Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 24 de agosto de 2011

La isla de la noche

Repito lo dicho anteriormente, estos personajes pertenecen a Anne Rice y yo sólo he creado estas líneas para satisfacer mi imaginación, tal vez también la de alguno de los presentes.





.La isla de la noche.

Miami siempre había sido un estercolero de ratas. Los mayores imbéciles que jamás había visto en mi vida se concentraban en Miami y en las Vegas. Eran dos ciudades tóxicas, de esas que dejan huella y no para bien. Los peores criminales, sobre todo los que se centraban en estafas y blanqueo de dinero, daban a parar a estas dos iluminadas ciudades.

Hacía días que me había marchado del lado de Louis, rumbo a las Vegas. Allí estuve disfrutando del concierto de luz y sonido que provocaban las tragaperras. Seduje a tantas mujeres como hombres, estuve entre sus piernas y me entregué fácilmente a la lujuria.

No me importaba de las alcantarillas de donde salían aquellos estúpidos, ni siquiera si eran cabareteras o multimillonarios prácticamente imberbes. Los moteles y los hoteles de lujo daban buena cuenta de ello, sobre todo de los gemidos que provocaba en mis acompañantes. Lástima que no terminaban siguiéndome el ritmo por completo, morían en mis labios mientras los rodeaba en un último abrazo.

Había gozado como un niño en un parque de atracciones. No había duda de ello, sobre todo por mi sonrisa y por el brillo de mis ojos. Estaba más que satisfecho por haber dejado mi huella en aquella ciudad a ritmo de Elvis y ruleta de la fortuna. Lo único que me importaba en ese instante era saciar mi ego, no las lágrimas de pudiera echar Louis por mis nuevos juegos de cama.

Si embargo, nada más pisar las costas de Miami y recorrer una vez más la sedosa arena, aún caliente por los rayos del sol, noté cierta melancolía que me hizo sentir culpable. Esa culpabilidad se incrementó cuando Louis apareció a mi encuentro. Remordimientos que que carcomían cada trozo de mi alma como si fueran polillas, me había vuelto tan estúpido o más que antes.

Vestía una camisa blanca de algodón, mal acomodada, sus jeans estaban desgastados y rotos, sus pies descalzos sobre la arena y sus cabellos revueltos por la suave brisa. Esa imagen hubiera sido deliciosa a no ser por las lágrimas que parecían no querer brotar de sus ojos, corrí hacia él pero él no hacía mi. Sabía que podía encontrarlo allí justo antes de marcharse a leer a una cabaña cercana, últimamente merodeaba Miami en busca quizás de demonios como nosotros o tal vez sabía que era mi lugar favorito para condenar aún más mi alma.

-Louis, que bueno que te encuentro.-dije al quedar frente a frente con el sonido de las olas de fondo, la arena bajo nuestros pies y la brisa como único testigo de aquel encuentro.-Te eché de menos mon cher.-susurré tomándolo de los brazos para sonreír como un canalla, la sonrisa que a todos brindaba sin importar realmente si mi alma se retorcía en dolor.

-Mientes.-susurró antes de apartar mis manos de él como si le quemaran.-¡Mientes!-gritó dejando al fin que sus lágrimas se hicieran con sus mejillas.-¡Ya no creo tus mentiras Lestat! ¡Por mí puedes ahorrártelas!

-Louis, Louis...-intentaba calmarlo, pero sabía que no lo lograría fácilmente.-Te he estado buscando.

-¿En cuántas camas Lestat?-preguntó con rabia.-¿Me has buscado entre las piernas de putas y de jovencitos que se abren a ti como si nada? Eres un maldito encantador de serpientes, pero a mí no me vas a encandilar con tus mentiras de egocéntrico sin remedio. ¡Por mí te puedes volver a las Vegas y tirarte incluso a los cupieres!-su ira explotó como una bomba de relojería antes que marchara cero el temporizador.-¡Por mí te puedes ir y no volver jamás!

Comenzó a temblar y a balbucear sin poder evitarlo, su labio inferior temblaba y sus manos se apretaban con tanta fuerza que comenzó a sangrar. Agachó el rostro ocultando sus ojos embarrados en lágrimas sanguinolentas, mientras yo seguía en la misma pose estoica como si no me importara lo más mínimo, si bien era una pose y no la realidad. Sus reclamos eran de esperarse, y los entendía, pero él debía entender que yo no podía controlar mis impulsos, mucho menos cuando eran tan apetecibles y la carne débil.

-Louis...-murmuré intentando rozar sus mejillas con mis dedos, pero apartó mis manos con un golpe de las suyas.-Louis, te prometo que...

-¿La luna? ¿Las estrellas? ¿Qué me vas a prometer? No soy una quinceañera estúpida que vive su primer amor ciega y sorda. Podré amarte con toda la intensidad de mi alma, y maldigo que así sea, pero no soy capaz de creer ni una sola de tus palabras y menos cuando apestas a furcia barata.-logró decir con la voz tomada por el dolor que le causaba.-¡No soy estúpido Lestat! ¡No me tomes por lo que no soy!

-¿Qué puedo hacer para que me creas?-pregunté calmado.

-¡Nada! ¡No puedes hacer nada! ¡Eres Lestat de Lioncourt! ¡Está en tus genes ser infiel!-exclamó empujándome, cosa que provocó que diera unos cuantos pasos hacia atrás y manchara mi camisa con la sangre que aún estaba en las palmas de sus manos. Mi camisa azul de lino italiano quedó con aquellas motas rojas y pasionales como su furia.

-Louis, mon cher, deja los dramas para los culebrones y las novelas románticas que escondes bajo la cama.-eso hizo que alzara el rostro y me mirara aún más furioso.-Yo te amo, deberías saberlo.

-¡No paras de repetirlo! ¡Pero jamás lo demuestras! ¡Nunca demuestras ese amor que dices tenerme! ¡Jamás lo haces! ¡Te importo muy poco! ¡Una colilla usada tirada en medio de la calle te importa más que yo! ¡No soy estúpido! ¡Te estoy diciendo Lestat que no soy estúpido! ¡He visto la gran vida que te has dado!-dijo antes de abofetearme con tal fuerza que me cayó de espaldas.-Fui a buscarte, deseaba saber de ti. Estaba preocupado por tu seguridad.-sollozó esta vez abrazándose, cayendo de rodillas frente a mí.-Te encontré con la cabeza entre las piernas de una jovencita de no más de veinte años, apestando a humo de cigarrillo y a colonia barata. Estabas borracho por la sangre de un vagamundo que habías dejado seco calles atrás.-me sorprendí, no noté su presencia porque estaba distraído, como bien decía, entre las piernas de una despampanante rubia que había encontrado en un bar.-¿Por qué no respondes ahora? ¡¿Por qué?!

-Porque es cierto.-respondí incorporándome.

Mientras yo sacudía la arena de mis ropas él proseguía con su llanto, sólo era un murmullo pero podía sentir mezclado en el aire salado el aroma de sus lágrimas. No es ni mucho menos que no me importara, simplemente no sabía parar aquel sofoco.

-¿Por qué no me has mentido ahora?-balbuceó retorciéndose por la desesperación de ese instante.

-¿Qué sentido tendría? Según tú no eres idiota, no debo tratarte como tal.-le recordaba sus palabras, las cuales me repitió en un par de ocasiones.

-Aún así.-murmuró casi sin aliento.

-Nunca te voy a entender Louis, jamás.-respondí mirándole fijamente, contemplando a Louis envuelto en yagas dolorosas e invisibles. Mi amado Louis, mi adorado mártir, seguía fustigándose en silencio hasta que estallaba en terribles llantos.

-Ese es el problema, jamás vas a comprender y mucho menos a entender cuánto te amo.-volvía a empezar con su discurso, con ese que tan bien me sabía.

-Tú me amas y yo no, tú eres mártir y yo el demonio, tú eres el cielo y yo el infierno...-fui diciendo aquello mientras me alejaba, no soportaba verlo de aquel modo y tampoco quería aplacarlo de la única forma que conocía. Me estaba cansando de la rutina de sus llantos y mis mentiras.

-¡No te vayas!-exclamó incorporándose para tambalearse y caer sobre mi espalda.-No te vayas, no te vayas.-balbuceó estrechándome entre sus brazos.-Lestat, no te vayas sin mi. No quiero que me dejes atrás, no deseo eso.

-¿No era lo que querías? Parecías proclamarlo hace tan sólo un segundo, tanto rechazo y tanta ira. Así como tantas lágrimas derramadas y tanto drama de folletín barato. Ves muchas telenovelas, deberías apagar un rato el televisor y centrarte más en otra clase de libros lejos de los sonetos de amor.-aquello fue cruel, detestable por mi parte, y juro que me arrepentí en ese preciso instante.

-Tengo miedo, por eso dije todo lo que has escuchado. Temo que un día te canses realmente de mí, que te marches con una de esas mujeres u hombres.-susurró estrechándome más mientras yo acariciaba sus brazos, podía notar como humedecía mi cuello con sus lágrimas.-Temo el día que no regreses a mí, como siempre haces, y termines creándote un nuevo compañero.

-He creado muchos.-respondí como si fuera de piedra.-¿Qué te hace pensar que no lo tengo ya?

-Porque estás aquí, por eso Lestat.-respondió temblando.-Al menos quiero creer esa mentira, a veces soy feliz con tus mentiras.

-Entonces, deja de quejarte de una vez porque sólo vas a provocar que me marche de nuevo.-susurré antes de comerme mi orgullo, ya que notaba que realmente le estaba dañando más de la cuenta.-Ni uno de mis amantes me ha dado lo que tú, no me provocan esa excitación y siempre pienso que el cuerpo que yace a mi lado eres tú. Pero tus celos, tus llantos y delirios hacen que me marche de tu lado en busca de aventuras en otros colchones. La carne es débil, la mente aún más cuando se siente presionada a responder a todas tus preguntas. Debería bastarte con saber mis sentimientos sin esperar a que los diga continuamente, no soy ese tipo de hombres.

-¿Es una nueva mentira? Si es así, prefiero pensar que es cierto.-sollozó una vez más, notando su abrazo cada vez más débil. Parecía que sus fuerzas se iban gastando y terminaba cayendo al borde del precipicio que había entre ambos.

Las olas comenzaron a bañar nuestros pies, así como estos se hundían en la arena, la suave brisa nocturna proveniente del mar revolvían más nuestros cabellos y el silencio se hizo intenso. Apreté sus muñecas entre mis manos, acariciando su suave y fría piel. Besé sus muñecas y sus manos, lamiendo a la vez la sangre ya seca de estas.

-Suéltame Louis, te prometo que no me iré.-murmuré sin mover ni un músculo.-Suéltame, prometo quedarme contigo, al menos esta noche.

Sus brazos se apartaron de mí, eso permitió que me girara y pudiera verlo. Su rostro estaba embarrado en lágrimas y su pose parecía la de un derrotado en mil batallas. Dejé mis manos sobre sus mejillas acariciándolas, esta vez lo permitió así como dejó que mis dedo palparan sus lágrimas apartándolas.

Él terminó apartando mis manos de su rostro, para hacerse hueco en mi pecho. Mis brazos por inercia lo rodearon, como si poseyera un resorte en estos y fuera lo único que sabían hacer. Temblaba aún sin poder dejar de llorar, esta vez parecía que la tormenta no arreciaba sino que incrementaba su quejumbrosa lluvia. Acaricié sus cabellos hundiendo mis dedos en ellos, sintiéndolos sedosos y alborotados.

-Lestat, házmelo.-murmuró apretando la tela de mi camisa entre sus dedos, jalando de ella y retorciéndola.-Házmelo ahora, aquí mismo.

-¿Estás seguro?-dije jugando con sus cabellos entre mis dedos.

-Quiero que me lo hagas a mí, no a esas furcias que se regalan y caen a tus brazos con sólo una mirada tuya.-sus palabras me dolieron, aún sentía la culpa de aquellos actos y a la vez no me importaba volverlos a cometer.

-Si es lo que deseas, cumpliré tu capricho.-murmuré deslizando mis manos hasta su espalda, recorriéndola mientras mis labios buscaban los suyos.

Inicié esas caricias porque él me lo había pedido, sus ruegos siempre eran órdenes para mí. Había algo en él, en su tono de voz y en sus gestos, que nunca he visto en otro u otra. Él me doblegaba y por ello corría lejos de su presencia. Era capaz de hacer lo que él quería y yo necesitaba autonomía, libertad. Por ello me iba, por ello y por el miedo atroz que me provocaba amarlo de esa forma.

Sus labios eran deliciosos manjares que me saciaban el hambre, un hambre atroz que ni la sangre lograba erradicar. Sus manos acariciaban mi rostro y después mi nuca, jugaba con los mechones más cortos de mi cabello. Las mías desabrochaban su camisa y la arrojaba a un lado, así como sus pantalones y su ropa interior. Me movía rápido sobre su cuerpo, un cuerpo que conocía bastante y que era incapaz de describir con detalle sin terminar deseándolo.

Lo arrojé a la arena, empujándolo con deseo. Esa ternura de sus caricias y de sus besos contrastaban con las ansias y la lujuria que me ataba a él. La marea iba subiendo a la vez que la intensidad de nuestros juegos, de nuestras lenguas y de las caricias de nuestros dedos. A pesar de lo incómodo que era la arena fina donde nos revolcábamos terminé estimulándolo lentamente, sin prisas a pesar de toda la pasión que desbordaba mi mirada y la suya.

Jadeaba mi nombre abrazándose a mí, pegándome a su cuerpo y abriendo sus piernas. Nadie como él, puedo jurarlo, conseguía verse tan pecaminoso y a la vez tan angelical. Él no comprendía como podía ir con otros, yo menos pues podía tenerlo a él. Pero uno no piensa, sólo se deja llevar y en ese momento me estaba dejando llevar con todas las de la ley, pues no esperé demasiado para entrar en él y hacerlo mío.

Nada más sentirme en su interior gimió intensamente, sus piernas me rodearon como sus brazos, y sus labios buscaron los míos. Podía notar los arañazos que comenzó a dejar en mi espalda, enterrando con fuerza y desesperación sus uñas en mi piel.

-Tan frío por fuera y tan caliente por dentro, mon cher.-dije en su oído sin dejar de penetrar hasta lo más profundo, arrancándole olas de placer desenfrenado.

Louis era pura carne trémula, tiritaba con cada beso y movimiento de mi pelvis. Él también se movía, de forma contraria a la mía sin dejar de pedir más. Sus gemidos eran como la marea, cada vez aumentaba más y me embriagaban hasta ahogarme en su maldito lívido. Acabamos destrozándonos entre besos y mordiscos, las caricias eran arañazos y nuestros movimientos los de dos dementes.

-Je t'aime mon cour... Je t'aime mon amour... Je t'adore Louis.-susurré en su oído mientras salía de su interior y me apartaba arrojándome a la arena, completamente empapada por el mar.

-Je t'aime... tojours.-balbuceó acomodándose sobre mi pecho, acariciándome satisfecho porque era con él y no con otro amante.

No podía jurarle ser fiel, pero sí podía jurar que le amaba y que no podía dejar de desear su compañía. Porque él, sólo él, hacía que mi alma vibrara y se estremeciera con sólo un roce de sus labios.

2 comentarios:

Lin Sekiei dijo...

“Me has buscado entre las piernas de putas y jovencitos que se abren a ti como si nada…” Louis the drama queen XDD Ese momento es épico! XD Es tan celoso y monoso:3

Pero es normal que se ponga así. Realmente me da pena por Louis, Lestat se comporta injusto con él, después de lo mucho que él le quiere. Lestat debería aprender que una demostración de amor vale más que las mil veces que le pueda decir que le ama.

La parte final, cuando se entregan el uno al otro, de verdad, la amé. Es preciosa.

Me gusta como escribes, la forma de conseguir poner en situación al lector y la descripción de los personajes y sus sentimientos.

Athenea dijo...

Has ambientado el relato en un paisaje muy romántico, la playa durante la noche, lo que le ha dado un toque mágico a la historia.

Ambos personajes son bastante complejos. Por un lado, Lestat lo ama, pero no es lo suficientemente fuerte como para serle fiel. Aunque teniendo en cuenta su naturaleza de vampiro, que es insaciable, promiscua , libre e indómita, se puede entender que no sea capaz de atarse a una relación estable.

Por otro lado, Louis me da mucha pena. Está tan enamorado de Lestat que, a pesar de que le hace daño no puede alejarse de él.

Por cierto, la canción que has puesto en la introducción "November Rain", a parte de ser una de las canciones que más me gusta de los Guns N' Roses, me ha parecido muy apropiada para el relato.

¡Un saludo!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt