mí consejos y algo
de guía. Ahora soy la mano derecha, la mano fuerte, de Lestat. Si
bien, mi autoridad puede resultar tediosa para mi joven pupilo. Para
él a veces soy demasiado rígido y para mí él es demasiado blando.
Akasha poseía el Germen Sagrado y
ahora habita en Lestat. Por eso mismo él es el líder, por eso mismo
seguimos luchando. Sin embargo, estamos buscando como romper el
vínculo de todos con Amel, como así se llama y llamaba este
espíritu que nos dio vida tras una supuesta muerte, porque sólo así
podremos estar más seguros y menos dependientes si algún milenario,
o el propio Lestat, sufre un percance.
Ella nos demostró como no deben ser
los gobernantes y el fuerte vínculo que tenemos entre todos. Ella
nos demostró la cara amable y la cara terrible. Ella, Akasha.
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