Confesiones a altas horas de la noche.
Fanfic Nash x Quinn personajes de Blackwood Farm, novela perteneciente a las Crónicas Vampíricas de Rice. Éste fanfic está realizado por un grupo de personas, no únicamente por mí, y lo he editado para subirlo a Internet y a la página El Jardín Salvaje.
Había sido invitado con suma cortesía
a pasar un discreto fin de semana en el nuevo alojamiento de Tarquín,
mi alumno predilecto, para que conociese sus nuevas fiestas llenas de
lujo, sofisticación, y cierta diversión algo extravagante debido a
la música que solía rezumar por cada ladrillo y losa. No podía
rechazar su cordial correo electrónico pues sentía cierta necesidad
que se agudizaba con el paso de los meses.
¿Cuántos meses iban desde nuestra
última conversación a solas? Tal vez más de cinco meses porque aún
hacía calor y a penas se podía estar fuera de su antigua vivienda,
sentados en aquellas encantadoras sillas de mimbre blanco. Quizás
era Julio o tal vez Agosto, el tiempo se detenía cuando
conversábamos y no apreciaba los minutos como debiera.
Recordaba la conversación agradable,
aunque conmovedora, sobre su tía a la cual aprecié enormemente.
Echaba de menos la vitalidad de aquella mujer robusta pese a sus
largas décadas, su cabello blanco bien peinado y sus zapatos de
tacón. ¡Ah! Tía Queen, tan dulce y encantadora como siempre. Aún,
a pesar de los años, no podía creer que ella se había esfumado.
Tomé un avión desde Londres, donde me
encontraba exponiendo una tesis en la Universidad de Oxford, para
reunirme con él. No deseaba ser maleducado con sus compañeros, y
con él mismo, así que en el mismo aeropuerto compré algunos
bombones, libros de poemas de escritores británicos, y un encantador
llavero que decía “I Love London”.
Sin embargo, lo único que deseaba, y
que el demonio me disculpe, era estar a su lado observando su tierna
mirada perdida en algún punto de la habitación y sus labios
pequeños arquearse en una tímida sonrisa. Necesitaba tener aquel
cuerpo joven junto a mí, porque él parecía haber envejecido pese a
los más de diez años desde que nos habíamos conocido.
Aparecí allí en medio de una fiesta
algo alborotada, hombres y mujeres iban de un lado a otro riendo,
hablando muy alto, y con los ojos llenos de expectación. Al pasar
junto a un joven de unos veinte años, de cabello muy rubio y
alborotado, sentí que lo conocía. Sin duda era uno de los extraños
amigos de mi muchacho.
-Bonsoir- su acento francés seguía
intacto como él, era asombroso que los años no pasaran cruelmente
sobre un rostro tan atractivo-. Mi hermanito lo espera arriba, en la
planta superior. Verá, hay una boardilla con una puerta de color más
oscura que las restantes. Allí me ha dicho que lo espera para
conversar sobre ciertos asuntos que no son de mi incumbencia.
-Había traído regalos para todos,
pero me he dado cuenta que son más que los que animadamente me narra
Tarquín en sus correos electrónicos – mis ojos se deslizaron por
el ajeno notando como sonreía de forma jovial, casi como un bufón
pero con carisma -. Subiré ahora mismo, pero tome – tendí unas
bolsas repletas de obsequios salvo la caja de bombones de chocolate y
menta.
Por primera vez en muchos años sentí
mi viejo corazón bombear con fuerza. Mis ojos se cerraron respirando
los distintos perfumes del ambiente y el olor a leña de una
chimenea. Cuando los abrí estaba caminando por el pasillo buscando
la puerta más oscura. Al hallarla mis piernas temblaron pero mi mano
ya tenía agarrado el pomo, lo giraba, y empujaba para encontrarlo
allí.
-¡Tarquín! ¡Mi querido muchacho! ¡No
has cambiado nada!-grité dejando los bombones a un lado en un
escritorio olvidando mis modales, pues deseaba ser abrazado por él
como aquella primera noche.
-Nash- exclamó haciendo a un lado el
libro incorporándose del sofá victoriano -. No esperé verte tan
pronto- sonrió una vez más emocionado y excitado por su visita ya
que desde hacía tiempo no nos veíamos. Ambos nos extrañábamos-.
Por favor, pasa- dijo de nuevo con una sonrisa con un ademán con la
diestra indicándome que me sentase a su derecha.
Me tomé la libertad de estrecharlo
contra mí. Sus ojos azules idénticos a los de un gato se posaron en
mí y mis deseos se apoderaron de mi viejo cuerpo. ¡Ah! El aroma de
su fragancia siempre pegada a su ropa y sus suaves cabellos.
Desconocía como no me había vuelto loco por su cercanía y su nulo
interés en mí. Fue un golpe duro conocerlo para saber que estaba
prohibido, además no mostraba interés alguno en mí. Si bien,
preferí que él no deparara en mi persona a ser observado con deseo
y no poder probarlo debido a mis regios principios. Él era mi alumno
y yo su profesor.
-Un amigo tuyo me dijo que deseabas
hablar conmigo aquí- dije apartándolo para poder ver su delgada y
alta figura-. Sigues igual, es increíble como no pasan los años por
mí y sin embargo yo cada vez estoy más canoso – sonreí con las
manos apoyadas en sus escuálidos hombros que cientos de veces deseé
besar como si fuese un dios.
Me descubrí observándolo fascinado y
me avergoncé por ello. Cambié mi mirada de inmediato antes que él
pudiese sorprenderme.
-Traje algunos bombones y libros, pensé
que os gustarían – era una gentileza por mi parte traer para todos
algo, sin embargo los chocolates más caros los había apartado para
él -. Creo que recuerdo bien la marca de los chocolates que tanto te
gustan, traje algunos para ti y también para Mona, si deseas
compartir con ella algunos.
Esa caja era una metáfora. Yo era el
muchacho que poseía los bombones y sin embargo debía ver como otros
lo saboreaban descaradamente frente a mí. Aunque ya no era un
muchacho sino un hombre maduro enamorado de un chico que apenas
llegaba a los treinta y aparentaba tan sólo veinte años.
No debiste molestarte –una suave
sonrisa apareció en sus labios la cual se fue esfumando tenuemente,
al observar aquellos bombones, llevando una mano a su cabello que
paso por detrás de su oreja. Con cuidado dejó un mechón de
cabello, que le estorbaba desde hacía rato, bien acomodado
despejando así su rostro-. Por favor pasa y siéntate –indicó una
vez más en una amplia sonrisa ocultando ese pequeño malestar- Creo
que hay mucho ruido abajo, permíteme por favor Nash –en una suave
reverencia a modo de disculpa fue a cerrar la puerta.
La música subía por las escaleras
como un ruidoso gigante que se hacía notar de forma insistente. Tras
cerrar la puerta el ruido quedó algo oculto, pero seguía
escuchándose las risas de los presentes y las voces unas más altas
que otras.
-Creo que he venido en mitad de una
fiesta bastante intensa ¿es así siempre?-pregunté observándolo
mientras me perdía en su belleza que parecía no cambiar con el paso
del tiempo. Seguía siendo el mismo muchacho mientras yo me consumía
y sólo esperaba que fuese feliz a su modo.
-Si tan sólo conociera a todos
aquellos invitados –rió tomando asiento frente a mí observándome.
Supuse que lo hacía para ver los visibles los cambios en mi
anatomía. Mis cabellos eran más canos, mis ojos tenían más
arrugas y el cansancio se notaba más en mi rostro- Descortés que
soy –dijo negando suavemente sonriendo y con gentileza pregunto-
¿Cómo estás? Si tía Queen estuviese me habría lanzado una de sus
famosas miradas acusadoras
-Ah, tu tía Queen- dije recordando
aquella encantadora y vital mujer. A veces extrañaba levantar el
teléfono y escuchar su voz, o tan sólo ir a buscarla para conversar
sobre cualquier cosa. Una mujer que parecía que iba a durar para
siempre, y sin embargo hacía ya algo más de una década que no
estaba -. Justo hace unas semanas encontré un camafeo en una tienda
de antigüedades muy parecido a uno que poseyó- comenté con una
leve sonrisa mientras lo miraba a los ojos completamente embelesado-.
Estoy bien, ya sabes que sigo siendo el tutor de Tommy y Jerome es un
chico encantador, pero creo que hice bien alejándome unos meses para
terminar mi ensayo sobre literatura del siglo XVIII en Inglaterra-
deseaba abrazarlo de nuevo, un gesto íntimo que me permitiese saber
que estaba todo bien en su vida y marcharme agradecido por haber
compartido con él unas cuantas palabras-. Yo estoy bien, pero quien
me preocupa eres tú como siempre. ¿Cómo has estado? ¿Has
encontrado algo interesante que te llame la atención? Aún recuerdo
lo obsesionado que viviste con aquel lugar que ahora casi no nombras.
-Estoy bien –sonrió un tanto amargo
alborotando su cabello y emitiendo un suspiro. Sabía que esos gestos
decían la verdad, cosa que su boca callaba. Siempre fue muy
expresivo-. He pensado que Jerome y Tommy ya son lo suficientemente
grandes como para ir a Europa de paseo –cambió radicalmente el
tema-. El motivo por el cual escribí ese correo era ello, hace
algunas noches hable con ellos y al parecer les agrado aquella idea.
Tommy ya tuvo la oportunidad de viajar anteriormente, pero Jerome aun
no, y creo que debería conocer otro entorno totalmente distinto a
Blackwood Manor ¿No crees?
Su hijo y su tío eran lo más
importante que existía en Blackwood, de donde se había distanciado
notablemente aunque siempre aparecía con nuevas ideas para relanzar
las visitas y provocar que, a pesar de los malos tiempos económicos,
nosotros tuviésemos siempre la oportunidad de ver llena la mansión
y las tierras contiguas. Incluso se había narrado con cuidado la
historia de Rebeca y en ocasiones venía en las noches uno de sus
amigos, el cual se llamaba David Talbot, y recorría el cementerio
explicándoles a todos las almas que él veía y que por allí aún
rondaban. Eran visitas que reportaban dinero y también añadía un
escalón más en la leyenda.
Por supuesto, claro está, noté que
era un cambio de conversación, por ello me aseguré de no ahondar en
la herida. Fuese el problema que fuese él parecía obviarlo. Sonreí
como si nada escuchando atentamente el encargo.
-Podríamos empezar por Roma, quizás
seguir en Grecia, Londres, Madrid y Barcelona y posiblemente, si me
lo permites ir a Canadá. Europa y el mundo entero debería ser
recorrido por los jóvenes. Deben saber la cultura, sentirla como tú
la sentiste y estoy seguro que serán tan felices como fuiste en ese
viaje. Si bien, incluso podríamos añadir ciudades del centro y sur
de América. Siempre, claro está, bien protegidos sobre todo si
terminamos viajando a Brasil. Ya sabes que ocurre últimamente con
los extranjeros en ciertas zonas -recordé mientras hablaba las
noches en las cuales el prácticamente se quedó dormido sobre mí y
mis deseos de estrecharlo, besarlo y acariciar su cuerpo de forma
íntima. Me controlaba porque era una deshonra el sentirme tan
atraído por quien a penas era un niño-. Para mí fueron unos días
hermosos-guardé en silencio un extraño deseo. Durante el recorrido
rogué que se olvidara de Mona y terminase comprendiendo que mi
afecto era más allá que el de un compañero de viaje y recuerdos.
Muchas noches lo miraba sintiéndome
especial por compartir esos momentos y en mis recuerdos todo parecía
más dorado que la realidad. Su sonrisas cómplices a veces me
hicieron malinterpretar sus intenciones, pero volvía a la realidad
cuando me mostraba los correos de Mona y empezaba a parlotear lo
feliz que sería cuando se casaran ambos. Yo entonces sonreía y reía
asintiendo a todos.
-Mi primera resaca como olvidarla
–rápidamente cubrió su rostro con ambas manos negando- Ahh no
volvería a hacer eso en mi vida, creo que beber demasiado no es lo
mío.
-Nadie podía con tía Queen, incluso
yo terminé ebrio aquella noche. No creo que fuese un buen ejemplo
para ti aquel día- por unos segundos vinieron a mi mente sus labios
y el rubor de sus mejillas. Estuve a punto de caer sobre él alegando
que estaba ebrio, pero no lo habría comprendido jamás. Entonces,
noté que estaba envejeciendo y que pronto podía ir a la tumba sin
confesar mis pecados. Tragué saliva mientras mi sonrisa se oscurecía
y mis ojos brillaban con lágrimas que no quisieron salir por sí
solas-. Debería confesarte algo, pero aún no he reunido el valor
suficiente.
-¿Confesar? –interrogó frunciendo
levemente el ceño y acabó sonriendo de forma encantadora
reclinándose sobre el sofá divertido por recordar un incidente
reciente-. Si es por lo de Tommy y Jerome los cuales devoraron solos
el pay de manzana que Gran Ramona hizo aquella vez no es nada malo,
no debiste decir que fuiste tú para encubrirlos. Todo está bien,
días después confesaron su fechoría.
Era cierto. Hacía como una semana
encubrí a ambos. Ella había dejado enfriándose el postre para
poder servirlo en el almuerzo, pero ellos corrieron a la cocina como
moscas y revolotearon. Primero, según Tommy, miraron el pastel
preguntándose cuanto les tocaría a cada uno. Jerome entonces hundió
su dedo y se llevó este a la boca con cierta inocencia. Sus ojos
azules y su sonrisa pilla me confesaron que tras eso hubo otra
prueba... Tommy le acompañó a probar, por supuesto, por puro miedo
que Romona se hubiese equivocado. Finalmente ambos acabaron con el
pastel cuando yo entraba en cocina por un vaso de agua. Jerome lamía
el recipiente y Tommy estaba sentado en la encimera tocándose el
vientre. Eran peores que cuando eran pequeños, pues cuando pequeños
temían más los castigos.
Si bien, no era eso lo que quería
confesar. Hice aquello fue por cariño a ambos y una extraña
necesidad de protegerlos. Realmente había criado a esos niños como
si fuesen hijos míos, ya que era imposible que yo pudiese ser padre.
-No, no es eso -dije intentando reír
pero la situación se enrarecía. Él jamás se había percatado de
mis deseos y desconocía como vería el que cuidase por ello a su
hijo y su tío-. Antes que me marche a Europa y recorra el mundo con
Tommy y Jerome quiero que sepas el motivo por el cual deseé irme de
Blackwood aquella vez.
-Fue por trabajo ¿no es así? -susurró
frunciendo aun más el ceño y ladeó la cabeza.
-A veces me resulta incomprensible que
puedas llegar a ser tan inocente... -murmuré completamente atónito
con una leve sonrisa en mis labios-. No, no fue por trabajo sino
porque mis sentimientos se vieron involucrados y creí que sería
imposible ser tu tutor. Ahora que lo he dicho siento un gran preso
fuera de mis hombros, como si me hubiese liberado -me eché a reír
intentando quitarle hierro al asunto le di un leve golpe con mi mano
derecha en su rodillas-. No te preocupes, sólo deseo verte feliz y
con ello yo también lo soy.
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