Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 28 de marzo de 2013

Confesiones a altas horas de la noche


Confesiones a altas horas de la noche.


Fanfic Nash x Quinn personajes de Blackwood Farm, novela perteneciente a las Crónicas Vampíricas de Rice. Éste fanfic está realizado por un grupo de personas, no únicamente por mí, y lo he editado para subirlo a Internet y a la página El Jardín Salvaje. 


Había sido invitado con suma cortesía a pasar un discreto fin de semana en el nuevo alojamiento de Tarquín, mi alumno predilecto, para que conociese sus nuevas fiestas llenas de lujo, sofisticación, y cierta diversión algo extravagante debido a la música que solía rezumar por cada ladrillo y losa. No podía rechazar su cordial correo electrónico pues sentía cierta necesidad que se agudizaba con el paso de los meses.

¿Cuántos meses iban desde nuestra última conversación a solas? Tal vez más de cinco meses porque aún hacía calor y a penas se podía estar fuera de su antigua vivienda, sentados en aquellas encantadoras sillas de mimbre blanco. Quizás era Julio o tal vez Agosto, el tiempo se detenía cuando conversábamos y no apreciaba los minutos como debiera.

Recordaba la conversación agradable, aunque conmovedora, sobre su tía a la cual aprecié enormemente. Echaba de menos la vitalidad de aquella mujer robusta pese a sus largas décadas, su cabello blanco bien peinado y sus zapatos de tacón. ¡Ah! Tía Queen, tan dulce y encantadora como siempre. Aún, a pesar de los años, no podía creer que ella se había esfumado.

Tomé un avión desde Londres, donde me encontraba exponiendo una tesis en la Universidad de Oxford, para reunirme con él. No deseaba ser maleducado con sus compañeros, y con él mismo, así que en el mismo aeropuerto compré algunos bombones, libros de poemas de escritores británicos, y un encantador llavero que decía “I Love London”.

Sin embargo, lo único que deseaba, y que el demonio me disculpe, era estar a su lado observando su tierna mirada perdida en algún punto de la habitación y sus labios pequeños arquearse en una tímida sonrisa. Necesitaba tener aquel cuerpo joven junto a mí, porque él parecía haber envejecido pese a los más de diez años desde que nos habíamos conocido.

Aparecí allí en medio de una fiesta algo alborotada, hombres y mujeres iban de un lado a otro riendo, hablando muy alto, y con los ojos llenos de expectación. Al pasar junto a un joven de unos veinte años, de cabello muy rubio y alborotado, sentí que lo conocía. Sin duda era uno de los extraños amigos de mi muchacho.

-Bonsoir- su acento francés seguía intacto como él, era asombroso que los años no pasaran cruelmente sobre un rostro tan atractivo-. Mi hermanito lo espera arriba, en la planta superior. Verá, hay una boardilla con una puerta de color más oscura que las restantes. Allí me ha dicho que lo espera para conversar sobre ciertos asuntos que no son de mi incumbencia.

-Había traído regalos para todos, pero me he dado cuenta que son más que los que animadamente me narra Tarquín en sus correos electrónicos – mis ojos se deslizaron por el ajeno notando como sonreía de forma jovial, casi como un bufón pero con carisma -. Subiré ahora mismo, pero tome – tendí unas bolsas repletas de obsequios salvo la caja de bombones de chocolate y menta.

Por primera vez en muchos años sentí mi viejo corazón bombear con fuerza. Mis ojos se cerraron respirando los distintos perfumes del ambiente y el olor a leña de una chimenea. Cuando los abrí estaba caminando por el pasillo buscando la puerta más oscura. Al hallarla mis piernas temblaron pero mi mano ya tenía agarrado el pomo, lo giraba, y empujaba para encontrarlo allí.

-¡Tarquín! ¡Mi querido muchacho! ¡No has cambiado nada!-grité dejando los bombones a un lado en un escritorio olvidando mis modales, pues deseaba ser abrazado por él como aquella primera noche.

-Nash- exclamó haciendo a un lado el libro incorporándose del sofá victoriano -. No esperé verte tan pronto- sonrió una vez más emocionado y excitado por su visita ya que desde hacía tiempo no nos veíamos. Ambos nos extrañábamos-. Por favor, pasa- dijo de nuevo con una sonrisa con un ademán con la diestra indicándome que me sentase a su derecha.

Me tomé la libertad de estrecharlo contra mí. Sus ojos azules idénticos a los de un gato se posaron en mí y mis deseos se apoderaron de mi viejo cuerpo. ¡Ah! El aroma de su fragancia siempre pegada a su ropa y sus suaves cabellos. Desconocía como no me había vuelto loco por su cercanía y su nulo interés en mí. Fue un golpe duro conocerlo para saber que estaba prohibido, además no mostraba interés alguno en mí. Si bien, preferí que él no deparara en mi persona a ser observado con deseo y no poder probarlo debido a mis regios principios. Él era mi alumno y yo su profesor.

-Un amigo tuyo me dijo que deseabas hablar conmigo aquí- dije apartándolo para poder ver su delgada y alta figura-. Sigues igual, es increíble como no pasan los años por mí y sin embargo yo cada vez estoy más canoso – sonreí con las manos apoyadas en sus escuálidos hombros que cientos de veces deseé besar como si fuese un dios.

Me descubrí observándolo fascinado y me avergoncé por ello. Cambié mi mirada de inmediato antes que él pudiese sorprenderme.

-Traje algunos bombones y libros, pensé que os gustarían – era una gentileza por mi parte traer para todos algo, sin embargo los chocolates más caros los había apartado para él -. Creo que recuerdo bien la marca de los chocolates que tanto te gustan, traje algunos para ti y también para Mona, si deseas compartir con ella algunos.

Esa caja era una metáfora. Yo era el muchacho que poseía los bombones y sin embargo debía ver como otros lo saboreaban descaradamente frente a mí. Aunque ya no era un muchacho sino un hombre maduro enamorado de un chico que apenas llegaba a los treinta y aparentaba tan sólo veinte años.

No debiste molestarte –una suave sonrisa apareció en sus labios la cual se fue esfumando tenuemente, al observar aquellos bombones, llevando una mano a su cabello que paso por detrás de su oreja. Con cuidado dejó un mechón de cabello, que le estorbaba desde hacía rato, bien acomodado despejando así su rostro-. Por favor pasa y siéntate –indicó una vez más en una amplia sonrisa ocultando ese pequeño malestar- Creo que hay mucho ruido abajo, permíteme por favor Nash –en una suave reverencia a modo de disculpa fue a cerrar la puerta.

La música subía por las escaleras como un ruidoso gigante que se hacía notar de forma insistente. Tras cerrar la puerta el ruido quedó algo oculto, pero seguía escuchándose las risas de los presentes y las voces unas más altas que otras.

-Creo que he venido en mitad de una fiesta bastante intensa ¿es así siempre?-pregunté observándolo mientras me perdía en su belleza que parecía no cambiar con el paso del tiempo. Seguía siendo el mismo muchacho mientras yo me consumía y sólo esperaba que fuese feliz a su modo.

-Si tan sólo conociera a todos aquellos invitados –rió tomando asiento frente a mí observándome. Supuse que lo hacía para ver los visibles los cambios en mi anatomía. Mis cabellos eran más canos, mis ojos tenían más arrugas y el cansancio se notaba más en mi rostro- Descortés que soy –dijo negando suavemente sonriendo y con gentileza pregunto- ¿Cómo estás? Si tía Queen estuviese me habría lanzado una de sus famosas miradas acusadoras

-Ah, tu tía Queen- dije recordando aquella encantadora y vital mujer. A veces extrañaba levantar el teléfono y escuchar su voz, o tan sólo ir a buscarla para conversar sobre cualquier cosa. Una mujer que parecía que iba a durar para siempre, y sin embargo hacía ya algo más de una década que no estaba -. Justo hace unas semanas encontré un camafeo en una tienda de antigüedades muy parecido a uno que poseyó- comenté con una leve sonrisa mientras lo miraba a los ojos completamente embelesado-. Estoy bien, ya sabes que sigo siendo el tutor de Tommy y Jerome es un chico encantador, pero creo que hice bien alejándome unos meses para terminar mi ensayo sobre literatura del siglo XVIII en Inglaterra- deseaba abrazarlo de nuevo, un gesto íntimo que me permitiese saber que estaba todo bien en su vida y marcharme agradecido por haber compartido con él unas cuantas palabras-. Yo estoy bien, pero quien me preocupa eres tú como siempre. ¿Cómo has estado? ¿Has encontrado algo interesante que te llame la atención? Aún recuerdo lo obsesionado que viviste con aquel lugar que ahora casi no nombras.

-Estoy bien –sonrió un tanto amargo alborotando su cabello y emitiendo un suspiro. Sabía que esos gestos decían la verdad, cosa que su boca callaba. Siempre fue muy expresivo-. He pensado que Jerome y Tommy ya son lo suficientemente grandes como para ir a Europa de paseo –cambió radicalmente el tema-. El motivo por el cual escribí ese correo era ello, hace algunas noches hable con ellos y al parecer les agrado aquella idea. Tommy ya tuvo la oportunidad de viajar anteriormente, pero Jerome aun no, y creo que debería conocer otro entorno totalmente distinto a Blackwood Manor ¿No crees?

Su hijo y su tío eran lo más importante que existía en Blackwood, de donde se había distanciado notablemente aunque siempre aparecía con nuevas ideas para relanzar las visitas y provocar que, a pesar de los malos tiempos económicos, nosotros tuviésemos siempre la oportunidad de ver llena la mansión y las tierras contiguas. Incluso se había narrado con cuidado la historia de Rebeca y en ocasiones venía en las noches uno de sus amigos, el cual se llamaba David Talbot, y recorría el cementerio explicándoles a todos las almas que él veía y que por allí aún rondaban. Eran visitas que reportaban dinero y también añadía un escalón más en la leyenda.

Por supuesto, claro está, noté que era un cambio de conversación, por ello me aseguré de no ahondar en la herida. Fuese el problema que fuese él parecía obviarlo. Sonreí como si nada escuchando atentamente el encargo.

-Podríamos empezar por Roma, quizás seguir en Grecia, Londres, Madrid y Barcelona y posiblemente, si me lo permites ir a Canadá. Europa y el mundo entero debería ser recorrido por los jóvenes. Deben saber la cultura, sentirla como tú la sentiste y estoy seguro que serán tan felices como fuiste en ese viaje. Si bien, incluso podríamos añadir ciudades del centro y sur de América. Siempre, claro está, bien protegidos sobre todo si terminamos viajando a Brasil. Ya sabes que ocurre últimamente con los extranjeros en ciertas zonas -recordé mientras hablaba las noches en las cuales el prácticamente se quedó dormido sobre mí y mis deseos de estrecharlo, besarlo y acariciar su cuerpo de forma íntima. Me controlaba porque era una deshonra el sentirme tan atraído por quien a penas era un niño-. Para mí fueron unos días hermosos-guardé en silencio un extraño deseo. Durante el recorrido rogué que se olvidara de Mona y terminase comprendiendo que mi afecto era más allá que el de un compañero de viaje y recuerdos.

Muchas noches lo miraba sintiéndome especial por compartir esos momentos y en mis recuerdos todo parecía más dorado que la realidad. Su sonrisas cómplices a veces me hicieron malinterpretar sus intenciones, pero volvía a la realidad cuando me mostraba los correos de Mona y empezaba a parlotear lo feliz que sería cuando se casaran ambos. Yo entonces sonreía y reía asintiendo a todos.

-Mi primera resaca como olvidarla –rápidamente cubrió su rostro con ambas manos negando- Ahh no volvería a hacer eso en mi vida, creo que beber demasiado no es lo mío.

-Nadie podía con tía Queen, incluso yo terminé ebrio aquella noche. No creo que fuese un buen ejemplo para ti aquel día- por unos segundos vinieron a mi mente sus labios y el rubor de sus mejillas. Estuve a punto de caer sobre él alegando que estaba ebrio, pero no lo habría comprendido jamás. Entonces, noté que estaba envejeciendo y que pronto podía ir a la tumba sin confesar mis pecados. Tragué saliva mientras mi sonrisa se oscurecía y mis ojos brillaban con lágrimas que no quisieron salir por sí solas-. Debería confesarte algo, pero aún no he reunido el valor suficiente.

-¿Confesar? –interrogó frunciendo levemente el ceño y acabó sonriendo de forma encantadora reclinándose sobre el sofá divertido por recordar un incidente reciente-. Si es por lo de Tommy y Jerome los cuales devoraron solos el pay de manzana que Gran Ramona hizo aquella vez no es nada malo, no debiste decir que fuiste tú para encubrirlos. Todo está bien, días después confesaron su fechoría.

Era cierto. Hacía como una semana encubrí a ambos. Ella había dejado enfriándose el postre para poder servirlo en el almuerzo, pero ellos corrieron a la cocina como moscas y revolotearon. Primero, según Tommy, miraron el pastel preguntándose cuanto les tocaría a cada uno. Jerome entonces hundió su dedo y se llevó este a la boca con cierta inocencia. Sus ojos azules y su sonrisa pilla me confesaron que tras eso hubo otra prueba... Tommy le acompañó a probar, por supuesto, por puro miedo que Romona se hubiese equivocado. Finalmente ambos acabaron con el pastel cuando yo entraba en cocina por un vaso de agua. Jerome lamía el recipiente y Tommy estaba sentado en la encimera tocándose el vientre. Eran peores que cuando eran pequeños, pues cuando pequeños temían más los castigos.

Si bien, no era eso lo que quería confesar. Hice aquello fue por cariño a ambos y una extraña necesidad de protegerlos. Realmente había criado a esos niños como si fuesen hijos míos, ya que era imposible que yo pudiese ser padre.

-No, no es eso -dije intentando reír pero la situación se enrarecía. Él jamás se había percatado de mis deseos y desconocía como vería el que cuidase por ello a su hijo y su tío-. Antes que me marche a Europa y recorra el mundo con Tommy y Jerome quiero que sepas el motivo por el cual deseé irme de Blackwood aquella vez.

-Fue por trabajo ¿no es así? -susurró frunciendo aun más el ceño y ladeó la cabeza.

-A veces me resulta incomprensible que puedas llegar a ser tan inocente... -murmuré completamente atónito con una leve sonrisa en mis labios-. No, no fue por trabajo sino porque mis sentimientos se vieron involucrados y creí que sería imposible ser tu tutor. Ahora que lo he dicho siento un gran preso fuera de mis hombros, como si me hubiese liberado -me eché a reír intentando quitarle hierro al asunto le di un leve golpe con mi mano derecha en su rodillas-. No te preocupes, sólo deseo verte feliz y con ello yo también lo soy.

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Lestat de Lioncourt