Estas entrevistas sacan cierto resumen de las crónicas como las brujas de Mayfair. Así, como le da un nuevo sentido de rol para no hacer un resumen estricto, aunque sí en muchos sentidos es bastante marcado con el libro. Se guarda aquí y es para EL JARDÍN SALVAJE.
La emisión de la tercera entrevista se
había rodado en un ambiente más cercano a David. Podría decir que
el aire intimista de su despacho, el cual era sobrio y rodeado de
viejas carpetas, con libros apilados en un lugar y otro, con cientos
de folios archivados en cajas de distinto tamaño, era sin duda un
caos lleno de orden.
Era una habitación amplia llena de
estanterías, una caja fuerte a la vista con una combinación
imposible de descifrar, y tenía una elegante mesa de roble con patas
talladas con ángeles, pequeñas figuras de dioses de diversas
religiones y palabras en idiomas que ya se desconocían. La alfombra
persa que se hallaba en el centro de la habitación era sin duda muy
exuberante y llena de color, la cual absorbía la atención de
cualquiera que amase los detalles de algo tan fino y delicado. La
ventana estaba abierta, pero no corría ni pizca de brisa. Se había
dejado así para que el aroma del jardín se transportara hacia la
estancia, la cual se iluminaba con una lámpara muy potente de pie
enroscado que se alzaba en una de las esquinas del despacho, así
como la que descendía desde el techo y la cual era muy llamativa,
pues también era enroscada y aparentaba ser el brazo de un árbol
con cientos de luciérnagas a su alrededor. Sobre la mesa del
despacho había diversos tratados de hechicería y una enorme carpeta
de Talamasca, la cual había salido sin permiso de sus garras, y
colocada abierta.
En la estancia se hallaba ya David,
sentado de forma elegante en un sillón XVI tapizado en verde, el
color de la alfombra y del papel pintado así como de las cortinas.
Sus codos estaban sujetados por los brazos del asiento, el cual
parecía cómodo. Vestía un traje elegante y clásico, como era
costumbre en él, y con una corbata con un nudo sencillo de color
rojo, igual que los cabellos de la bruja que iba a conversar con él
esa noche. Traje negro, camisa blanca completamente pulcra, y una
corbata llamativa en medio de una llamativa habitación.
-Bienvenidos una noche más a nuestra
ya no tan infrecuente cita- comentó mirando a cámara con una leve
sonrisa, mientras ésta enfocaba directamente a la pareja.
Mona estaba sentada sobre sus piernas,
con ambas manos sobre su corbata sin dejar de mirarlo. Parecía
fascinada por sus ojos fijos sobre su rostro serio, aunque con
aquella sonrisa galante nadie diría que era un hombre sobrio, y con
sus cabellos tan alborotados que parecían retener hojas del jardín
tras haber cabalgado horas entre los altos árboles cargados de
flores, y pronto de frutos.
-Hoy nos acompaña Mona Mayfair- dijo
algo tan evidente que provocó que sonriera de forma más amplia-.
Ella es una de las brujas más importantes y, desde que la
convirtiera Lestat, sin duda una de sus hijas de la noche más
fuertes y deslumbrantes.
Ignoró todo por unos instantes
acomodando su corbata, pero al escucharlo hablar en dirección a la
cámara sonrió de la forma más encantadora posible.
–Buenas noches y gracias por la
invitación David –sonrió una vez más dirigiendo la mirada a su
acompañante acomodando suavemente la corbata dentro del traje, con
ciertos movimientos imperceptibles para algunos, pero confidenciales
entre ambos. Esa noche decidió usar un vestido blanco de encaje sin
hombros, el cual acompaño con un vistoso collar de perlas. –Ya
debo sentarme ¿No es así?- susurró con suavidad ignorando la
cámara sin borrar aquella sonrisa.
-No tienes porque sentarte en la otra
silla si no deseas- respondió con suavidad deseando que permaneciera
de aquella forma. Sentirla cerca se había vuelto una adicción.
Tenía un aroma dulzón, como la
muerte, pero tan agradable que lo hacía sumirse en una eterna luna
de miel. Desde la desaparición de Merrick no había logrado
centrarse en algo que no fuesen sus documentos, sin embargo Mona
había hecho que su atención fuese a su delicada figura de cintura
pequeña y caderas insinuantes. Sus cabellos pelirrojos rozaban su
chaqueta y prácticamente su mentón. Ella era una mujer de ojos
profundos, tan verdes como las praderas de los sueños sobre el
paraíso, que le encandilaban con un solo vistazo.
-Puedo hacer aquí la entrevista si lo
deseas, pues lo importante es que te sientas cómoda- comentó
deslizando con sutileza su mano derecha, la cual no se podía ver por
el objetivo, por su espalda. Sus dedos largos y algo gruesos, tan
masculinos, jugaban con su columna vertebral y la punta de sus
cabellos.
–Iré a tomar asiento- respondió
levantándose, acomodando su falda, y dirigiéndose a la silla frente
a él. Se sentó cruzando la pierna al tomar asiento, intentando no
sonreír al ver que la observaba.
David parecía maldecir el no sentir su
agradable peso, sus largas piernas prácticamente enroscadas a las
suyas, y aún así sonrió de forma sutil como si no importase lo más
mínimo. Su mano quedó apoyada en los brazos del hermoso sillón
mientras intentaba iniciar las preguntas.
-Muchos tienen un concepto errado sobre
ti, como alguien que no ha sufrido jamás y por ello te permites el
lujo de ver el sufrimiento en otros -comentó provocando que su
rostro se volviese serio. La pregunta era importante para Mona y no
podía tomarse aquello como un simple juego-. ¿Qué piensas de
aquellos que te toman por una chica sin preocupaciones? ¿Cuáles son
ahora la principal?
Suavemente aparto el cabello que le
molestaba, manteniendo éste por detrás de su oreja, frunciendo el
ceño con suavidad.
–Siempre las he tenido, simplemente
que la vida me enseño a ocultarlos. Desde que era pequeña mis
padres vivían emborrachándose y las decisiones en todas ocasiones
eran tomadas por mí. La anciana Evelyn es una persona mayor, sin
embargo no me gustaba molestarla con mis cosas. En cambio, tía
Gifford, hermana de mi madre Alicia, fue la única al pendiente de mí
junto a tío Ryan. Simplemente, los que hablan o no conocen de mí, o
no quieren conocerme, y es porque quizá prefieren encasillarme en un
papel de villana cuando muchas veces lo único que hago es decir las
cosas tal cual son.
Él sabía que era cierto. La
sinceridad de Mona siempre había estado ahí y hacía lo que bien
quería, pues una persona que había vivido sin leyes, prácticamente,
no podía pedirse que se pusieran leyes ciertas y eficientes. Ella se
regía por su instinto y era eso lo que proyectaba en otros un odio
profundo. No todos podían hacer lo que uno deseaba pues siempre
estaban las normas morales, las cuales habitualmente eran adaptadas
por nuestra familia.
-¿Hay algún recuerdo bueno en tu
infancia?-preguntó intentando indagar, para él mismo y para todos,
sobre su niñez. A veces un hecho triste para muchos podía ser
destacado como feliz y viceversa-. Algo que a la larga te haya hecho
más fuerte, decidida o simplemente creas que fue mejor que pasara en
aquellos días que en los actuales.
-Se escuchará cruel, pero creo que la
muerte de mi madre me sirvió para centrarme y convertirme en la
heredera del legado con solo trece años. Creo que son sucesos
importantes en mi vida y tengo ciertos recuerdos de mi madre junto a
mí, pero en su mayoría son ocupados por la anciana Evelyn y tía
Gifford- respondió con calma lamiendo sus labios con rapidez,
frunciendo el ceño e indagando en sus recuerdos.
Era posible que buscase alguno más,
pero David sabía cuando era el momento de pasar a otro asunto.
Recordar el dolor del pasado era reabrir heridas que parecían
sanadas, pero pronto se volvían igual de sangrantes y podía
provocar que sus lágrimas se derramasen una vez más.
-¿Cuál ha sido el mayor amor de tu
vida? Muchos hasta el momento pensaban que quizás Tarquin, el
heredero de los Blackwood, era sin duda ese amor por el cual
decidiste ser Ophelia Inmortal y abandonarte a la espera- comentó
con seriedad a sabiendas que podía herirle la respuesta, sin embargo
era un hombre centrado y no permitió que ningún atisbo de duda, o
dolor, se pudiese proyectar a la cámara.
-Esta es una complicada- sonrió
mordiéndose el labio inferior- Admito que Quinn es un chico
encantador, tierno y sensible. Durante mis quince años se convirtió
en aquel romance el cual espere los tres años que se fue a Europa;
sin embargo, ambos comenzamos a caer en la cotidianidad, y en cierto
modo, me sentía herida al no poder darle ese hijo que deseaba, amaba
a Jerome y Tommy es verdad, pero creo que no pude seguir viviendo con
aquella tristeza. A decir verdad Quinn es y será uno de los
capítulos en mi vida más hermosos e inesperados –mencionó
sonriendo con cierta melancolía – Ahora estoy escribiendo otro, y
debo decir, que de igual modo es satisfactorio darse una segunda
oportunidad como tú sabrás –nuevamente una sonrisa iluminó su
rostro observando fijamente a David –Creo que dije de más
–irrumpió la entrevista cubriendo su rostro apenada echándose a
reír.
Por supuesto que él sabía a qué
etapa se refería Mona. Una etapa que ambos estaban viviendo y que se
deducía por su forma de hablar, completamente exaltados por la
felicidad. La sonrisa tímida y gentil de David, la cual solía
surgir tan sólo en momentos exactos, en esos instantes era imposible
de ocultar. Sus ojos hablaban de un amor enloquecido, desesperado tal
vez, que tenía una llama tan intensa que podía quemar a ambos
quizás.
-Muchos desconocen que fuiste madre a
temprana edad, también que sufriste cuando te arrancaron esa hija
que tanto apreciabas, lo cual te hizo enfermar tras el parto y te
llevó casi a consumirte como una pequeña vela- comentó con cierto
deje de tristeza. Intentar imaginar a Mona completamente en los
huesos, con el cabello algo sucio por el sudor de la fiebre de una
moribunda, y los ojos hundidos en la muerte le hizo temblar-. Dime
Mona ¿cómo es que lograste curarte hasta el extremo de ser fértil?
¿Tan fuerte fue el don de Lestat? ¿O se trató de un conjuro?
-No fue un hechizo. La poderosa sangre
de Lestat fue la que logró regenerar aquella vitalidad, la cual
consumió el parto de mi amada Morrigan –observó una vez más a
David, retirando por debajo de la mesa su zapatilla comenzando a
acariciar con el pie la pantorrilla y pierna de éste –Amaba y
odiaba Morrigan. Me temo que por ser menor de edad no tenía esa
madurez para ser madre, fue una gran sorpresa al igual que Zaira y tú
sabrás ahora lo que es eso –rompiendo a reír con coquetería
retiro suavemente el cabello, el cual nuevamente cayó por su rostro,
sin dejar de acariciar su pierna.
Mona era demasiado encantadora y
encandilaba a la cámara del mismo modo que lo encandilaba a él.
Brillaba con una luz propia digna de una Mayfair. Su sonrisa era
burlona y seductora a la vez, como la de una niña que quiere ser
mujer y no una mujer que quiere ser tan traviesa como una niña. Sus
pechos eran delicados y tenían una bonita forma con aquel vestido,
cosa que provocaba que David en algún momento quedase con sus ojos
clavados en su busto. Se sentía tentado a no ser caballeroso, pero
eso lo dejaba para momentos mas íntimos. Sin embargo, esa coquetería
y el juego tentador que ella iniciaba provocó que él se relajara.
-Sí, nuestro futuro hijo -dijo para
sorpresa del cámara, el cual no esperaba aquello. En el guión no
había nada igual. Habían repasado para no tener los papeles en sus
manos, lo cual le daba una imagen poco profesional-. Si es niño se
llamará David, como yo, y si es niña y pelirroja como tú- su voz
varonil tuvo un toque de entusiasmo que quiso medir-. Podrías
decirnos que es para ti ser Mayfair, por favor. Eres la primera bruja
de la familia que está con nosotros, aunque anteriormente fue Onle
Julien quien demostró cuan encantadores sois.
-Nuestro pequeño..-sonriendo observó
a David llena de inocencia, sin poder evitar llevarse una mano al
vientre discretamente, y al escuchar la otra pregunta respondió
–Para mí ser una Mayfair es más que un simple apellido.
Comenzando desde Suzanne Mayfair en 1600 la cual invocó a Lasher
hasta nuestros días. A decir verdad, me siento complacida no sólo
por la fortuna con la cual cuenta el legado si no por la historia de
todas las brujas que me precedieron y precederán, gracias a ellas y
a oncle Julien somos lo que somos. Muchas veces temidos, odiados e
inclusive excomulgados por algún padre que tiempo atrás cuando la
tía Carl insultó. Sin embargo, estoy feliz y orgullosa de mi
legado; no monetario si no de historia, es decir, mitos y leyendas-
terminó de hablar pegándose a la silla sin dejar de acariciar su
pierna con el pie yendo más allá, al rozar suavemente su
entrepierna.
El pequeño pie de Mona acariciaba
suavemente en círculos mientras ella pecaba de una inocencia
terrible frente a la cámara. Ésta, como si se tratase de una lente
que sólo tomaba lo que quería, era incapaz de ver aquel juego pues
el ángulo no era el apropiado.
David suspiró intentando no mostrar
sorpresa por ese juego, más bien lo disimuló con pericia mientras
abría bien sus piernas cruzadas. Deseaba sin duda sentirla cerca, de
la forma que fuese, pues su amor se intensificaba día tras día y su
necesidad era insaciable.
-¿Por qué deseaste la vida eterna?
Julien dijo que olvidaste que ellos te esperaban, pero ¿tú deseabas
irte con ellos? ¿Pensaste en ellos?-preguntó casi a punto de dar la
última pregunta, si bien quería que ella respondiera pues aquello
había quedado en el aire en el encuentro anterior en su programa.
-Deseé la vida eterna porque no estaba
dispuesta a morir, aún me esperaba una larga vida. Durante mi
enfermedad sufrí incesables “tormentos” análisis diarios, mis
riñones colapsaron con lo cual tenían que hacerme diálisis, los
tratamientos de hormonas y nutrientes fueron rechazados siempre por
mi organismo, el ruido, la música y televisión me ponían nerviosa
y hacían llorar- ensombreciendo su semblante y bajando la mirada,
concentrando ésta en el escritorio, continuó- yo sólo deseaba una
segunda oportunidad. Y por ello es que decidí hacer caso omiso a las
suplicas de Julien para unirme a ellos.
-Me alegro que lo hicieras, aunque
parece que él aún tiene cierto dolor por ello- intervino deslizando
su brazo derecho con sutileza hasta su pie, acariciándolo
lentamente- ¿Cómo resumirías tus últimos años de vida inmortal?
Ésta es una de las últimas preguntas, mi apreciada Mona.
-Algo caóticos y alocados, debo decir
– respondió sin evitar aquella risa llena de travesura tomó su
cabello haciendo éste a un lado –Creo que en los últimos meses he
sido algo odiada por ciertos incidentes con Lestat, sin embargo no he
vuelto a hacer nada por el estilo. Ahora mi vida está completa y no
necesito nada más- finalizó con una sonrisa perdiéndose en su
mirada sin importar que las cámaras captasen todo.
Esa mirada intensa y tan verde como la
hierba fresca recién brotada. Era clorofila pura en aquellos
despampanantes ojos cubiertos de largas y rizadas pestañas, tan
pobladas como sus perfiladas cejas. Su cabello era una maraña de
ondas pelirrojas que parecían ser las olas del mar, un mar inquieto
y bravo, que no paraba de ser acariciado por sus largos cabellos. Su
pequeño cuerpo era delicado y delicioso a los ojos de cualquier
hombre. Cualquiera hubiese deseado desabrochar los pequeños botones
de su vestido, desatar el cinturón algo suelto que tenía en la
cintura y palpar sus piernas muy por encima de sus rodillas.
-Una última pregunta y terminamos la
entrevista- dijo con la boca seca, pues quería beber de sus labios
pero no se atrevía a levantarse, romper el encanto y la formalidad
que hasta ahora había demostrado firmemente- ¿Cuál ha sido tu
mayor logro?
-Hasta ahora creo que el conocerte –sin
decir una palabra más sonrió a éste, con sinceridad, entreabriendo
los labios, como si desease que la besará.
David se incorporó, casi sin poder
evitarlo, para después caminar con elegancia el corto trayecto hacia
la silla que ella ocupaba. Con delicadeza se inclinó dejando un
suave y escueto beso en sus labios escandalosamente tentadores.
Sonrió mirándola a los ojos embelesado y finalmente se giró hacia
la cámara.
-Gracias a todos ustedes por visionar
éste reportaje, la próxima ocasión tendremos a un nuevo intrépido
que desee conversar conmigo y sacar su verdad sin tapujos- estaba de
pie, junto a ella, intentando evitar por todos los medios
abalanzarse.
La emisión se cortó difuminándose y
cuando quedó en negro, finalmente, cayó sobre ella y comenzó a
desnudarla mientras el cámara se marchaba de la habitación algo
avergonzado. Había cosas que un hombre no podía decir no y era a
los encantos de una mujer como ella.
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