Texto subido al Jardín Salvaje como homenaje a los personajes de Anne Rice.
Traje blanco de lino cubano, camisa
violeta y gafas de lentes a juegos ocultando una mirada intensa en
tonos violáceos, pies descalzos enterrándose en la blanca arena y
una sonrisa a juego con la pose de caradura. Como si estuviese en
medio del caribe se paseaba por el borde de la orilla de la isla de
la noche. Sus cabellos ondulados cabalgaban al son del viento
mientras sus manos se ataban a los bolsillos de su pantalón.
-Oye como va mi ritmo, bueno pa'gozar
mulata-tarareaba una canción agradable con ritmos calientes que
había escuchado en la radio. Su pose de canalla en celo estaba sin
duda bien registrada, parecía hecha para él. Descaro en los labios,
ojos y caminar.
En el borde del cuello de su camisa,
cerca del primer botón, hay mancha de carmín rojo. Está casi
bañado en colonia femenina y las caricias excitantes de la diosa que
acaba de conquistarlo, una vez más, yace a varios kilómetros
dormida ajena a que su amante se ha marchado. Rowan era para él el
lugar donde debía ir para divertirse, olvidar las penas y echar unas
horas de dulces sueños. Su deseo le hacía sucumbir sobre todo
porque se dejaba llevar.
Los gemidos de su amante habían sido
tan altos que habían hecho vibrar la mansión. Sus uñas se habían
enterrado con fuerza en su espalda y él mordió su cuello dejando
que brotara su deliciosa sangre. Lento al principio, como si fuese el
final de un tango, y después tomando ritmo como una salsa en mitad
de la pista para acabar electrocutándose como una genial composición
de rock. Sus muslos eran el refugio de un preso de su locura. La
amaba, no había dudas, del mismo modo que amaba a Louis. Sin
embargo, eran amores contrapuestos, ilícitos, desproporcionados y
tóxicos para los tres. Un triángulo vicioso que le hacía caer
precipitadamente hacia el borde de la cama.
El sol acababa de descender hacía unas
horas, el agua del mar aún era tibia y acariciaba sus pies
humedeciendo los bajos de su pantalón. Su sonrisa se ensanchaba
mostrando lo enorme que era su boca. Se sentía dichoso de tener dos
cuerpos, dos almas, dos vidas dedicadas en pleno a satisfacerlo y
aunque era algo que sólo un canalla se colocaría como medalla, él
no se sentía ni canalla ni sentía que dañara su honor de
caballero.
Llegado un momento se sentó cerca de
la orilla y comenzó a escribir el nombre de Louis junto al suyo,
pero no muy lejos estaba Rowan. Sólo recordar el placer que le
ofrecía la seguridad de Louis, el deseo que le encendía con cada
roce, y también la vigorizante sensación de riesgo con Rowan lo
mataba y revivía a la vez.
-Deberías pensar en lo doloroso que es
para Louis lo que estás haciendo- dijo una voz conocida mientras
tomaba asiento a su lado. Los largos cabellos de Armand parecían
puro fuego gracias al viento que agitaba su melena como antorcha.
-Lo dice el más indicado- respondió
tras un suspiro exasperado- Tuviste que venir aquí, justo ahora,
para amargarme la noche.
-Sólo paseaba del mismo modo que tú-
dijo con una leve sonrisa intentando aparentar que no le importaba el
hastío que le había mostrado.
-Sinceramente, no te creo y si me
disculpas iré a volar por los aires lejos de ti, del idiota que no
sabe admitir un no- tras aquello se alzó dejando que el viento le
llevase de nuevo a su mansión en Nueva Orleans.
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