Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 30 de mayo de 2016

Mi rosa.

Mi hijo eligió bien. Eligió a una mujer bondadosa y llena de luz... ¡Pero tenía que ser mi niñita! ¿Por qué?

Lestat de Lioncourt 


Recuerdo su rostro relajado mientras acomodaba la almohada tras su cabeza. Su cuerpo era liviano y parecía frágil. Tenía una piel suave y delicada parecida a la leche de almendras. Habían logrado salvar su vista y esperaba ahora que despertara, como si fuese La Bella Durmiente o Blancanieves, mientras que yo no era ningún Príncipe Azul. De hecho no debía estar en esa habitación porque podía confundirla, pero me había preocupado tanto por ella y despertaba tanta curiosidad en mí que me sentía atraído como las moscas a la miel.

Me quedé allí de pie con ese enorme ramo de flores campestres, donde había girasoles, amapolas y un sinfín de flores llamativas como margaritas con pétalos violáceos u otras cuyo nombre desconocía, esperando que despertara. Había leído muchas novelas románticas cuando era un niño. Mi madre no solía comprar cuentos para mí porque decía que era mejor que empezara con literatura de adulto. Creo que Charles Dickens fue uno de mis autores favoritos cuando era apenas un mocoso de siete años, pero también leía a escondidas sus libros y las novelas de amor eran maravillosas. Podía leer el romance de hombres y mujeres sin pudor alguno, entregado uno al otro sin miedo, haciéndome sentir ligeramente triste porque ella nunca pudo amar al hombre de sus sueños. Mi padre no se detuvo y jamás permaneció por más de dos horas a su lado. Así que esa escena de una muchacha desvalida encajaba en esas novelas que hacían suspirar a mi madre y que alimentaba mi curiosidad por las relaciones personales.

Ella había estado cerca de mi padre. Posiblemente lo conocía bien. No sabía cuánta información podría darme de mi progenitor. Yo era casi un clon. Fareed había logrado aislar la genética de mi madre y dejarme sólo la de mi padre. Mi cerebro era similar al de él, todo yo era una copia exacta, salvo que había tenido mejor educación y alimentación provocando que desarrollara mayor cantidad de músculo, estatura y conocimientos. Sin embargo, esperaba que ella me diese la valiosa información que nadie me daba. Quería saber como le brillaban los ojos al reír o la forma en la cual arrugaba la nariz cuando se molestaba. Necesitaba saberlo.

Sin embargo, no despertó esa tarde ni las siguientes. Cada día que pasaba me enamoraba más de ese semblante sosegado entregada a un maravilloso sueño, pues sonreía. Pensé miles de veces que posiblemente se sentía reconfortada entre los brazos de mi padre o entre los de sus tías. Si bien un día despertó mientras yo miraba por la ventana pensando en qué le diría al despertar. No sabía como abordar el tema y el parecido debía ser asombroso. Pero tanto mi padre como yo somos demasiado torpes y directos. A veces decimos las cosas sin pensar aunque tengamos un discurso programado.


Hoy ella duerme con ese mismo semblante. Está recostada en nuestra cama. Sus largos cabellos negros manchan las sábanas blancas de algodón. Hemos hablado de la posibilidad de tener hijos en un futuro aunque condenaríamos a nuestros hijos a la oscuridad. No somos ya lo que se dice humanos, pero tampoco somos monstruos. Ella quiere tener hijos y yo deseo que sea feliz. La descendencia para mí no es importante, pero admito que me hizo sonreír la idea al imaginar que podríamos contribuir al mundo con un par de niños sanos gracias a los laboratorios de mi otros padres, Seth y Fareed.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt