Max se marchó casi sin despedirse. Creo que iba un tanto malhumorado y metido en sus pensamientos. Yo fui junto a Hidehiko hacia el lugar donde ensayaba. No dijimos nada durante el camino.
No podía dejar de pensar en las palabras de Max y en las de su amigo. Me pregunté de qué se podían conocer. Si bien, preguntar ese tipo de cuestiones no era lógico en alguien de mi edad. No se debía uno inmiscuir en las vidas ajenas. Además de el cómo o dónde se pudieron conocer, me asaltó otra duda más importante. Ángel no se había puesto en contacto conmigo sobre lo que habíamos hablado, parecía que le habían tragado la tierra. Su blog seguía actualizándose pero sin comentario alguno sobre cómo se encontraba. Era como si se hubiera impersonalizado.
Nada más bajar del vehículo miré el teléfono móvil. Había conseguido su número, podía llamarlo y preguntar. Sabía que era su lucha, no la mía, pero siempre se agradecían unas palabras de ánimo, incluso cuando eran falsas o simplemente por quedar bien cara a la galería. Mis palabras no eran por decir, mis palabras eran porque realmente nacían y tenían que ser expresadas.
Llamé quedándome fuera del estudio, en un pequeño jardín donde solía descansar al fresco. Me senté bajo un árbol y esperé que sonaran los primeros tonos. Después escuché su voz.
-¿Sí?-preguntó aturdido.-¿Quién demonios es?
-Atsushi Sakurai.-respondí.-¿Te encuentras bien?
-Me encontraba durmiendo.-murmuró riendo bajo.-Sí, me encuentro bien. No sé porqué esa pregunta.
-¿Y tu madre?-fui directo a lo que me interesaba, era algo que no podía reprimir.
-Bien, hace unos días que la intervinieron y está en casa descansando.-noté como se estiraba y bostezaba.-Lo siento, pero suelo dormir de día.
-Tan sólo llamaba para saber si necesitabas algo y si tu madre estaba bien.-me preocupaba, aunque dijera que todo estaba en orden.
-Todo está bien, lo que sacaron deben analizarlo y no hay nada más. La intervención en sí fue un éxito.-susurró ya más despejado.
-Está bien, entonces te llamaré otro día.
-Hasta la próxima Cheshire.-dijo antes de colgar.
Pude haber preguntado sobre Max, pero preferí mantener las distancias. Me animaba saber que la intervención fue un éxito aunque él no me hubiera informado por su propia necesidad, sino que yo lo hubiera hecho. Por lo que había leído de él ese tipo de comportamientos era lógico, lo contrario hubiera sido bastante fuera de lo común.
Me quedé allí sentado observando el jardín. Los músicos salían y entraban del estudio, también se rodaban videoclips en la parte superior. Había bailarinas exuberantes disfrutando de unos minutos de descanso fumándose un cigarro, también técnicos de sonido y agentes parloteando por sus teléfonos móviles de última generación.
Creo que jamás presté tanta atención a todo aquello como aquel día. Realmente no quería trabajar, no tenía ganas de estar con una bola de tarados que creían saber más de música que yo por ir a un conservatorio. La música nacía del ingenio, no de las clases que habían dado profesores caros. Me encogí apoyando mi mentón sobre mis rodillas y observé.
Los rasgos de las personas variaban según su estado de ánimo, al igual que sus almas. Éramos seres volubles. Creo que a leguas se leía en el mío que tras una discusión, y la calma que esta dejaba, no me apetecía nada en absoluto.
Pasado un rato percibí que alguien me observaba. Al girarme lo vi allí parado con su traje impecable. Parecía salido de una de esas novelas románticas donde el chico que viste a la moda de forma seria, pero con rasgos informales, aparecía para cautivar al lector. Allí parado ajustándose las lentes con una sonrisa idiota parecía aún más joven.
-¿Qué quieres ahora?-pregunté mirándolo desde mi perspectiva inferior, él se agazapó a mi lado alzando su mirada al cielo despejado.
-¿No es bonita la primavera? Hoy hace un día agradable.-murmuró.-Dan ganas de pasear.
-A ti te pasa algo.-murmuré extrañado por su respuesta.
-Anoche compartí una película, palomitas y mantas con Claudia.-susurró.
-Y después la llevaste de la manita hacia su cama.-comenté con cierta sorna.
-No.-murmuré.-Más bien la metí en mi cama.
Esas palabras significaban que el imposible se había hecho realidad. Aquella chica había aceptado estar con él, al menos de momento. Parecía totalmente ido. Su expresión era de satisfacción.
-Debe ser buena en la cama.-dije antes de explotar en carcajadas.
-No tuve sexo con ella, pero al menos dormí a su lado. Y por si te burlas diciendo que al final no lo logré, lo logré. Ahora ella es mi pareja, al menos de momento.
-Hasta que la cagues.-comenté sonriendo y él soló hizo rechinar sus dientes. Le molestaba que tuviera razón, pero en realidad me alegraba que su amor platónico le hiciera caso de una buena vez.
No podía dejar de pensar en las palabras de Max y en las de su amigo. Me pregunté de qué se podían conocer. Si bien, preguntar ese tipo de cuestiones no era lógico en alguien de mi edad. No se debía uno inmiscuir en las vidas ajenas. Además de el cómo o dónde se pudieron conocer, me asaltó otra duda más importante. Ángel no se había puesto en contacto conmigo sobre lo que habíamos hablado, parecía que le habían tragado la tierra. Su blog seguía actualizándose pero sin comentario alguno sobre cómo se encontraba. Era como si se hubiera impersonalizado.
Nada más bajar del vehículo miré el teléfono móvil. Había conseguido su número, podía llamarlo y preguntar. Sabía que era su lucha, no la mía, pero siempre se agradecían unas palabras de ánimo, incluso cuando eran falsas o simplemente por quedar bien cara a la galería. Mis palabras no eran por decir, mis palabras eran porque realmente nacían y tenían que ser expresadas.
Llamé quedándome fuera del estudio, en un pequeño jardín donde solía descansar al fresco. Me senté bajo un árbol y esperé que sonaran los primeros tonos. Después escuché su voz.
-¿Sí?-preguntó aturdido.-¿Quién demonios es?
-Atsushi Sakurai.-respondí.-¿Te encuentras bien?
-Me encontraba durmiendo.-murmuró riendo bajo.-Sí, me encuentro bien. No sé porqué esa pregunta.
-¿Y tu madre?-fui directo a lo que me interesaba, era algo que no podía reprimir.
-Bien, hace unos días que la intervinieron y está en casa descansando.-noté como se estiraba y bostezaba.-Lo siento, pero suelo dormir de día.
-Tan sólo llamaba para saber si necesitabas algo y si tu madre estaba bien.-me preocupaba, aunque dijera que todo estaba en orden.
-Todo está bien, lo que sacaron deben analizarlo y no hay nada más. La intervención en sí fue un éxito.-susurró ya más despejado.
-Está bien, entonces te llamaré otro día.
-Hasta la próxima Cheshire.-dijo antes de colgar.
Pude haber preguntado sobre Max, pero preferí mantener las distancias. Me animaba saber que la intervención fue un éxito aunque él no me hubiera informado por su propia necesidad, sino que yo lo hubiera hecho. Por lo que había leído de él ese tipo de comportamientos era lógico, lo contrario hubiera sido bastante fuera de lo común.
Me quedé allí sentado observando el jardín. Los músicos salían y entraban del estudio, también se rodaban videoclips en la parte superior. Había bailarinas exuberantes disfrutando de unos minutos de descanso fumándose un cigarro, también técnicos de sonido y agentes parloteando por sus teléfonos móviles de última generación.
Creo que jamás presté tanta atención a todo aquello como aquel día. Realmente no quería trabajar, no tenía ganas de estar con una bola de tarados que creían saber más de música que yo por ir a un conservatorio. La música nacía del ingenio, no de las clases que habían dado profesores caros. Me encogí apoyando mi mentón sobre mis rodillas y observé.
Los rasgos de las personas variaban según su estado de ánimo, al igual que sus almas. Éramos seres volubles. Creo que a leguas se leía en el mío que tras una discusión, y la calma que esta dejaba, no me apetecía nada en absoluto.
Pasado un rato percibí que alguien me observaba. Al girarme lo vi allí parado con su traje impecable. Parecía salido de una de esas novelas románticas donde el chico que viste a la moda de forma seria, pero con rasgos informales, aparecía para cautivar al lector. Allí parado ajustándose las lentes con una sonrisa idiota parecía aún más joven.
-¿Qué quieres ahora?-pregunté mirándolo desde mi perspectiva inferior, él se agazapó a mi lado alzando su mirada al cielo despejado.
-¿No es bonita la primavera? Hoy hace un día agradable.-murmuró.-Dan ganas de pasear.
-A ti te pasa algo.-murmuré extrañado por su respuesta.
-Anoche compartí una película, palomitas y mantas con Claudia.-susurró.
-Y después la llevaste de la manita hacia su cama.-comenté con cierta sorna.
-No.-murmuré.-Más bien la metí en mi cama.
Esas palabras significaban que el imposible se había hecho realidad. Aquella chica había aceptado estar con él, al menos de momento. Parecía totalmente ido. Su expresión era de satisfacción.
-Debe ser buena en la cama.-dije antes de explotar en carcajadas.
-No tuve sexo con ella, pero al menos dormí a su lado. Y por si te burlas diciendo que al final no lo logré, lo logré. Ahora ella es mi pareja, al menos de momento.
-Hasta que la cagues.-comenté sonriendo y él soló hizo rechinar sus dientes. Le molestaba que tuviera razón, pero en realidad me alegraba que su amor platónico le hiciera caso de una buena vez.
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