Este fic está dedicado a nuestra amistad, nuestra confianza mutua, y el respeto que tenemos entre nosotros. Bueno, eso dice Armand.
Lestat de Lioncourt
Al principio creí que sería buena
idea. Juro por todo lo que amé alguna vez, amo y amaré que jamás
creí que todo terminaría de esa forma. No sospeché que pudiéramos
acabar de ese modo. Realmente sólo quería que pasáramos un buen
rato lejos de cualquier problema. Huir de la rutina, hundirnos en una
especie de camaradería y finalmente ayudar a Lestat. Todo era por
él.
Es cierto que muchos creen que no
podemos comprendernos, estar más de cinco minutos juntos sin
pelearnos o simplemente gozar de una conversación fluida sin
insultos, quejas y reproches. Sin embargo es absurdo. Pese a todo yo
aprecio a Lestat y él me aprecia a mí, pues me lo ha dicho en
alguna ocasión; no obstante, aunque jura odiarme sólo lo dice por
despecho. Por eso mismo, por el amor que nos profesamos en silencio,
tuve una idea que sin duda veía brillante y perfecta. Él necesitaba
unas vacaciones y yo se las daría, o al menos ese era el plan. Unas
vacaciones lejos de cualquier preocupación malsana.
A pesar que tengo una isla en la cual
gozo de todas las atenciones y comodidades sopesé que era mejor un
entorno distinto para llevar a Lestat. Durante varios días guardé
en celoso secreto mi plan, pero David me descubrió y acabó
contándoselo a Louis.
—Debiste decírmelo—dijo con las
manos colocadas en sus caderas—. Armand, santo dios... ¡Eso que
quieres hacer es una locura!—exclamó mirándome con cierta
severidad— ¿Has pensado si él quiere ir? ¿Has pensado esa
posibilidad?—preguntó frunciendo el ceño mientras caminaba de un
lado a otro en la habitación.
—No—respondió con simpleza.
—Yo tengo una idea ¿y si le
incendiamos la casa?—habló Louis acomodándose la chaqueta de
cachemire que David le había obsequiado. Era sin duda un acierto. Él
se veía elegante, sofisticado y con un aire seductor que jamás
había logrado a ver en su mirada—. Si tiene una ocupación en
mente se...
—¡No!—gritamos al unísono.
—Era sólo una idea—susurró
llevándose los dedos índice y corazón de la mano derecha a sus
labios. Tenía una sonrisa enigmática y seductora, la cual sólo
usaba cuando tramaba planes terribles.
—Louis hemos dicho que no—comentó
David—Y bien, cuéntanos tu plan.
—Lestat necesita salir de New Orleans
aunque sea unas horas—dije mirando la lámpara del techo. Era una
obra de arte, sin duda alguna, y Lestat estaba comprando nueva
decoración para la mansión porque todo le recordaba a ella.
Rowan había puesto su toque femenino y
parte de su personalidad. Cada objeto, aunque fuese pequeño, que
ella había movido de sitio o adquirido le traía a él amargos
momentos en los cuales, como no, le provocaba pánico, dolor y por
supuesto rabia. Nuestro viejo amigo se había aventurado a ofrecer su
corazón sin reservas, pero siempre hay algo que no cuadra y se sale
de tus planes. Las alfombras, cortinas, algunos muebles elegantes y
sobrios, así como varias esculturas habían sido cambiadas, vendidas
o simplemente enviadas al desván, por otras distintas.
—¿Y dónde piensas llevarlo?—dijo
David mientras se sentaba en uno de los cómodos sofá de cuero color
caramelo que había en la sala.
Era una de las salas más elegantes y
distendidas. Su aspecto rectangular recordaba a un pasillo amplio,
pero tan amplio como puede ser una biblioteca. Había algunas
estanterías con volúmenes gruesos, pero sobre todo había objetos
hermosos llenos de arte. Las esculturas, cuadros y jarrones que allí
se encontraban pertenecían a una colección llamativa por sus
contrastes y rica, muy rica. A pesar que eran objetos de distinta
época encajaban, pues era como un pequeño museo, y en el centro
había algunos sofá cómodos donde sentarte a contemplar los cuadros
o las hermosas vidrieras. Lestat era un loco apasionado por la
belleza, como todos nosotros, y había hecho que su vivienda, el
nuevo refugio que había logrado adquirir, fuera terriblemente
sobrecogedor.
—Las Vegas—respondí sin pestañear.
—Claro, vayamos a Las Vegas todos y
vistámonos de Elvis. ¿Por qué no? Venga Louis, vayamos a los
casinos y corramos por las calles como borrachos noctámbulos con
ganas de ir a ver chicas desnudas bailando para nosotros—se echó a
reír y luego me miró serio—. No.
—David...
—Es mala idea. No quiero recordar
como acabó el hotel de Brasil después de nuestra escapada—susurró
llevándose las manos al rostro para frotárselo.
—¿Cómo acabó?—pregunté por
curiosidad, pues desconocía la historia.
—Incendiado—se animó a contestar
Louis con una ancha sonrisa.
—No sé para que pregunto—dije
antes de aproximarme hasta David para sentarme a su lado, Louis hizo
lo mismo dejándolo en medio de los dos—. Pero es buena idea.
—¿Y cómo le convencemos? No quiere
moverse de aquí—respondió mirándome a los ojos—.
Armand...—suspiró y tomó fuerzas para decirlo— investigo para
él junto a mi equipo, todos y cada uno de los hombres que ahora
poseo a mi servicio, únicamente para dar con el paradero de Rowan.
No he querido confesarle que está en San Francisco, donde se crió,
y es porque ella no quiere ser encontrada. Es mejor así. Él quiere
aparentar que no la necesita, pero sí, y ella quiere poner, a ser
posible, un mundo entre ambos.
—Entonces yo tengo razón—fruncí
el ceño y miré a Louis—. ¿Aún lo quieres?
—No es de tu incumbencia—respondió
cruzándose de brazos.
—No le amas, pero le quieres. A tu
modo le quieres. Igual que yo a mi modo le quiero—tomé el brazo
izquierdo de David y tiré de él—. Y tú... y todos.
—¿Y quién nos ayudará? Porque
convencerlo será imposible—dijo David.
Nos quedamos en silencio antes de
mirarnos todos y sonreír. Pensamos que un único vampiro en éste
mundo podía influirle en éstos momentos: Tarquin Blackwood.
El joven Blackwood era un vampiro
enérgico, aunque a veces melancólico, con el cual se movía por New
Orleans en su limusina o simplemente salían a pasear disfrutando de
la compañía de ambos. A veces los acompañaba Mona, pero la mayoría
de las ocasiones lo podían ver juntos riendo en algún café. Sí,
el chico de ojos azules y tristes podía ser sin duda el apropiado.
Convencer al muchacho fue coser y
cantar, pero el viaje en avión se complicó debido a la pequeña
escala que teníamos que hacer. Louis detestaba viajar de ese modo,
aunque no podía hacer nada por evitar los vuelos, y David se
dedicaba a leer su revista mientras Lestat hacía comentarios
absurdos. Quinn decidió mantener informada a su Ophelia.
—Sí cielo, sí. En cuanto lleguemos
al hotel yo te llamo. No amor, no. No haré nada indebido. Sabes que
soy un caballero. Sí, sé que Lestat es alocado pero no pasará
nada. Cariño, vamos a pasar una noche relajada y regresar. En serio,
sólo un paseo y volvemos—hablaba por el móvil mientras Lestat y
yo le observábamos. Cuando colgó suspiró largamente y se echó a
reír—. Si alguno de ustedes le dicen a Mona que vamos a Las Vegas
sin ella me matará, os matará y hará explotar New Orleans.
—Palabra—dijo Lestat acomodándose
en el asiento—¿Por qué llevas eso?—comentó intentando tocar mi
batidora.
—¡No la toques! La usaré para mi
cóctel especial—sonreí estrechándola con firmeza—. Sólo lleva
alcohol y sangre, en serio.
Cuando llegamos al hotel, en la suite
especial, habíamos encontrado el paraíso. Todo era lujo, conforto y
belleza. Estábamos acostumbrados a cosas así, pero sin duda estando
los cinco era algo único. No conocía mucho a Tarquin así que era
una oportunidad de lujo para conocer qué tramaba aquel chico de
campo, aunque con unos elegantes modales y una pose de caballertito
de otra época.
El cóctel fue bien, metí un par de
ingredientes únicos, y al despertar todo fue un caos. Juro que no
recuerdo bien como ocurrió, pero creo que me excedí al mezclar
algunas drogas que había encontrado en los bolsillos de un camello.
Mucho alcohol, sangre, drogas y tabasco. No sé porque pero despertar
fue lo peor.
—Mona, Mona...—susurró alguien en
mi nuca y cuando me giré para verlo era Tarquin.
Me levanté de inmediato y noté que
llevaba los calzoncillos, cosa que agradecí, pero de inmediato
escuché un grito espantoso. Venía de la habitación de David.
—¡Pantera! ¡Pantera!—gritó
saliendo de la habitación para atrancarla con varios muebles— ¡Hay
una jodida pantera en mi cama! ¡Conmigo! ¡Dormía abrazado a ella!
¡Joder!
—¿Qué pasó?—preguntó Tarquin
completamente desnudo mientras se levantaba del colchón colocándose
la sábana a modo de toga.
—No lo sé—me encogí de hombros y
noté que faltaba alguien, o más bien un par—. ¿Y Louis y Lestat?
—Yo estoy aquí—dijo Louis saliendo
de detrás de una cortina vestido de novia—¿Por qué llevo esto?
David seguía mirando la puerta
completamente descompuesto, desnudo y con un sombrero de vaquero en
la cabeza. No me preguntéis por el sombrero de vaquero pues
desconozco de dónde, cómo y porqué lo llevaba. Louis parecía
desconcertado y a punto de llorar como jamás lo había visto.
—No recuerdo nada—susurró mi viejo
amigo antes de intentar quitarse el traje de novia.
—¡Queréis hacerme caso! ¡Hay una
pantera ahí dentro!—gritó provocando que me echara a reír,
aunque ciertamente la situación era incómoda.
La habitación estaba hecha un desastre
y Louis parecía frustrado. Sin embargo una vez recuperamos todos
nuestras ropas intentamos poner orden en el asunto. David llevaba un
anillo de bodas y Louis llevaba el juego, así que ellos se habían
casado. Tarquin y yo estábamos en silencio y nos mirábamos de
reojo. No sabíamos porque dormíamos juntos ni queríamos saberlo.
—¿Y Lestat?—preguntó David—
Deberíamos irnos antes que la pantera nos atacara.
—Hay dos sofá, una puerta y vete tú
a saber que más ahí colocado de barrera. No pasará nada—dije con
mi batidora de nuevo entre mis manos—. Chicos creo que la culpa es
mía.
—No me digas, no me di cuenta.
¡Genio!—gritó Louis a punto de abalanzarse sobre mí, pero lo
detuvo David.
—¿Qué hacemos? ¿Dónde puede
estar?—pregunté esperando que alguno me respondiera.
—Jugando en el casino—dijo
Tarquin—. Yo iría allí.
Al ir al casino, el cual se encontraba
en el hotel, no lo encontramos. Tarquin, eso sí, encontró su gran
amor en la mesa de poker y los dados. Estaba de racha, aunque
realmente trucaba el juego a su conveniencia. David y Louis estaban
callados mirándose el uno al otro, observando sus anillos y
aceptando el hecho. Ambos, en otra época, se habían imaginado la
boda de sus sueños con otras personas. Aunque supongo que David
siempre pensó morir soltero, pues era un lobo solitario. Si en esos
momentos compartía vida con mi viejo y cínico amigo era por un
hecho fundamental: lo amaba. Sin embargo Louis no amaba lo suficiente
a David, pues su corazón se había quedado roto y el amor no era lo
más importante para él.
—¡Estoy llorando!—escuché decir a
Tarquin en alguna ocasión—¡Voy a secarme las lágrimas con
billetes de cien pavos!—exclamó.
Aunque en realidad podía hacerlo antes
inclusive. Petronia se había asegurado de hacer un suculento pacto
con los Blackwood, aunque estos hacía mucho que no tenían sangre
Blackwood sino Mayfair. Si bien, no estoy muy seguro de ello. Tarquin
es una mezcla extraña entre Virginia Lee y Julien Mayfair, aunque
¿quién sabe? Todo es posible en ésta vida. Realmente no creo que pasara algo entre nosotros, pues no sentía las piernas cansadas. Pero es extraño despertar al lado de alguien que casi no conoces y no recuerdas el motivo. Sin embargo acepto que fue divertido. Ahora que recuerdo todo no puedo dejar de reír a carcajadas.
Después de dos horas buscando a
Lestat, llamando a su móvil al cual no contestaba, apareció vestido
de Elvis con un par de chicas a ambos lados. Por lo que supe se había
despertado en la cama de una de ellas y decidió seguir la fiesta.
Lógicamente cuando Louis supo todo le prendió fuego al tupé de
pega que llevaba y las chicas huyeron.
Todos hicimos un pacto de silencio,
pero Mona se ha enterado y creo que no tengo porque mantener la boca
cerrada. En fin, fue divertido. Pero lo importante es que he hecho un
cóctel nuevo para experimentar con Marius. Yo llamo a mi invento: El
Men In Black. ¿Por qué? Porque hace lo mismo que los chismes esos
que llevan los hombres de negro en la película, sí eso que llaman
el desmemorizador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario