Me hallaba en el salón cercano al
balcón del jardín. Observaba las plataneras a lo lejos moviéndose
suavemente por la brisa nocturna, los dondiegos ofrecían una
fragancia agradable y se escuchaba el murmullo del agua en la
piscina. Tenía la mirada fija y llorosa por los sucesos que habían
ocurrido hacía unas noches. Llevaba en mi ojal una roja fragante, de
color rojizo como la sangre, que destacaba el color negro del traje y
la camisa turquesa a juego con mi corbata, mis cabellos dorados caían
sobre mis hombros mientras mis manos se hallaban cerradas como si
rezara.
Esperaba la llegada de Rowan. Había
rogado poder ver a Hazel aunque fuese una última vez. Lo había
hecho frente a la cancela con las manos engarrotadas en los barrotes,
los ojos llenos de lágrimas y mis piernas temblorosas. Quería
tenerla a mi lado una vez más, sentir su pequeño cuerpo contra el
mío y decirme a mí mismo que no había perdido de nuevo una
familia. Porque ella me había concedido de nuevo el deseo que había
guardado, casi llevado a su extinción, de una familia, un hogar, un
amor intenso que realmente me hiciera vibrar.
Cuando apareció vestida con un camisón
color hueso, con sus cabellos rubios sueltos, y sin la niña quedé
confuso. Era como una aparición de otro mundo. Sus ojos tenían una
intensidad distinta y parecía decidida. Quise hablar, pero permití
que el silencio nos rompiera a los dos. Tras ella apareció Mona.
Ella estaba vestida con un camisón de encaje negro, el cual se ceñía
a su cintura, y sus cabellos estaban desordenados.
-¿Qué hace ella aquí? Quiero ver a
Hazel- expliqué levantándome molesto.
-Ella está aquí porque yo se lo he
ordenado- replicó acercándose a mí para tomarme del rostro y ver
con sus propios ojos mis lágrimas.
-Mejor guarda silencio y deja que
hablemos- inquirió Mona sentándose a mi lado.
Noté los labios de Rowan sobre los
míos y como su lengua se introducía dejando que una descarga
eléctrica de placer, felicidad y deseo me contagiaran. Mis manos
fueron a su cintura y la atraje hasta mí sentándola sobre mis
piernas. Sin embargo, no fueron los únicos labios que sentí en
aquel momento. Mona apartó mi cabello y comenzó a besar mi cuello.
Podía sentir sus labios hinchados rozar cada milímetro de mi piel.
Las manos de ambas me desnudaban y yo, como si estuviera paralizado,
me dejaba desnudar quedando pronto sin nada de ropa.
Sentía los senos de Rowan pegarse
contra mí aún envueltos en la suave tela de su camisón, igual que
los de Mona contra mi brazo derecho. Mis manos se movieron rápidas
levantando el camisón de mi mujer, dejándolo remangado entorno a su
cintura y con deseo palpé su sexo. No llevaba ropa interior, ella ya
había dispuesto que algo así sucedería. Sin embargo, se apartó
quedando de rodillas frente a mí. Mona le siguió tomando asiento a
su lado. Sus manos se movían por mis muslos y sus lenguas lamieron
mi sexo que ya estaba endureciéndose.
Eché la cabeza hacia atrás
disfrutando de la deliciosa tortura. Jadeé y gemí abriendo mis
piernas, permitiendo que Rowan engullera el glande y los apretara con
sus labios y mordisqueara con sus dientes. Mi detestable y excitante
pelirroja hacía lo mismo pero con mis testículos. Mis dedos se
enredaban en los cabellos de mis brujas, porque en ese momento ambas
eran mías. Si bien, dejé de sentir sus bocas para observar como se
quitaban la ropa una a la otra y me miraban con lujuria.
-Ven Rowan, voy a mostrarte como le
gusta al jefecito que lo monten- explicó Mona subiéndose sobre mí
para colar mi miembro entre sus piernas, hundirlo en su húmedo sexo
y comenzar a moverse fuerte mientras me agarraba de la cabeza tirando
de mí. Mis manos la tomaron por la cintura mientras chupaba sus
pezones- Así jefecito, así- gemía como puta provocando que moviera
mis caderas.
Rowan se sentó a nuestro lado y tomó
mi mano izquierda para colarla entre sus piernas, notando así lo
dispuesta que estaba para mí. Aquello me hizo despertar del trance y
tirarlas a un lado en el sofá, para luego empujarlas hacia el suelo
abriendo sus piernas. Besé a ambas y pellizqué sus pezones, lamí
los fluidos que corrían por su vagina hacia sus ingles y las agarré
a ambas del pelo.
-¿Quieren a caso que sea un monstruo
con ambas?-pregunté notando que tan sólo jadeaban tocándome.
Me tumbé en el suelo tirando con rabia
de Rowan, para subirla a mi cadera y penetrarla con todo su peso.
También acerqué a mi zorra favorita, la zorra que me había metido
en aquel lío, y la coloqué sentada en mi torso abriendo sus
piernas. Comencé a lamer su clítoris, lo mordí y succioné para
luego hundir dos de mis largos dedos. Con la zurda tiré de las
muñecas a Rowan y coloqué sus manos sobre los senos de Mona, para
que los pellizcara y yo viera ese hermoso momento.
Nos habíamos vuelto un amasijo de
carne gimiendo, jadeando y sintiendo placer. Los músculos de la
vagina de Rowan apretaban con deseo desenfrenado cada centímetro de
mi sexo, Mona pronto me agarró del pelo tirando mi cabeza hacia
ella. Ambas gemían moviendo sus caderas, pero no estaba conforme.
Las quité de encima de mi cuerpo y las dejé tiradas en el suelo.
Aproximé a ambas mi miembro y hundí
mis dedos en sus vaginas. Mona y Rowan se turnaban saboreando cada
milímetro, provocando que mi vello se erizara y mis deseos
aumentaran. Ellas parecían estar dentro de un sueño, o tal vez lo
estaba yo, pues disfrutaba del paraíso. Cuando aparté mis dedos y
mi miembro, otra vez, elegí primero a Mona para complacerla.
Ella miró a Rowan mientras la colocaba
contra el sofá, dejaba sus pechos sobre el asiento, y la penetré
rudo de una vez. Empecé a moverme fuerte golpeando con mi mano
derecha bien abierta. Sus nalgas estaban empezando a quedar
enrojecidas al igual que sus mejillas, pues la escasa sangre que
hubiese tomado aquella noche se concentraba en ellas. Mi mujer se
aproximó acariciando mis testículos mientras me miraba rogando que
terminara pronto con ella. Mona tuvo su orgasmo, pero eso no me hizo
tener el mío. Me aparté de ella y agarré a mi adorada rubia de
ojos grisáceos. Rowan me miró completamente excitada y sin más la
penetré, de la misma forma que a su prima.
-Tú eres mi puta y ella es mi zorra,
espero que os complazca sentirme así de bruto y descontrolado- mi
voz estaba completamente tomada por el deseo.
-Sólo hazlo, hazlo...-decía gimiendo
antes de soltar un gemido más alto, apretando sus músculos y
deseando que me viniera.
-No- murmuré apartándola para agarrar
a ambas y correrme en sus pechos.
Deseaba hacerlo allí para que ambas se
lamieran frente a mí y así hicieron. No tuve siquiera que pedirlo.
Mona agarró los pechos de Rowan y se los succionó para luego
permitirle a ella hacer lo mismo. Por último, se acercaron a mí
lamiendo mi miembro lentamente para no dejar rastro alguno.
-¿Ves Rowan? El jefecito es un egoísta
que quiere todo para él-explicó jadeosa y perlada de sudor
sanguinolento.
-Lo veo, pero te recuerdo que él es
mío y ésto sólo ha sido para ver tu técnica. Él es mío-murmuró.
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