Dedicado en homenaje a Mona Mayfair
Realizado por el usuario de D. Talbot
Jardín Salvaje F.B
La vieja Mansión Mayfair es un lugar
lleno de misterios, al igual que la vieja casa matriz de Talamasca.
Son lugares con encanto, altos techos y un aroma especial que
únicamente puedes hallar en ellos. El dulzón aroma de la muerte,
misterio e historia. La primera sensación que percibí al tocar la
cancela hacia el interior de la propiedad Mayfair fue una pesadez
impactante.
Individuos que nunca han estado en
contacto con lugares como éstos acaban mareados, cayendo al suelo
casi desplomados, y hablando incoherencias. Los espíritus y
fantasmas que rondan la piscina octogonal, los dos enormes árboles
del jardín que proyectan sombras agradables en el césped, y el
aroma a jazmín y otras plantas típicas de New Orleans se mezcla con
la tierra mojada cuando llueve.
Hay quienes detestan la lluvia, pero es
cierto que no hay ciudad más hermosa que New Orleans cuando llueve.
Esa sensación agradable y vital que muchos brujos tienen como
funesto presentimiento, como muerte de uno de los suyos, limpian las
calles dejando que el tintineo agradable termine salpicando los
cristales en un murmullo descomunal.
Hoy estoy sentado frente al piano
acariciando sus teclas. Olvidé mi camisa en el suelo de la sala,
junto a mi corbata y la poca decencia que me quedaba. Mi cuerpo casi
desnudo se inclina suavemente sin perder atención a las teclas que
se hunden con sutileza bajo mis dedos. No siento frío, calor o
remordimientos. Mona está tras mi espalda arrojada como una pantera
negra frente a un hermoso lago profundo y fresco. Es sugerente y
bella, tan bella que provocaría que un ángel llorara cargado de
pecado por la envidia suscitada por sus intensos ojos verdes, labios
atractivos y delicada figura cargada de curvas para nada aniñada.
Delgada, de piel lechosa y pecas cuantiosas que la aniñan pese a
todo. Sus cabellos son una selva de fuego que cae rozando sus
mejillas teñidas en color guinda. Juraría que eran rubí hacía
unos minutos, pero la intensidad iba descendiendo mientras reía
recordando la intensa pasión que le ofrecía.
-Vas a desgastar el piano, podrías
tocarme si lo quisieras y sacarías mejores melodías- dijo
incorporándose para aproximarse hasta mí, aunque quedó a un par de
pasos- Mírame ¿no soy preciosa? Tengo los pechos pequeños pero no
caídos y con unos hermosos pezones rosados.
-¿Y qué deseas que toque?-pregunté
girándome ansioso hacia ella, a pesar del deseo de mantenerme
calmado por unas horas.
-No lo sé, ¿por qué no inventas la
melodía?-respondió estirando sus manos suaves hacia mí, dejando
caricias sutiles sobre mi mandíbula para dejarlas abandonadas en mis
anchos hombros.
Me arrodillé frente a ella besando su
ombligo, sintiendo como su vello se erizaba y como sus piernas se
abrían sutiles. Mi lengua se deslizó por su vientre como si fuese
su mascota saludándola esperando que me correspondiera. Y su
respuesta fue una risotada mientras mis manos ásperas, grandes y
masculinas dejaban caricias en sus caderas.
Hoy hice el amor con ella sobre la
alfombra, en el sofá y también frente al piano. Toqué la hermosa
melodía de la pasión cargada de sentimientos románticos.
Reconozco, que hasta hoy creí haber amado pero sé que no lo he
hecho hasta este preciso momento. Ella realmente se ha vuelto la
mujer de mi vida.
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