Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 17 de diciembre de 2013

Navidad Blackwood - Ciclo Navideño

Nuevamente estamos con ustedes para ofrecerles un nuevo fanfic realizado para el ciclo navideño. En esta ocasión los Blackwood mostrarán sus sentimientos a flor de piel y obsequiarán al lector con un par de lágrimas. Yo he estado frente a todos ellos y os puedo decir que la emoción se puede palpar fácilmente.

Lestat de Lioncourt


Era extraño que nevera en New Orleans, pero el tiempo había tenido un agradable regalo que duró escasos días. Sin embargo, la sensación de ver parte de los pantanos nevados provocaba en todos cierta fascinación. En el Santuario se hallaba Petronia leyendo pausadamente a la luz de algunas velas, pues la luz eléctrica hacía horas que no llegaba debido a un corte en el servicio. Había problemas eléctricos en toda la ciudad y en aquella zona apartada no iba a ser menos. Arion contemplaba el exterior con el rostro serio, el ceño fruncido, las manos a su espalda y la mirada perdida. Manfred había ido con ellos por primera vez, siendo vigilado por ambos para que no se aproximara a la mansión donde Quinn y sus compañeros mortales e inmortales decoraban todo con cierto entusiasmo. Pronto la propiedad se llenaría de canciones navideñas, delicioso olor a pasteles recién horneados y galletas de jengibre.

-Ese inútil aún no llega-dijo rompiendo el silencio con su voz ambigua pero fuerte, tan fuerte y contundente como los golpes que solía propinar cuando se enfurecía.

-Posiblemente esté terminando de colocar los adornos en el árbol-comentó Manfred secándose las lágrimas-¡Cuántos recuerdos! Aún recuerdo los gritos de Rebeca en aquel gancho en la parte superior de éste lugar.

-¡Guarda silencio viejo inútil!-espetó.

-Siento la presencia de varios vampiros fuertes-susurró Arion sin mover siquiera un músculo-Lestat, es uno de ellos.

Entonces, entre las aguas, comenzó a moverse una pequeña barca con un diminuto motor que prácticamente agonizaba. No era Tarquin, pero sí eran dos vampiros que estaban siendo esperados desde hacía varias horas. Tommy y Nash, las dos últimas creaciones de aquella familia extraña de vampiros que se habían sumado en circunstancias violentas para ambos.

Tommy, el tío de Quinn de escasos veintidós años e hijo del desaparecido Pops, tenía el semblante serio y los ojos llenos de una nostalgia que le envenenaba. Había visto a sus hermanos, algunos de ellos eran aún inocentes niños que tenían la misma edad que él cuando conoció a tía Queen, Nash y Quinn.

Observar como habían crecido algunos centímetros, como su hermana lo abrazó contra sí con aquellos pechos redondos como todas sus curvas contemplándose más provocativa y hermosa que nunca mientras hablaba de su novio, el más pequeño de todos que dibujaba en una carta navideña con gran talento y su madre cansada, vestida algo informal y con un cigarrillo en sus labios pintados de rojo, un rojo muy llamativo igual que el de sus uñas y vestido, le provocó nostalgia. Todos habían crecido. Sus hermanos eran chicos fuertes y alegres, su madre había tenido finalmente una vida tranquila lejos de cualquier hombre que la maltratase a cambio de algo de dinero para mantenerlos y su hermana tan llena de esperanza que le arrancó cualquier dolor que pudiese tener en ese momento.

Después había visitado a Jerome, el cual ya era un adolescente que practicaba ejercicio en el viejo granero. Tenía un aspecto muy atractivo con aquella tez oscura, esos ojos azules intensos y esa sonrisa tan parecida a la de su padre que le hizo abrazarlo. Todos eran hermosos bajo sus nuevos poderes, podía ver en ellos matices que antes desconocía y sus verdaderos sentimientos. Jerome lo veía como un hermano mayor y eso le enterneció, lo cual le hizo pensar que Quinn así lo vio una vez. Quiso proteger todo lo que tenía del Don Oscuro, pero la sangre siempre era más espesa que el agua y desconocía si terminaría impulsado por ella.

Tommy tenía ese aspecto cansado, meditabundo pero ciertamente había una llama de felicidad. Llevaba un abrigo negro que cubría su jersey gris de cuello tortuga, unos pantalones de vestir algo gruesos perfectos para el frío y de color negro y unas botas confortables, muy cómodas y con suelas antideslizantes.

Nash tardó en tocar con sus pies el embarcadero, pero cuando lo hizo sonrió fascinado al contemplar el pequeño punto de luz del interior del Santuario. Había estado antes allí y los recuerdos eran amargos y otros muy dulces, pero dependía del matiz como vieras la vida, pues así eran los sentimientos de cada quien.

Él había visitado su ciudad natal, Londres, y había caminado por sus calles contemplando la belleza de la nieve, el frío congelándole los huesos y templando a sus viejos colegas en una cafetería compartiendo café y chocolate antes de marcharse a sus hogares cálidos y llenos de decoración navideña. Por su parte ya sus poderes no le lastimaban, pero sí el ver a Tommy convertido en uno de ellos y el aspecto anciano que tenía que soportar al verse en sus ojos. El joven se había convertido en su confidente y él en su amante.

Había visto hacía unas horas a Quinn y había estado con él hasta hacía escasa media hora. Su presencia ya no le resultaba tan deliciosa, pues no podía dejar de pensar que habían quedado divididos por la carga de culpa de su discípulo y él mismo. Meses atrás, hacía casi un año, Quinn prácticamente lo mató y Petronia le devolvió la vida. Fue un acto estúpido por parte del joven Blackwood, el cual quería hacer suyo a Nash debido a un arrebato. Sin embargo, siempre sería consejero de Quinn y le daría su apoyo moral. Amaba a ese muchacho a su modo, pues en esos momentos también amaba a Tommy de una forma mucho más intensa.

Al llegar al Santuario la puerta se abrió, saludaron a los que allí se hallaban y tomaron asiento en uno de los sofá que se habían comprado recientemente para poder albergar a invitados en caso de reunión. Eran sofá tapizados en cuero, muy elegantes y cómodos, que por supuesto habían sido elegidos por Petronia puesto que ese lugar siempre sería suyo.

-¿Cuál es el otro vampiro que siento?-preguntó Arion girándose hacia ellos.

-David Talbot. El señor Talbot era amigo íntimo de Merrick Mayfair, la vampiro que liberó a Quinn de Goblin-contestó Nash con su tono educado y tranquilo-Lestat y él han aparecido para felicitar las fiestas, aunque David no ha abierto la boca y se siente una extraña tensión entre éste y Quinn.

-Es porque David está enamorado de Mona-indicó Tommy-Y también lo estuvo de Merrick. Merrick murió para ayudar a Quinn y Mona ha vuelto con su noble Abelardo. En definitiva, es un odio silencioso que deben enterrar cuando Lestat está entre ellos intentando unir a dos de los compañeros que más aprecia.

Tommy era observador y podía leer entre líneas, también era bueno escuchando conversaciones ajenas y murmullos que posiblemente otro ni tomaría en cuenta. Arion asintió suavemente y regresó a su posición mientras Petronia seguía leyendo intentando no golpear a Manfred, pues éste había vuelto a llorar una vez más.

Manfred había estado décadas alejado de aquel lugar. Contemplaba el cielo de New Orleans en ocasiones, pero jamás podía llegar a pasear por la zona donde residían todos sus recuerdos. Era la primera vez que Petronia le permitía estar allí y las emociones le hacían sollozar.

Entonces, en medio del silencio de las aguas tranquilas aunque infectadas de caimanes, se escuchó otra lancha mucho más rápida y como varios seres se aproximaban. Lestat y Quinn, ambos podían haber llegado volando pero prefirieron la discreción, estaban llegando.

Quinn tenía el rostro lleno de lágrimas debido a la emoción de haber escuchado nuevamente el villancico Noche de Paz de labios de su hijo, el cual lo abrazó y dejó entre sus brazos un regalo. Sabía que no podría volver, no durante mucho tiempo más. Él seguía con la apariencia de un joven de veintidós años y Lestat como un muchacho de veintiuno aún a pesar de los más de doce años transcurridos.

Lestat había sido el símbolo que todo vampiro quiere ser y que en parte teme. Petronia advirtió que Lestat podía ser temible, pero finalmente fue un compañero embelesado por la belleza que poseía su creado. ¿Quién no podía enamorarse de aquel muchacho de ojos azules con aire triste, boca perfecta, tez ligeramente blanquecina y espesos rizos negros? Un muchacho alto, esbelto, de manos delicadas y loables modales. Nash había obrado en Quinn un milagro con sus modales y su cultura, así como tía Queen con aquel viaje. Amarlo era normal. Tal vez fue ternura y amor lo que sintió Lestat al contemplarlo tan torpe y desesperado, pero en ese momento lo único que tenía en mente era cierta pena y preocupación por las reacciones de su amigo.

-Deja de llorar. Sabes que es imposible que te quedes aquí para siempre-dijo dejando su mano derecha en el hombro izquierdo de su amigo, su hermanito como solía llamarlo-Jerome crece rápido, Jasmine envejece y la Gran Ramona tarde o temprano terminará muriendo y lo sabes. Ya no queda mucho de aquello que amaste y lo que queda está siendo una carga. No debes volver después de ésto ¿comprendes? Es lo mejor.

-Jerome es mi único hijo-susurró echándose a llorar de nuevo.

-Algún día podrás visitarlo y contarle la verdad. Sin embargo, toma la propiedad del Santuario como un mirador a lo que tanto has amado-dijo justo cuando el bote chocaba con el embarcadero y podían dejarlo atado junto al de Tommy y Nash.

Al entrar todos los miraron fijamente mientras Lestat se acomodaba sus gafas violetas sobre sus cabellos dorados. Tenía los ojos azules, pero aquella noche poseía cierto tono violáceo. El traje blanco que había elegido contrastaba con la bufanda negra y el abrigo grueso que ocultaba su aspecto delgado, aunque no tan extremo como el de su buen amigo. Sonrió fascinado al contemplar a los milenarios y después tomó asiento sin decir nada más que un tímido “Bonsoir”. Quinn se aproximó a Manfred dejándole un beso en la mejilla para hacer lo mismo con Nash y Tommy, pero hacia Arion sólo tuvo una mirada de reproche y hacia su creadora otra similar.

-Se nota el amor que os tenéis-dijo Lestat con una sonrisa burlona-Vamos Quinn estás reprochando a Petronia algo que tú deseaste hacer con Mona y luego con Nash, lo mismo que hizo Arion pero ésta vez para salvar lo poco que quedaba de Tommy. Se buen chico y haz las paces. Yo de momento me marcho-comentó incorporándose-Tengo una mujer y una hija que atender-dicho aquello se dirigió a la puerta y acabó girándose para echarse a reír una vez más- Feliz Navidad-dijo antes de cerrar la puerta tras de sí.


No hubo sonido de lancha alguno, sino el de sus pies correteando por la hierba antes de levantar sus brazos y elevarse por el aire. Tarquin pensó que debía hacer un esfuerzo porque sin duda eran fechas de reconciliación y comenzó a conversar con ellos como si nada hubiese ocurrido. Aquella noche podía escucharse el murmullo de los villancicos en la mansión de los Blackwood y como dos de ellos lloraban emocionados.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt