Puedo recordar el murmullo de tus
palabras y el tu aspecto señorial en el trono. Aquellos labios de
mármol que cobraron vida fueron tan crueles y amargos. No podía
sospechar que tu interior fuera tan tenebroso y que tu pasado fuera
digno de una opera de terror, crueldad y lujo. Mis manos palparon tus
cabellos de seda, tu cuello de elegante cisne del Nilo y recordé que
la fascinación existe. Despertaste en mí un deseo incomprensible y
después, siglos más tarde, un miedo atroz.
¿Recuerdas como me llamabas? Sí, era
tu Príncipe de los Cielos. Mis ojos azules tenían tatuados tu
elegancia y feminidad. Tus pechos cubiertos por joyas de oro y
piedras preciosas, tu silueta envuelta en telas de seda de pulcra
seda y tus brazos abiertos como si fuera una amorosa madre. Me había
convertido en una fabulosa estrella de rock y tú en la inspiración
de cientos de canciones. Pero no comprendo aún porque me odiaste
tanto.
Si regresaras seguiría amándote. No
pude matarte con mis manos y me convertí en un cobarde lleno de
amor. ¿Cómo destruir algo que has amado durante tanto tiempo? Eras
una mujer tan poderosa y caíste de tu pedestal. Tus hermosos labios
quedaron abiertos en el suelo y tu cuerpo se convirtió en una
figurita de porcelana. Tal vez no me creas, pues no sé si alguna vez
me creíste, pero te sigo amando a mi modo.
Conservo tu sonrisa en mi corazón y
también la furia de tu mirada. Jamás podré dar un paso sin saber
que cada uno que doy es distinto desde que te conocí. Nunca te
olvidaré. ¿Y tu alma me habrá olvidado?
¡Dios salve a la reina!
Madre, hija de la oscuridad...
¡Qué la sangre bañe tu reino!
Juro que se derramó la verdad.
¡Dios salve al Cielos de los Cielos!
Príncipe de los vasallo de los
Condenados
¡Qué la sangre bañe la noche!
Regresa al tiempo en el que éramos
amados.
Recuerda... Recuerda... Recuerda...
Lestat de Lioncourt
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