Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 23 de julio de 2011

Dark City - Capitulo 20 - Lluvia de sangre (VI)




No sé como tuve corazón de terminar de vestirme y marcharme. Pero todo lo que debía hablar con él no podía hacerlo con ella delante, no quería que supiera que realmente la amaba de esa forma. Deseaba que fuera descubriendo poco a poco la verdad, que ella me terminara amando como yo lo hacía. Además, no quería que se viera envuelta en discusiones y menos cuando sabía que podía subir de tono.

Prácticamente a la hora acordada llegué a casa de Hidehiko. Había sido un trayecto en una de mis motos de marcha. Pensé que era mejor ir así, con el coche tardaría más por culpa de tanto atasco. Así que justo cuando le dije estaba llamando a la puerta.

-Cumpliste tu amenaza.-comentó nada más abrir la puerta.

-Jamás he dejado de ser puntual.-respondí accediendo a la vivienda, él me hizo un gesto para que pasara y yo lo hice.

-¿Tenía que ser cara a cara? ¿Deseas tanto enfrentarte a mí?-preguntó caminando por la estancia.

Estaba desnudo, con unos pantalones vaqueros completamente destrozados como cantante grunge, junto a una camiseta blanca impoluta. La poca ropa que llevaba era de marca, a la moda y le daba un aspecto más joven. Si bien, él usaba cualquier ropa con cierta elegancia innata. Se veía rejuvenecido, feliz y satisfecho con los cambios en su vida.

-Tenía que ser para que me creyeras, así que debía ser así.-dije mirándolo fijamente antes de tomar asiento en uno de sus puf.-Hidehiko, jamás te he sido tan sincero como lo seré ahora.

-Muchas veces me has contado mentiras, sé distinguirlas.-comentó sonriendo tomando su taza de té, le había pillado en plena relajación.-¿Y bien?

-Beauty es la mujer de mi vida en estos momentos, es joven y tal vez no la merezco. Temo que todo mi pasado lo pague ella. Que el karma que un día pareció burlarse de mí se lo haga pagar caro.-suspiré y le miré.-La saqué del mundo de la prostitución donde la conocí, estaba harto de una relación de pareja que no iba a nada bueno.

-Pero tú lo elegiste, elegiste a Phoenix antes que a Yutaka.-respondió después de dar un sorbo de té.

-Yo lo elegí porque era lo correcto, si bien no era lo mejor para mí. Me di cuenta cuando dejaba esa nota, algo de mí necesitaba seguir en ese hotel y fugarme lejos. Fugarme tan lejos Hidehiko, más lejos de lo que puedes imaginarte.-comenté apretando las manos.-Tal vez sólo quedaba el deseo de aquel tiempo glorioso, pero ese deseo me daba más felicidad y paz que Phoenix. A pesar que lo que me ataba a él era fuerte.

-¿Qué?-dijo alzando una de sus cejas.-Repite.

-Aquella noche que pasé con él fue tan excitante, tan relajante, que hubiera firmado cualquier papel porque se repitiera hasta el día de mi muerte. No sabes cuánto desee que Yutaka se despertara para no tener agallas, para perderlas por el camino.-dejó la taza y me miró fijamente.-Pero, el destino quiso que sufriera al lado de Phoenix y que una noche me refugiara en aquel antro. La vi allí, tan hermosa a pesar de estar rodeada de gente tan decadente, que quise ser el Mesías que salvara su alma de ese infierno.-murmuré cerrando los ojos.-Era un ángel, un hermoso ángel, que me concedió la mejor noche de mi vida en años. Sentí de nuevo ese sabor dulce en mis labios, esa emoción. No es amor a primera vista, pero podría decirse que me envenenó el alma. Caí a sus pies y caí desesperado.

-Creo que te entiendo.-murmuró intentando comprender porqué me abría ahora y no antes.-Kanon apareció en mi vida cuando creí que me moría, que me moriría solo. Había dejado a la mujer que amaba porque no soportaba tantas discusiones estúpidas. Mi paciencia tiene un límite, aunque no lo parezca, y por mucho que la amara yo no la hacía feliz.-dijo con lágrimas en los ojos.-Amo a Kanon Atsushi, amo a esa mujer y tengo miedo de dañarla.

-De quien deberías tener miedo de es de su padre.-respondí.

-Es un importante empresario, lo sé. Sé que es un hombre de negocios de altos vuelos, no sólo en lo textil y en la moda en general. Lo sé.-yo negué cuando hablaba.-¿Qué? ¿Por qué niegas?

-Presta atención, esto que te digo te puede matar al igual que a mí. Tanto él como Kamijo son los cabecillas de dos importantes clanes de la mafia japonesa, Kamijo tiene importantes redes en toda Europa y parte de América y África. Sakine tiene toda Asia casi bajo su poder, parte de Inglaterra y latinoamérica.

-¿Qué? Bromeas.-dijo riendo a carcajadas.

-No.-dije completamente serio, pude notar como entonces se le heló la sangre.-Si haces algo que a ella no le guste te mandará a matar, ya lo hizo con Yuki Nânjo, hombre de Kamijo.

-Dios mío.

-Aléjate de ella, al menos no te involucres sentimentalmente.-fue mi consejo.

Era irónico que yo le diera consejos a él, yo. Él era siempre quien nos aconsejaba. Aquel consejo, mis palabras, le afectaron. Se vio turbado, creo que incluso comenzó a sudar. Se levantó tambaleante y se quedó mirando la ciudad por aquellos enormes ventanales que tenía por paredes.

-La amo tanto, tanto.-murmuró.-Jamás le haría daño, sólo quiero hacerla feliz.

-Pero si te equivocas y una vez la dejas... estarías muerto.

-Gracias.-susurró.-Tú deberías contarle la verdad a Miho.

-¿Qué verdad? Esto no debe salir de aquí. Tomé a Phoenix porque pensé que era lo correcto, pero tal vez no lo fuera. Ya sabes como soy, siempre me ando equivocando. Yo ahora sólo quiero cuidar a Beauty aunque no me ame, aunque jamás lo haga. Yo soy feliz observándola, acariciando sus cabellos mientras duerme y arropándola como si fuera una niña. Soy feliz porque puedo escuchar su risa y sus pies descalzos tras los de Jun. No voy a pedir sexo, no voy a pedir siquiera un beso en la mejilla que ella no me quiera regalar. Sólo quiero contemplarla, sólo quiero entregarle una vida que jamás soñó tener.

-Has madurado, no sé que te ha pasado.-dijo intentando reír.-Ay, Atsu. Somos unos estúpidos enamorados buscando soluciones a algo que no lo tiene, creo que los hombres como nosotros no deberían amar.

-¿Por qué?-pregunté confuso.

-Porque ninguna mujer cree a hombres como nosotros, a músicos que hoy están en una ciudad y pasado en otra.

Tenía razón. Nuestra gira próxima sería en un año, teníamos que terminar el nuevo proyecto y lo haríamos con calma. Todos colaboraríamos en todas las canciones, como siempre, pero esta vez de forma más intensa e involucrada. Quería un trabajo profundo, nada fácil de escuchar y olvidar.

Abandoné su casa con un ligero sentimiento de asombro y reflexión vacía. Sabía que no todo iría como yo deseaba, que me vería hundido y que sólo tenía que ver cómo se iba desencadenando todo.

Dos días después me fui solo a la playa. Me quedé sentado en los acantilados observando el atardecer. No estaba acostumbrado a cosas tan grandes y gratuitas, ver al rey de la luz sumergiéndose en el océano fue impresionante. Aunque ese baño refrescante del sol era sólo una ilusión, en realidad ese baile se daba a millones de kilómetros.

-Si dejas a Beauty perderás parte de ti, pero ella no está hecha para estar a tu lado. Tienes ese sentimiento que es tan frágil porque sabes que se irá, no sabes cuándo pero lo hará. Por ahora disfrútalo y siéntete afortunado, ríete de la soledad que siempre te rodea aunque sea entre los bufones de una fiesta de sociedad. ¿Cuánto hacías que no amabas así? ¿El mismo tiempo que no veías un atardecer?-hablé a la nada, tal vez a las olas que golpeaban con fuerza las piedras que estaban a varios metros bajo mis pies.

Terminé levantándome para ir hacia la costa, ya en la arena me metí con el traje en el agua. Arruinaría mi ropa, pero me sentía libre de hacer lo que me apeteciera. Me había enamorado de nuevo, pero de una forma pura.

-¡¿Y si la quiero amar qué?! ¡La quiero amar! ¡La quiero desear! ¡Aunque no me devuelva las miradas! ¡Aunque ella no sienta nada! ¡Qué nadie se compadezca! ¡Qué se joda el resto! ¡Yo sí tengo sentimientos! ¡Jodeos todos! ¡Malditos hijos de puta de lengua afilada! ¡Quiero que sepan todos que estoy enamorado!-

Mis gritos seguro que llegaron hasta el bar cercano. Pocas personas iban a estas alturas del año, era demasiado temprano, pero las vistas eran tan atractivas que aún así el bar se llenaba. Cuando empecé a sentir demasiado frío salí del agua tiritando. Terminé tirado en la arena como un náufrago cualquiera. Podía sentir las miradas incrédulas de los excursionistas, vecinos y parroquianos habituales del bar. Pero sus miradas sólo me hacían reír más y más. Seguro que pensaban que estaba loco, había echado a perder un Armani.

Me fui a mi coche, uno de los que solía usar siempre porque eran tintados y blindados. Tenía pánico y temía por mi seguridad desde que empecé a ser conocido en la ciudad, no por ser político sino empresario. Allí me metí y me desnudé para acabar colocándome unos pantalones amplios y una camiseta. Siempre llevaba una muda de ropa vieja por si el niño me vomitaba encima o surgía algún imprevisto. Aquella ropa se había llevado allí meses, olía a ambientador de pino pero no me importó.

Conduje con esa ropa durante una hora, no tenía frío por culpa de la calefacción y me sentía cómodo. Quería llegar a casa y a la vez no. Deseaba verla y hacerle el amor toda la noche, pero no era capaz de tocarla y siempre me quedaba contemplándola con una sonrisa estúpida. No tenía valor de pedirle nada, mucho menos después de aquel incidente.

Nada más llegar la vi dormida en el sofá con Jun en sus brazos. Durante unos minutos me quedé contemplándolos, deseando ser el pequeño y poder sentir su cálido abrazo. No podía siquiera imaginar cuánto le envidiaba, sólo porque si él la abrazaba ella no pensaría jamás que era por simple interés. Yo tenía interés en ella, pero no era únicamente sexual.

Terminé tomándolo a él para llevarlo a la cama, él tenía puesto el pijama y no tuve que despertarlo para nada. Ella se veía hermosa con aquel camisón blanco. Cuando regresé para llevarla a dormir dudé en tomarla en brazos. Sin embargo, al hacerlo deseé que el tiempo se parara en ese instante.

Su aroma envolvieron mis sentidos, el calor de su cuerpo hizo temblar al mío y su aspecto de ángel me conmocionó. Quería llorar y a la vez reír. Porque aquel instante supe que ella formaría siempre parte de mi alma, sucediera lo que sucediera. Abrió los ojos y sonrió volviéndolos a cerrar. Era dulce, tan dulce que jamás pensé que alguien podría ser así.

La llevé a su habitación, la arropé y besé su frente. Después me convertí en la figura patética que la observaba desde la puerta. Quería quedarme con ella, pero ella no deseaba dormir a mi lado. Así que me fui pasados unos minutos y me metí en la bañera. Allí estuve unas horas, realmente no sé cuantas, bebiendo whisky y pidiéndole a mis impulsos paciencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, señor Lestat, llevo leyendo su novela Dark City desde aquella primera entrada, y he pensado que ya iba siendo hora de comentarle algo.
Aunque las novelas de este género nunca han sido mis favoritas, tu forma de escribir me ha impresionado. Es oscura, a veces retorcida, sensual y sincera. Y también me impresiona tu constancia al desarrollar la novela, sinceramente no esperaba que llegara a ser tan larga. Hoy me he tomaré una cerveza por ti y volveré a hacerlo el día que vea Dark City en el escaparate de una librería.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt