Pecado... es un texto de Marius donde reflexiona sobre el amor de Armand. O más bien, el reflexiona sobre el amor que posee hacia él.
Lestat de Lioncourt
El recuerdo de nuestro primer encuentro
aún destella en mis recuerdos adentrándome en los pasillos de aquel
burdel, el olor a orines y sudor, mientras indagaba sobre el alma
atormentada que allí se hallaba pintando la cara de Dios de forma
terrible y obsesionada. Quería enterrarse en su fe antes que
hundirse definitivamente. Sus ojos mostraban lo terrible que podía
ser el mundo y sus brazos, tan finos, se alzaban hacia el improvisado
altar. Supongo que para él fui un salvador, un ángel, y no el
monstruo que pinta los hermosos palacios de Dios.
Tenerlo entre mis brazos fue darle
sentido a mis oscuras noches. Su cabello rojo destacaba en su piel
lechosa que cubría su fina figura. Se encontraba sucio, herido y
desnutrido. Envolverlo en mi capa para que no sintiera la noche
penetrando en él como cuchillas. Estaba febril, la lengua que
hablaba era desconocida para mí y sus cejas se fruncían suavemente
dándole un aspecto lacónico.
Después de un baño y numerosos
cuidados pude ver la imagen de un joven atractivo, casi un niño, que
caminaba elegantemente con calzas y ropajes celestes con bordados
dorados y algunos detalles azul marino. Su cabello destacaba
nuevamente, pero en ese momento limpio y peinado, rozando sus hombros
y la cruz de su espalda.
¿Qué fue de mis sentimientos hacia
él? ¿Por qué los oculto con severidad? ¿Qué ocurrió en mí? Me
convertí en un monstruo que únicamente sabe transmitir su pasión
en un lienzo. Sin embargo sigo amándolo a mi modo y lo observo con
preocupación. Es una de mis grandes historias de amor, pero consigo
enmascarar mis pecados con él a punta de látigo y palabras crueles.
No fui sincero y me comporté de forma mezquina, por eso creé para
él a esos dos muchachos mortales. Sin embargo me equivoqué. No
puedo enmendar mi error con el amor puro que otros poseen, no
obstante no aceptaré mi error frente a él. Prefiero que crea que
aún estoy convencido que fue lo correcto.
Por ahora aguardo y dejo que el
silencio entre ambos sea terrible. Sin embargo mi amor por él es tan
intenso como aquel primer día. Sobre todo al observar su cuerpo
desnudo, desvalido y de piernas torneadas que se abre para mí
invitándome al placer, el delicioso pecado de la carne y el
agradable confort que existe mordisqueando sus rosados pezones. Puedo
sentir la excitación al deleitarme de su pequeña mata de pelo
pelirrojo coronando su sexo, el cual yace duro y palpitante, mientras
me mira con esos endemoniados ojos. Pintarlo de ese modo, como si
fuera un ángel desnudo, provoca en mí ciertos delirios. Quiero
besar su boca entreabierta y morder los pliegues de su piel. Necesito
hundir mi nariz entre sus mechones y besar su nuca con la calidez y
pureza de un santo.
Él es una de mis mayores inspiraciones
y pecados. Deseo hundirme entre las sábanas oscuras que contrastan
con su sedosa figura. Sé que sabe que estoy a punto de ceder y
también sé que comprende mi alma mucho mejor que yo mismo. Tal vez
debería pedir perdón de forma sincera, pero tan sólo sé dejar
atrás el caballete y hundirme en él de forma placentera,
desesperada y caliente. Tan caliente como el alma que yace dentro de
su erótico envoltorio. Hacerle el amor es mi mayor inquietud en
éstos momentos, pero antes acabaré con las últimas pinceladas y
después cansaré sus piernas tras un fogoso ritual de mordiscos,
besos, murmullos indecentes, movimientos bruscos de cadera y verdades
a medias.
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