Bonsoir
Texto dedicado a Benji y Sybelle por parte de Armand
Lestat de Lioncourt
—Siempre me he sentido perdido en
medio del caos más terrible. Mis manos acarician la verdad y
terminan encendidas por la brutalidad de mi alma. Mis alas fueron
arrancadas hace demasiado tiempo para recordar que una vez las tuve.
Aquel demonio que me hizo su ángel parece haber olvidad por completo
la lealtad a mi pasión, esfuerzo y amor. Sentía que un día podría
alzarme entre las ruinas de mi alma, sonreír sin contener las
lágrimas y finalmente recuperar todos los recuerdos sin
dolor—susurraba con mis manos colocadas sobre sus cabellos negros,
algo alborotados, y sedosos. Sus enormes ojos oscuros me hacían
temblar por segundos. Él me escuchaba en guardando la magia de su
voz para cuando yo finalizara.
Me arrodillé frente a su cuerpo
infantil y pequeño. Besé con cuidado sus manos e hice que sus dedos
rozaran mis mejillas. Estaba postrado ante él como si fuera un
santo. Sus hermosas pestañas se movían suavemente como si fueran
mariposas, sus cejas estaban pintadas maravillosamente, y realmente
parecía un pequeño perdido en medio de una pintura de Rubens,
Caravaggio o Botticelli. Una magnífica obra de arte hecha de carne,
piel, huesos y Don Oscuro.
—Quería un milagro en el cual el
Señor haga que el vacío de mi corazón desapareciera. Necesitaba
calmar mi alma que aún yacía cubierta de yagas y viejas heridas. El
silencio de la soledad era un tormento terrible y notaba como sus
manos me acarician cada noche, traspasando mi cuerpo y hundiéndose
en lo profundo de mi corazón. Mis labios temblaban alzando palabras
al todopoderoso, mis ojos derramaban lágrimas de sangre y mis manos
buscaban la plegaria uniéndose a la oración—me alcé
estrechándolo contra mí mientras besaba su rostro con cariño.
Cubrí sus mejillas, frente, lóbulos y cuello para luego ofrecerle
un beso cálido en sus labios infantiles. Besaba su cara como lo
haría una madre, pues mi amor es así de intenso—. Y entonces
viniste tú, cariño. Viniste junto a Sybelle para hacerme sentir
pleno.
—Dybbuk—sonrió echando sus
pequeños brazos a mi cuello y lo alcé del suelo riendo junto a él.
Era una risa fresca como la pura nieve de Rusia.
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