Creo que todo hombre vende su alma por
un trozo de cielo, pero este termina siendo el mismo infierno. Yo
conocí el infierno hace algunos años y aún no me arrepiento. No
puedo arrepentirme de tocar esa piel morena mientras deslizaba
peligrosamente mis manos por sus caderas amplias de mujer negra. Sin
duda alguna me enamoré perdidamente de ella mucho antes que fuese
una mujer. Era sólo una niña pero su alma tenía la sabiduría y la
madurez de una mujer apasionada. Guardé mis instintos más primarios
y horribles durante mucho tiempo encerrados en un cajón lleno de
frustración, deseo, rabia, pasión y fantasmas. Sí, fantasmas.
Espíritus que me recordaban que estaba siendo tentado por una mujer
que jamás podría tener ni retener por unos unos minutos. Ella como
el fuego porque quemaba sólo con su recuerdo y como océano más
profundo porque te ahogaba sólo con un beso en la mejilla.
La recuerdo descalza, con el pelo
enmarañado y ese vestido blanco de estampados de flores de mil
colores. Esos ojos verdes fueron mi perdición. Malditas esas
esmeraldas que parecían ser lo único que tenía en ese rostro de
muñeca perfecta. Supe que sería hermosa con el paso de los años y
que yo debía protegerla. Cualquier desalmado, mucho peor que yo, la
destruiría con tal de contar una conquista en una selva oscura de
suave piel. Era pantera y a mí las panteras siempre me dieron cierto
respeto hasta que una casi me mata.
Intenté que tuviese los mejores
estudios y se centrase en una vida menos extraña, con horarios
definidos y un trabajo estable. Sin embargo, decidió ser de
Talamasca, la Organización de Detectives de lo Paranormal a la que
pertenecía. Me sentí feliz porque tomase esa decisión, pero a la
vez sabía que no sería feliz y yo me sentiría arrastrado por los
demonios que controlaba a duras penas.
Muchos creerán que contar su historia
fue suficiente. Ese libro donde hablo de ella y de como me conquistó
no es nada. Sólo son páginas llenas de frases que ocultan una
pasión desbordada. Se vengó de mí porque cuando se entregó a mis
bajos instintos, a los bajos instintos de cualquier hombre, la
rechacé alejándome de ella con la excusa más barata que pude
hallar.
Había vendido mi alma al Diablo. Ella
poseía cada hilo de la estopa de mi alma. Sabía que me condenaría
por siempre sólo por amarla de forma cobarde. Porque lo soy. Soy un
cobarde. Amo entregarme a las aventuras más difíciles y me enfrento
a enemigos invisibles, pero luego no tengo agallas de amar sin
barreras. Quizás en esos momentos era viejo y estúpido, como todos
los viejos lo son, pero ahora que soy un vampiro no tenía excusa.
Podía haber convertido mi mente en un refugio nuevo para empezar a
ser joven más allá de mi físico y vivir una aventura de amor
apasionado, pero no tuve agallas y ahora ya es tarde. Ella no está.
Ella se fue y se llevó parte de mi alma.
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