Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 6 de mayo de 2013

Entrevista con la heredera


Estas entrevistas sacan cierto resumen de las crónicas como las brujas de Mayfair. Así, como le da un nuevo sentido de rol para no hacer un resumen estricto, aunque sí en muchos sentidos es bastante marcado con el libro. Se guarda aquí y es para EL JARDÍN SALVAJE. 


La emisión de la tercera entrevista se había rodado en un ambiente más cercano a David. Podría decir que el aire intimista de su despacho, el cual era sobrio y rodeado de viejas carpetas, con libros apilados en un lugar y otro, con cientos de folios archivados en cajas de distinto tamaño, era sin duda un caos lleno de orden.

Era una habitación amplia llena de estanterías, una caja fuerte a la vista con una combinación imposible de descifrar, y tenía una elegante mesa de roble con patas talladas con ángeles, pequeñas figuras de dioses de diversas religiones y palabras en idiomas que ya se desconocían. La alfombra persa que se hallaba en el centro de la habitación era sin duda muy exuberante y llena de color, la cual absorbía la atención de cualquiera que amase los detalles de algo tan fino y delicado. La ventana estaba abierta, pero no corría ni pizca de brisa. Se había dejado así para que el aroma del jardín se transportara hacia la estancia, la cual se iluminaba con una lámpara muy potente de pie enroscado que se alzaba en una de las esquinas del despacho, así como la que descendía desde el techo y la cual era muy llamativa, pues también era enroscada y aparentaba ser el brazo de un árbol con cientos de luciérnagas a su alrededor. Sobre la mesa del despacho había diversos tratados de hechicería y una enorme carpeta de Talamasca, la cual había salido sin permiso de sus garras, y colocada abierta.

En la estancia se hallaba ya David, sentado de forma elegante en un sillón XVI tapizado en verde, el color de la alfombra y del papel pintado así como de las cortinas. Sus codos estaban sujetados por los brazos del asiento, el cual parecía cómodo. Vestía un traje elegante y clásico, como era costumbre en él, y con una corbata con un nudo sencillo de color rojo, igual que los cabellos de la bruja que iba a conversar con él esa noche. Traje negro, camisa blanca completamente pulcra, y una corbata llamativa en medio de una llamativa habitación.

-Bienvenidos una noche más a nuestra ya no tan infrecuente cita- comentó mirando a cámara con una leve sonrisa, mientras ésta enfocaba directamente a la pareja.

Mona estaba sentada sobre sus piernas, con ambas manos sobre su corbata sin dejar de mirarlo. Parecía fascinada por sus ojos fijos sobre su rostro serio, aunque con aquella sonrisa galante nadie diría que era un hombre sobrio, y con sus cabellos tan alborotados que parecían retener hojas del jardín tras haber cabalgado horas entre los altos árboles cargados de flores, y pronto de frutos.

-Hoy nos acompaña Mona Mayfair- dijo algo tan evidente que provocó que sonriera de forma más amplia-. Ella es una de las brujas más importantes y, desde que la convirtiera Lestat, sin duda una de sus hijas de la noche más fuertes y deslumbrantes.

Ignoró todo por unos instantes acomodando su corbata, pero al escucharlo hablar en dirección a la cámara sonrió de la forma más encantadora posible.

–Buenas noches y gracias por la invitación David –sonrió una vez más dirigiendo la mirada a su acompañante acomodando suavemente la corbata dentro del traje, con ciertos movimientos imperceptibles para algunos, pero confidenciales entre ambos. Esa noche decidió usar un vestido blanco de encaje sin hombros, el cual acompaño con un vistoso collar de perlas. –Ya debo sentarme ¿No es así?- susurró con suavidad ignorando la cámara sin borrar aquella sonrisa.

-No tienes porque sentarte en la otra silla si no deseas- respondió con suavidad deseando que permaneciera de aquella forma. Sentirla cerca se había vuelto una adicción.

Tenía un aroma dulzón, como la muerte, pero tan agradable que lo hacía sumirse en una eterna luna de miel. Desde la desaparición de Merrick no había logrado centrarse en algo que no fuesen sus documentos, sin embargo Mona había hecho que su atención fuese a su delicada figura de cintura pequeña y caderas insinuantes. Sus cabellos pelirrojos rozaban su chaqueta y prácticamente su mentón. Ella era una mujer de ojos profundos, tan verdes como las praderas de los sueños sobre el paraíso, que le encandilaban con un solo vistazo.

-Puedo hacer aquí la entrevista si lo deseas, pues lo importante es que te sientas cómoda- comentó deslizando con sutileza su mano derecha, la cual no se podía ver por el objetivo, por su espalda. Sus dedos largos y algo gruesos, tan masculinos, jugaban con su columna vertebral y la punta de sus cabellos.

–Iré a tomar asiento- respondió levantándose, acomodando su falda, y dirigiéndose a la silla frente a él. Se sentó cruzando la pierna al tomar asiento, intentando no sonreír al ver que la observaba.

David parecía maldecir el no sentir su agradable peso, sus largas piernas prácticamente enroscadas a las suyas, y aún así sonrió de forma sutil como si no importase lo más mínimo. Su mano quedó apoyada en los brazos del hermoso sillón mientras intentaba iniciar las preguntas.

-Muchos tienen un concepto errado sobre ti, como alguien que no ha sufrido jamás y por ello te permites el lujo de ver el sufrimiento en otros -comentó provocando que su rostro se volviese serio. La pregunta era importante para Mona y no podía tomarse aquello como un simple juego-. ¿Qué piensas de aquellos que te toman por una chica sin preocupaciones? ¿Cuáles son ahora la principal?

Suavemente aparto el cabello que le molestaba, manteniendo éste por detrás de su oreja, frunciendo el ceño con suavidad.

–Siempre las he tenido, simplemente que la vida me enseño a ocultarlos. Desde que era pequeña mis padres vivían emborrachándose y las decisiones en todas ocasiones eran tomadas por mí. La anciana Evelyn es una persona mayor, sin embargo no me gustaba molestarla con mis cosas. En cambio, tía Gifford, hermana de mi madre Alicia, fue la única al pendiente de mí junto a tío Ryan. Simplemente, los que hablan o no conocen de mí, o no quieren conocerme, y es porque quizá prefieren encasillarme en un papel de villana cuando muchas veces lo único que hago es decir las cosas tal cual son.

Él sabía que era cierto. La sinceridad de Mona siempre había estado ahí y hacía lo que bien quería, pues una persona que había vivido sin leyes, prácticamente, no podía pedirse que se pusieran leyes ciertas y eficientes. Ella se regía por su instinto y era eso lo que proyectaba en otros un odio profundo. No todos podían hacer lo que uno deseaba pues siempre estaban las normas morales, las cuales habitualmente eran adaptadas por nuestra familia.

-¿Hay algún recuerdo bueno en tu infancia?-preguntó intentando indagar, para él mismo y para todos, sobre su niñez. A veces un hecho triste para muchos podía ser destacado como feliz y viceversa-. Algo que a la larga te haya hecho más fuerte, decidida o simplemente creas que fue mejor que pasara en aquellos días que en los actuales.

-Se escuchará cruel, pero creo que la muerte de mi madre me sirvió para centrarme y convertirme en la heredera del legado con solo trece años. Creo que son sucesos importantes en mi vida y tengo ciertos recuerdos de mi madre junto a mí, pero en su mayoría son ocupados por la anciana Evelyn y tía Gifford- respondió con calma lamiendo sus labios con rapidez, frunciendo el ceño e indagando en sus recuerdos.

Era posible que buscase alguno más, pero David sabía cuando era el momento de pasar a otro asunto. Recordar el dolor del pasado era reabrir heridas que parecían sanadas, pero pronto se volvían igual de sangrantes y podía provocar que sus lágrimas se derramasen una vez más.

-¿Cuál ha sido el mayor amor de tu vida? Muchos hasta el momento pensaban que quizás Tarquin, el heredero de los Blackwood, era sin duda ese amor por el cual decidiste ser Ophelia Inmortal y abandonarte a la espera- comentó con seriedad a sabiendas que podía herirle la respuesta, sin embargo era un hombre centrado y no permitió que ningún atisbo de duda, o dolor, se pudiese proyectar a la cámara.

-Esta es una complicada- sonrió mordiéndose el labio inferior- Admito que Quinn es un chico encantador, tierno y sensible. Durante mis quince años se convirtió en aquel romance el cual espere los tres años que se fue a Europa; sin embargo, ambos comenzamos a caer en la cotidianidad, y en cierto modo, me sentía herida al no poder darle ese hijo que deseaba, amaba a Jerome y Tommy es verdad, pero creo que no pude seguir viviendo con aquella tristeza. A decir verdad Quinn es y será uno de los capítulos en mi vida más hermosos e inesperados –mencionó sonriendo con cierta melancolía – Ahora estoy escribiendo otro, y debo decir, que de igual modo es satisfactorio darse una segunda oportunidad como tú sabrás –nuevamente una sonrisa iluminó su rostro observando fijamente a David –Creo que dije de más –irrumpió la entrevista cubriendo su rostro apenada echándose a reír.

Por supuesto que él sabía a qué etapa se refería Mona. Una etapa que ambos estaban viviendo y que se deducía por su forma de hablar, completamente exaltados por la felicidad. La sonrisa tímida y gentil de David, la cual solía surgir tan sólo en momentos exactos, en esos instantes era imposible de ocultar. Sus ojos hablaban de un amor enloquecido, desesperado tal vez, que tenía una llama tan intensa que podía quemar a ambos quizás.

-Muchos desconocen que fuiste madre a temprana edad, también que sufriste cuando te arrancaron esa hija que tanto apreciabas, lo cual te hizo enfermar tras el parto y te llevó casi a consumirte como una pequeña vela- comentó con cierto deje de tristeza. Intentar imaginar a Mona completamente en los huesos, con el cabello algo sucio por el sudor de la fiebre de una moribunda, y los ojos hundidos en la muerte le hizo temblar-. Dime Mona ¿cómo es que lograste curarte hasta el extremo de ser fértil? ¿Tan fuerte fue el don de Lestat? ¿O se trató de un conjuro?

-No fue un hechizo. La poderosa sangre de Lestat fue la que logró regenerar aquella vitalidad, la cual consumió el parto de mi amada Morrigan –observó una vez más a David, retirando por debajo de la mesa su zapatilla comenzando a acariciar con el pie la pantorrilla y pierna de éste –Amaba y odiaba Morrigan. Me temo que por ser menor de edad no tenía esa madurez para ser madre, fue una gran sorpresa al igual que Zaira y tú sabrás ahora lo que es eso –rompiendo a reír con coquetería retiro suavemente el cabello, el cual nuevamente cayó por su rostro, sin dejar de acariciar su pierna.

Mona era demasiado encantadora y encandilaba a la cámara del mismo modo que lo encandilaba a él. Brillaba con una luz propia digna de una Mayfair. Su sonrisa era burlona y seductora a la vez, como la de una niña que quiere ser mujer y no una mujer que quiere ser tan traviesa como una niña. Sus pechos eran delicados y tenían una bonita forma con aquel vestido, cosa que provocaba que David en algún momento quedase con sus ojos clavados en su busto. Se sentía tentado a no ser caballeroso, pero eso lo dejaba para momentos mas íntimos. Sin embargo, esa coquetería y el juego tentador que ella iniciaba provocó que él se relajara.

-Sí, nuestro futuro hijo -dijo para sorpresa del cámara, el cual no esperaba aquello. En el guión no había nada igual. Habían repasado para no tener los papeles en sus manos, lo cual le daba una imagen poco profesional-. Si es niño se llamará David, como yo, y si es niña y pelirroja como tú- su voz varonil tuvo un toque de entusiasmo que quiso medir-. Podrías decirnos que es para ti ser Mayfair, por favor. Eres la primera bruja de la familia que está con nosotros, aunque anteriormente fue Onle Julien quien demostró cuan encantadores sois.

-Nuestro pequeño..-sonriendo observó a David llena de inocencia, sin poder evitar llevarse una mano al vientre discretamente, y al escuchar la otra pregunta respondió –Para mí ser una Mayfair es más que un simple apellido. Comenzando desde Suzanne Mayfair en 1600 la cual invocó a Lasher hasta nuestros días. A decir verdad, me siento complacida no sólo por la fortuna con la cual cuenta el legado si no por la historia de todas las brujas que me precedieron y precederán, gracias a ellas y a oncle Julien somos lo que somos. Muchas veces temidos, odiados e inclusive excomulgados por algún padre que tiempo atrás cuando la tía Carl insultó. Sin embargo, estoy feliz y orgullosa de mi legado; no monetario si no de historia, es decir, mitos y leyendas- terminó de hablar pegándose a la silla sin dejar de acariciar su pierna con el pie yendo más allá, al rozar suavemente su entrepierna.

El pequeño pie de Mona acariciaba suavemente en círculos mientras ella pecaba de una inocencia terrible frente a la cámara. Ésta, como si se tratase de una lente que sólo tomaba lo que quería, era incapaz de ver aquel juego pues el ángulo no era el apropiado.

David suspiró intentando no mostrar sorpresa por ese juego, más bien lo disimuló con pericia mientras abría bien sus piernas cruzadas. Deseaba sin duda sentirla cerca, de la forma que fuese, pues su amor se intensificaba día tras día y su necesidad era insaciable.

-¿Por qué deseaste la vida eterna? Julien dijo que olvidaste que ellos te esperaban, pero ¿tú deseabas irte con ellos? ¿Pensaste en ellos?-preguntó casi a punto de dar la última pregunta, si bien quería que ella respondiera pues aquello había quedado en el aire en el encuentro anterior en su programa.

-Deseé la vida eterna porque no estaba dispuesta a morir, aún me esperaba una larga vida. Durante mi enfermedad sufrí incesables “tormentos” análisis diarios, mis riñones colapsaron con lo cual tenían que hacerme diálisis, los tratamientos de hormonas y nutrientes fueron rechazados siempre por mi organismo, el ruido, la música y televisión me ponían nerviosa y hacían llorar- ensombreciendo su semblante y bajando la mirada, concentrando ésta en el escritorio, continuó- yo sólo deseaba una segunda oportunidad. Y por ello es que decidí hacer caso omiso a las suplicas de Julien para unirme a ellos.

-Me alegro que lo hicieras, aunque parece que él aún tiene cierto dolor por ello- intervino deslizando su brazo derecho con sutileza hasta su pie, acariciándolo lentamente- ¿Cómo resumirías tus últimos años de vida inmortal? Ésta es una de las últimas preguntas, mi apreciada Mona.

-Algo caóticos y alocados, debo decir – respondió sin evitar aquella risa llena de travesura tomó su cabello haciendo éste a un lado –Creo que en los últimos meses he sido algo odiada por ciertos incidentes con Lestat, sin embargo no he vuelto a hacer nada por el estilo. Ahora mi vida está completa y no necesito nada más- finalizó con una sonrisa perdiéndose en su mirada sin importar que las cámaras captasen todo.

Esa mirada intensa y tan verde como la hierba fresca recién brotada. Era clorofila pura en aquellos despampanantes ojos cubiertos de largas y rizadas pestañas, tan pobladas como sus perfiladas cejas. Su cabello era una maraña de ondas pelirrojas que parecían ser las olas del mar, un mar inquieto y bravo, que no paraba de ser acariciado por sus largos cabellos. Su pequeño cuerpo era delicado y delicioso a los ojos de cualquier hombre. Cualquiera hubiese deseado desabrochar los pequeños botones de su vestido, desatar el cinturón algo suelto que tenía en la cintura y palpar sus piernas muy por encima de sus rodillas.

-Una última pregunta y terminamos la entrevista- dijo con la boca seca, pues quería beber de sus labios pero no se atrevía a levantarse, romper el encanto y la formalidad que hasta ahora había demostrado firmemente- ¿Cuál ha sido tu mayor logro?

-Hasta ahora creo que el conocerte –sin decir una palabra más sonrió a éste, con sinceridad, entreabriendo los labios, como si desease que la besará.

David se incorporó, casi sin poder evitarlo, para después caminar con elegancia el corto trayecto hacia la silla que ella ocupaba. Con delicadeza se inclinó dejando un suave y escueto beso en sus labios escandalosamente tentadores. Sonrió mirándola a los ojos embelesado y finalmente se giró hacia la cámara.

-Gracias a todos ustedes por visionar éste reportaje, la próxima ocasión tendremos a un nuevo intrépido que desee conversar conmigo y sacar su verdad sin tapujos- estaba de pie, junto a ella, intentando evitar por todos los medios abalanzarse.

La emisión se cortó difuminándose y cuando quedó en negro, finalmente, cayó sobre ella y comenzó a desnudarla mientras el cámara se marchaba de la habitación algo avergonzado. Había cosas que un hombre no podía decir no y era a los encantos de una mujer como ella.  

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Lestat de Lioncourt