Esto fue cuando los dejé unas noches para conocer a Tarquin...
Lestat de Lioncourt
—Louis, ¿qué estás
pensando?—preguntó sentado en aquel enorme sillón de orejas que
había comprado recientemente.
La casa tenía un aspecto acogedor y
magnífico. Había reformado el salón y la biblioteca dándole una
apariencia más abierta y cálida. David se había instalado en el
piso superior, cerca de un pequeño despacho que solía usar para
comunicarse con Jesse Reeves y otros vampiros mientras recopilaba
información, haciéndome compañía. Lestat se había marchado
desapareciendo otra vez dejándonos a solas, sin saber bien hacia
dónde movernos, mientras que Merrick se dedicaba a recorrer las
calles sin nuestra ayuda. Parecía perdida y dolida con el mundo, con
ella misma y con los espíritus que alguna vez sintió como parte
propia.
—¿Crees que Merrick es feliz?—dijo
con la vista perdida en la nada.
Esos ojos castaños con destellos
dorados parecía amargos y desesperados. Su semblante parecía
hundido en una melancolía similar a la que yo había padecido años
atrás. Mis nuevos poderes, el saber que Claudia me detestaba y que
el mundo no era del todo como yo creía, me había convertido en un
monstruo menos sensible. Apoyé mi frente contra el cristal de la
ventana y cerré los ojos. No sabía como asumir el riesgo de animar
su miserable alma, pues él había logrado experimentar todas las
etapas de la vida y yo sólo podía ofrecerle mi experiencia como
vampiro.
—La felicidad es muy relativa—murmuré
apartándome de la ventana para acercarme a él.
—Lo sé, para cada uno la felicidad
se define de formas distintas y no se puede decir que tu felicidad, o
los hechos que te hacen feliz, es igual a la mía. Eso lo sé,
Louis—dijo moviendo suavemente su cabeza para quedar recostado
sobre el sillón. Parecía un hombre agotado de setenta años aunque
su rostro, y el resto de su apariencia, mostraba a un hombre de
treinta años con los rasgos aún demasiado extraños para él.
Todavía se miraba al espejo buscando al hombre que fue, al director
de la Orden de Talamasca, y luego se echaba a reír como un maníaco
dándose cuenta que había tenido mucha suerte y que su vida, su
nueva vida, era un milagro oscuro que disfrutaría cada segundo. Pero
Merrick no era así—. Sin embargo, ella me mira, sonríe apática y
dice que todo va bien. Yo no me creo que vaya bien. Esos poderes que
ha acumulado no son los que ella esperaba y creo que tampoco es lo
que realmente la completa.
—No ha conseguido lo que quiere y eso
no lo va a tener nunca—dije.
Deseaba ser suave con él porque no era
su culpa. A veces dañamos a las personas sin que nos lo propongamos.
Admito que he dañado en varias ocasiones a Lestat e incluso a
Armand, que es mucho más frágil de lo que todos pueden llegar a
pensar.
—¿Y qué quiere?—murmuró.
—Seguramente creía que siendo uno de
los nuestros haría su vida más estable y lograría calmar su dolor.
Ya no se sentiría sola y aislada, sino que sería parte de un mundo
donde tú estás. Ella deseaba ser igual o mejor que tú, pero lo
único que ha logrado es verse nuevamente en la alargada sombra de tu
figura. Tú no la miras como deberías hacerlo y no has perdonado
como ella esperaba. Sí, la quieres, pero no la amas de esa forma tan
desesperada como ella a ti. David... ha intentado vengarse de mil
formas porque aún está herida. Es como tú dijiste... un gato... un
gato salvaje y negro que se camufla con su pelaje en mitad de la
noche, se mueve por los callejones y arranca pequeños momentos de
libertad, para no recordar que la única mano amable la torturó y
ella acabó arañándola—suspiré sentándome a su lado en otro
sillón similar.
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