Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 25 de abril de 2014

Juramento de amor y odio

El sonido de las abarrotadas calles de New Orleans me transportaban hacia la deliciosa satisfacción de encontrar demonios tan terribles como mortales. Deseaba acariciar sus cuerpos y tomarlos entre mis brazos antes del amanecer, pues quería robar de sus corazón los secretos oscuros que portaban y alimentarme de su agradable calor. La sangre coloreaba mis mejillas y me ofrecían una imagen más humana. En mi memoria rescato los segundos que viví antes de sentir que mi alma quedaba cautivada por aquellas esmeraldas.

“Las esmeraldas representan la vida eterna, madre”

Tenía el pelo sucio y la mirada perdida. Quería morir. Estaba seguro que ansiaba la muerte, pues su propia destrucción le fascinaba y atraía. Parecía condenado, como Nicolas, y quise sostenerlo entre mis brazos para alejarlo de las llamas de la depravación, desolación y locura. Sí, estaba desesperado y se hundía entre los senos de una joven lozana dedicada a complacer a borrachos. Ella quería matarlo y yo ofrecerle un trato. En ese mismo instante me convertí en la vida y ella en la muerte más certera.

Siempre me ha repugnado la muerte si yo no era quien la causaba, y por lo tanto no iba a permitir que me quitaran aquel pequeño juguete. Lo seguí aceptando su invitación, concentrándome en el momento más oportuno y lanzándome al fin a sus brazos. ¿O fue Louis quién abrió los suyos completamente ebrio? No lo recuerdo. Sé que en pocos segundos ella tenía el cuello roto, igual que su cómplice, y yacía en el fondo de aquellas aguas turbias, oscuras y desoladoras.

Oh, Louis... Louis... —susurré por primera vez su nombre tomándolo con mis manos, pegándolo a mi torso y dejando que mis labios rozaran su cuello.

Sus cabellos negros y ondulados me hacían cosquillas en la nariz, pero su sangre me provocaba un hormigueo más intenso. Sentí lujuria. Debo admitir que me excité enormemente al escuchar su pequeño quejido, notar como su cuerpo ascendía conmigo sin mostrar resistencia y finalmente caía desplomado como si fuese un muñeco.

¿Amarlo? ¿Qué idiota no lo haría? Sí, sin duda alguna lo amaba. Amaba sus demonios porque tenían una belleza mágica. Creé a Louis por amor, capricho, necesidad y soledad. Él estaba solo y yo también. Ambos teníamos muchas cosas en común aunque siempre hemos parecido diferentes, terriblemente divididos, y llenos de un odio tan intenso como nuestro amor.

Te amo—mascullé apartándome de él para que en su lecho de muerte, el cual visitaría más tarde, me aceptara como si fuera un ángel salvador.


No sé que ha sido de nosotros. Posiblemente nos consumimos en odios, viejas rencillas y un terrible desasosiego que nos impide soportarnos por más de unas noches. Tal vez no lo demuestre, pero sigo preocupado por él y lo estaré eternamente. Yo lo hice mío y él aceptó el trato, por eso siempre estaremos unidos aunque sea en un odio ciego.

Lestat de Lioncourt   

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt