Bonsoir mes amis
Hoy martes Armand ha venido a mí con una pequeña carta. Me ha exigido que la publique y yo he decidido hacerlo. No lo hago por él, pues él no me importa, pero Sybelle me parece que realmente se merece algo así.
Lestat de Lioncourt
Appassionata
Siempre he dicho que sus dedos son
bailarinas que se mueven en una danza demencial. Tiene la vista
perdida de nuevo. Su cuerpo se inclina y se mueve como si estuviera
poseída y posiblemente lo esté por la pasión que desborda su alma
bañándola por completo. Puedo aspirar el perfume de sus cabellos
cuando agita su cabeza. Tiene las mejillas sonrojadas como si
estuviese haciendo el amor y sus pechos se ven apetecibles, igual que
las manzanas del paraíso, envueltas en su camisón de seda negro.
Quiero atraparla entre mis brazos y
jurarle que es mi ángel. Pero sé que ella me contempla con cautela
cuando logro colocar mis manos junto a las suyas. En sus ojos puedo
ver que observa en mí el ángel que la protege incluso de sí misma.
No sé como decirle que la amo sin lastimar más su alma. Sé que
ella me ama porque me lo ha dicho y lo demuestra con los pequeños
besos que suelen rodar por mi rostro. Quiero que me ame por encima de
todo, pero también comprendo que la Appassionata es su propia alma y
la libera para mí, para ella y para todo aquel que quiera detenerse
a escucharla.
La amo sin piedad y a la vez es esta la
que me hace arrodillarme frente a ella, tomar sus piernas y
acariciarlas para colocar unos zapatos cómodos, elegantes y de su
agrado con los que pueda pasar horas sentada frente al piano. No me
importa rezar a Dios agradeciendo la bendición de su compañía,
aunque posiblemente mis oraciones no lleguen a sus oídos.
Estoy enamorado de su locura, belleza y
ternura. Cautivado por su sonrisa y su intensa mirada. Sybelle es la
única mujer en mi vida y mi alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario