Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 10 de marzo de 2014

Sin consuelo

Bonjour

Sin consuelo es un escrito donde Armand narra como se siente tras haber visitado a Daniel. El dolor de haber perdido ante el fracaso, las mentiras y el aroma de la desesperación lo atacan en este momento. 


Lestat de Lioncourt

SIN CONSUELO

El mundo se había convertido en una triste obra donde yo era el protagonista principal. Arrastraba las suelas de mis deportivas por las calles de San Francisco. Volver allí, donde él había estado, era tentador. Podía respirar el mismo aire cargado de contaminación, contemplar sus edificios, escuchar el tránsito y admirar las luces que coloreaban las fachadas de los diversos negocios.

¿Por qué mentí a David? Mi vida se había encaminado siempre por la delgada línea entre verdades y mentiras. Sin embargo cuando acudía a Daniel, cayendo de rodillas frente a su figura, observaba sus ojos violáceos completamente perdidos en un punto sin retorno. Era un muñeco perfecto, con las proporciones varoniles agradables, que podía moverse aunque no parecía sentir. ¿O sentía?

Mis pensamientos me llevaban a los bares donde él había esperado pacientemente, cada noche, a una nueva historia que narrar en aquel periodicucho en el cual trabajaba. Recuerdo sus gafas de montura perfecta, su cabello arremolinado, el cigarrillo en sus largos y finos dedos, la camisa mal colocada y esos zapatos sucios de patear latas en la acera. ¡Claro que lo recuerdo! ¿Fue ayer, verdad? Al menos así lo siento. Es como si el tiempo se hubiese detenido por unos instantes y él volviese a ser normal.

No obstante sentí una presencia fuerte, la misma que había sentido alguna vez a mi alrededor y rodeándome hasta hacerme caer en su bárbaro amor. Era Marius. Mi maestro estaba allí. Al buscarlo entre la marabunta de almas lo hallé. Vestía un traje negro impecable como su corbata y zapatos, un chaleco rojo y una camisa blanca de algodón de cuello inglés. Sus cabellos caían sobre sus hombros y rozaban la cruz de su espalda.

Caminó hacia mi dirección. No sé porque no huí. Quería huir. Debí huir. Mis piernas no funcionaban y mis brazos temblaban. Apreté mi mentón impotente al comprender que él podía hacer cualquier cosa conmigo, incluso matarme, y yo no haría nada en su contra.

—Amadeo—dijo tomándome del rostro para mirarme con una ternura impropia. Tal vez era sentimiento de culpa.

—Déjame...—respondí sin aliento.

—Olvida a ese hombre. No puedes hacer nada por él. No tuviste culpa—acarició mis cabellos revueltos y besó mi frente para rodearme.

No pude apartarlo, sin embargo sentía que el mismo demonio me arrastraba a los infiernos. Posiblemente el dolor de mi pecho era el de un ángel al cual le arrancan las alas, lo arrojan a la tierra y siente como el creador le da la espalda. Había caído de nuevo a sus juegos. Mi rostro se hundió en su pecho aspirando su colonia, mientras permitía que acariciara mi espalda y cabellos.

—Perdóname—musitó tomándome del mentón al apartarse. Sus ojos brillaban seductores y mis piernas temblaban aún más. Iba a caerme, pero sentí sus labios y me aferré a sus brazos. Unos brazos fuertes y duros.

Sin embargo al abrir los ojos me descubrí solo, en mitad de una gran avenida. Busqué a Marius entre la multitud, la cual prácticamente me arrollaba, y entonces me di cuenta que era simplemente mi deseo. Mi gran deseo de tenerlo a mi lado lo que había provocado que imaginara que él estaba allí, buscándome como jamás había hecho, para ofrecerme su consuelo. Un consuelo que no tendría ya que el dolor se resistía a marcharse.


Aquella noche logré encontrar a dos jóvenes vampiros que seduje y torturé previamente antes de matarlos. Murieron en mis brazos completamente destrozados. Mis finos dedos acariciaron sus corazones, tan cálidos e inmortales, preguntándome si el mío aún seguiría en mi pecho o ya se había suicidado.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt