Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 14 de julio de 2009

Dark City - Sindrome de Peter Pan - Capítulo 8 (parte I)


Tenía demasiadas cosas en la cabeza, no era momento para hacer una cena familiar con un invitado como Wilde. Terminé por pedirle que fuera una cena sobria en un restaurante, el que deseara, y que fuera rápida. Le comenté que estaba agotado por todo lo que estaba sucediendo a mí alrededor y que mi pareja igualmente no se encontraba de buen humor. Él aceptó, aunque noté que su cordialidad me haría pagar algo más que una cena común.

Salí a pasear, necesitaba aire fresco, aunque con los cuarenta grados a la sombra que hacía no era lo mejor del mundo. Caminaba sin más por las calles cuando me topé con cierto joven que reconocí sin mucho esfuerzo. Él también parecía profundizar en sus pensamientos, divagar sin más, mientras acariciaba las verjas de un polideportivo cercano. Sus dedos eran finos, perfectos para tocar cualquier instrumento, y esa cabellera negra me traía demasiados recuerdos. No me dijo mucho más Miho de su estado, pero cuando salió me mandó un sms comunicándome que ya estaba bien.

-Amaury William Rose ¿No es así?-interrogué quedándome a su altura y caminando al mismo ritmo.

-Sí y usted el capullo facha que ahora se folla jovencitos.-respondió con descaro sin mirarme siquiera. Su rostro era frío y noté el cierto atractivo que desprendía, entendí porqué mi hija en su día sonreía cuando hablaba de él.

-Vaya, tan mal hablado como en tus canciones.-prendió un cigarro y lo caló con ansiedad.

-Largo.-masculló entre dientes.

-No, no me largo. Preocupaste bastante a mi hija cuando te vio bañado en sangre, fui yo quien consiguió una ambulancia y quien ha estado intentando que tuvieras el mejor trato.-se giró al caminar y lo hizo de espaldas mirándome a los ojos.

-Ya cumplió su noble acción de la jornada, ahora circule.-lo agarré de la camiseta y lo pegué a las alambradas.

-Mira capullo ese lenguaje no se lo tolero ni a mis hijos ¿estamos? Bájale los huevos o terminaras muy mal. Si tú eres el matón de la zona yo hacía temblar a parte de Japón. Aquí tú y yo somos iguales, somos idénticos, te joda o no. así que ten un poco de respeto a este viejo matón y deja de fumar o morirás joven. Ahora quizás ni te importa, así se revalorizaran tus obras, pero créeme cuando tengas una pareja o hijos querrás haber vivido mucho más tiempo… y el tabaco te lo quita. No soy tu padre, ni quiero serlo, ni me hace falta. Pero, como mi hija vuelva a llorar porque algo malo te ocurra, te juro que yo mismo te mataré con mis manos.-sus ojos se quedaron fijos en los míos, serio observándome con minuciosidad. Mi rostro también era frío, aunque no mis ojos, y él comenzó a reír. Esas carcajadas daban escalofríos, eran como las mías cuando disfrutaba del dolor ajeno.

-Está bien, de todas formas pensaba dejar el tabaco. Pero no por Miho, ni porque usted me amenace, no soy tan nena para hacerlo por ello. Sino porque mi hermano ha jurado patearme el hígado como siga haciéndolo, y créame me da más miedo un William que un Sakurai.-tiró la colilla al suelo y me alejó de él.-No amenace públicamente, quedará feo ante la opinión pública… yo un pobre y triste huerfanito.

-No eres tan distinto de mí.-dije mirándole de reojo.

-Unos cuantos miles de millones de euros y nada más.-sonrió con malicia.

-Un padre que abusa y golpea, una madre que tiene golpes por todas partes pero no lo deja, unos amigos que aman más la música que sus propias vidas, el amor por el cigarro, la adoración por el alcohol y una lengua demasiado afilada como cualquiera de los cuchillos que usas en las peleas a navaja.-eso borró su sonrisa.-Si no me crees que yo he vivido lo mismo que tú, pregunta. Pero no me juzgues sin conocerme, mocoso, porque puede que te equivocas y tengas que comerte toda tu mierda hedionda de forma recalentada.

-Tienes la misma chulería que tu hijo.-comentó.

-Y tú también tienes la misma que yo, pero recuerda algo tan sólo es una advertencia… no tengo tiempo para amenazas, pues estas las cumplo antes de que sucedan.-me marché de su lado caminando sin hacer demasiado caso a lo que dijera como respuesta, no tenía tiempo ni ganas.

Necesitaba ver a Uta, decirle que no podía seguir jugando porque se descubriría. Tendría que dejar todo en el aire, pensar bien antes de actuar y quizás enclaustrarme un par de días en una habitación de Hotel para deliberar qué hacer. No deseaba dañarlos, pero los dos ya tenían el daño en su piel. Seguro que Uta ya no renunciaría a mí, como me era imposible a mí, y Phoenix tampoco lo haría, además yo le quería. Todo estaba siendo confuso y en pocos días tendría que dar el “Sí quiero”.

En mi paseo terminé por entrar en la pequeña cafetería donde me vi con Paulo. Comentó que siempre estaba allí, pero suponía que era habitual si bien no tanto. Nada más entrar lo vi enfrascado en una novela, no paraba de teclear y fumar un cigarrillo mientras clavaba sus ojos en la pantalla. Estaba absorto, como en otro mundo. Su expresión podía ser la de un loco, pero con el hieratismo de una figura de cera. Ahí estaba, sin más. El café que había pedido estaba frío, al igual que la tostada. Hacía horas que se había sentado y no había hecho nada más que escribir, escribir y escribir.

La camarera del día anterior estaba allí, suspirando por ese genio y el genio sin observarla ni un instante. Las personas del local lo ojeaban extrañadas, algunas por encima del periódico gratuito de la ciudad que se regalaba en el metro y otros simplemente intentaban no sentirse incomodados por su presencia. Sin duda, era espectacular ver como urdía sus tramas, como manipulaba sus personajes, y sobretodo con la pasión que acometía cada párrafo. Me senté frente a él, tan sólo observándolo sin ninguna prisa. Pensé que en algún momento se daría cuenta de mi presencia.

La mujer se marchó de la barra y vino hacia mí, hice mi pedido y él ni se inmutó. Seguía tecleando, seguía creando, todo como si dependiera su vida de ello. Me sorprendía que prácticamente ni pestañeara. Encendía cigarrillos sin parar, uno tras otro, y algunos los apagaba a medio consumir. Pasada una hora se estiró y alzó la vista, al ver que estaba allí únicamente sonrió.

-He finalizado mi obra de arte, espero que disfrute de ella.-dijo con una sonrisa aún más jovial y demoníaca que en la otra ocasión.-En unos días presento mi nuevo libro, más bien cuatro días, pero no estoy seguro de que sea un éxito. Claro, que si apadrinas mi libro yo tendré mayor afluencia.-tamborileó sus dedos sobre la mesa y rió leve.-Me debes una, no lo olvides, más bien me debes cosas que no cumples.

-Lo sé, lo haré encantado.-tenía pensado inmiscuirme como fuera en la rueda de prensa, dar la noticia y él desconocía todo aquello.

-Bien, que se encargue mi editora y tus secretarios de hacer que todo vaya como debe ir.-entonces giró el ordenador portátil y me mostró la portada del próximo libro.-Me he adentrado aún más en la fantasía, es la segunda parte de Afrodita.

-Tengo ese libro, lo conseguí en inglés antes que en cualquier otro idioma.-él sonrió ante mi comentario.-Realmente me estoy aficionando a sus libros, cada vez más, mi hijo también.

-¿Hizaki? ¿No es así? He oído hablar de él. Un joven de gran talento, atractivo y también una fiera por domar.-ese destello en sus ojos, no me agradó en lo más mínimo.

-Acércate a mi hijo y te patearé.-respondí como si un muelle me hubiera lanzado a decir todo aquello.

-De tal palo tal astilla…-susurró con una sonrisa demoníaca en sus labios.-He oído rumores de que coquetea, pasea o tiene una amistad cercana a Olivier Mursell.-me crispó los nervios, no sabía como ese maldito demonio sabía tanto.-Consígueme un traje de su firma, de los pocos que hace para hombres, y terminaré por estar feliz contigo.

-En cuatro días es imposible.-respondí.

-No digo en cuatro días, con tenerlo para tu boda…-la boda, tuvo que sacarlo a relucir.

-Sí, cierto.-susurré recordando que al final cedí, cedí mucho con Phoenix.

De cien invitados, pasamos a ciento cincuenta, todo para que él no sintiera que sólo invitaba a sus amigos. Invité a socios de otras empresas, sus hijos que eran amigos de Hizaki y también di unas cuantas para que mi hija asistiera acompañada. No quería que viniera sola con su pareja, que también pudiera venir el hijo de este y algunos amigos me permitirían observar con quién se rodeaba.

El más importante de todos era Jim Wook, un amigo que hice en la ciudad de origen coreano. Su mujer seguía siendo intima de mi ex y él seguía siendo íntimo mío. Por motivos de que no podrían venir ellos vendría en representación sus hijos, que a la vez eran los chicos de la banda de mi hijo. De los pocos amigos que deseaba en mi boda él no vendría, eso me frustraba.

-Señor Sakurai ¿está en casa?-interrogó con cierta burla.-Ahora es usted quién salió a pasear por la luna.-comentó cerrando el portátil para levantarse.-Debo de entregar esto a mi editora ¿nos vemos el viernes?-interrogó de forma cortés.

-Claro, nos vemos cuando mi secretario me de el horario finalmente acordado.-él hizo un ademán con la cabeza y yo también como correspondencia.

Me quedé allí tomándome un zumo, pagué lo suyo y lo mío, esta vez quien se marchó sin pagar fue él. No me importó, de todas formas era alguien importante y que no debía molestar con nimiedades.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt