Algunos conocerán a Nash, otros no, dependen de los libros que hayan leído de Anne Rice. Si llegaron al Santuario seguramente saben quién es.
El personaje, como siempre, pertenece a Rice pero es un homenaje a sus personajes y a su obra.
Querido Tarquín,
Realmente no sé como estoy cometiendo
este atrevimiento, pues no es algo muy común en mi persona lanzarme
a esta aventura. Quizás el motivo por el cual me atrevo, si es que
hay alguno, es porque el champán que me ha ofrecido esta noche tu
tía Queen me ha dado cierto valor, o tal vez simplemente estoy
desafiando a mi juicio. Tan sólo te ruego que no me odies, pues no
sé como aceptaría el odio venido de ti, atrapándome con tus ojos
azules y provocando que me pudra lentamente en el dolor.
Me pregunto como un hombre como yo
maduro, cuerdo hasta hace unas horas, ha perdido el juicio y se ha
lanzado a este deseo irrefrenable. He estado a punto de confesarte mi
atracción y tendencia hace unas horas, allí en el cementerio junto
a las lápidas mientras me decías que me querías. Quinn, no sé si
te has llegado a plantear lo peligroso que es ofrecer cierta luz, una
tan cálida, a un hombre como yo.
No sé como me salen las palabras, si
tuviese que decirte esto en persona no podría. Creo que
tartamudearía, lo negaría todo, y huiría. Sin embargo, aún llevo
en mi chaqueta el aroma de tu colonia y deseo tanto quitarte la tuya,
arrojarla a un lado, y deshacerme en elogios ante tu cuerpo mucho más
joven que el mío. Es pensar ahora en todo eso, en lo fácil que
hubiese sido besarte cuando te tenía entre mis brazos con esa
estúpida locura, ese sentimiento de amor a primera vista hacia Mona,
y sentir que he perdido la noche, el juicio, y la única carta que
podía tener para poder ganar el premio más maravilloso es, nada
menos, que tentar tus labios.
Juro que te habría arrastrado a mi
cama, quitado sin calma alguna todas tus prendas, y besado tus labios
mientras te recorría con mis dedos. Tu piel es fantástica muchacho,
he podido sentirla cuando me has acariciado, y tus cabellos parecen
seda de la India. Hubiese sido placentero hacerte gemir entre las
paredes de mi habitación, y no tan sólo imaginarlo frente a una
botella de champán vacía, porque eso es lo que te habría hecho
Tarquín. Imaginar tus gemidos es demasiado frío, no tiene emoción,
pero ver tus mejillas sonrojadas y la expresión de placer al
eyacular por mi causa sin duda debe ser mucho más satisfactorio.
Te prometo que no te habría dañado,
no más que yo me estoy dañando ahora como un cobarde relatando todo
esto entre lágrimas. Porque te deseo tan mío, muchacho. Mis manos
tiemblan sólo de imaginar la suerte de estar dentro de ti, meterme
entre tus nalgas, y gritar tu nombre mientras tú gritas el mío sin
pudor alguno, como cualquier mujercita de vida alegre.
Me cautivas, haces que te ame sin poder
entenderlo. Tú no estás loco Tarquín, yo soy el loco por creer que
puedo amarte con libertad y poder imaginar cientos de escenas
eróticas en mi colchón. No sabes como sufro al pensar que voy a
estar día tras día contemplándote sin poder hacer nada. Porque sé
que no me darás esa oportunidad, eres incapaz de hacerlo cegado por
esa pelirroja. No dudo que ella no te pueda llegar a amar, pero deseo
ser egoísta y quiero pensar que un hombre con mis años sabe amar de
verdad, sin caprichos. Quiero creer que yo te haría feliz y dichoso
sobre mi colchón, o sobre el tuyo.
Tal vez mañana no nos crucemos, pero
espero que encuentres esta carta en tu mesa junto al ordenador. ¿Por
qué digo que no nos cruzaremos? Muy sencillo, no puedo ser tutor de
alguien al que imagino desnudo regalándome noches de placer
desesperado. Por mi honor no comentes nada de esto a tu tía, tan
sólo le diré que rechazo la oferta.
Únicamente deseo que comprendas a este
hombre venido a menos que está firmando su sentencia de muerte. No
sé si podrás llegar a odiarme, pero si lo haces no se lo hagas
saber a tu tía. Ella y yo somos muy buenos amigos y por lo tanto no
me ocultaría un hecho tan relevante.
Te amo Tarquín,
Nash.
No hay comentarios:
Publicar un comentario