Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 6 de mayo de 2014

Recuerdos calcinados

Breves memorias que recuerdan ciertos momentos y el dolor que aún permanece atenazando dos corazones. 

Lestat de Lioncourt 

Estaba de pie frente a ambos. La discusión se había iniciado de nuevo. Louis estaba herido nuevamente, sentía su furia contagiarse por las llamas que se precipitaban sobre los muebles y el papel pintado de la vivienda. Lestat lo observaba jadeante con los puños apretados. El humo se condensaba y a lo lejos se escuchaba las sirenas de los bomberos. La vivienda se consumía, la misma que habían tenido para su pequeña familia, mientras los tres estábamos allí como si nada sucediese.

Louis parecía un ángel recién caído a los infiernos. Su cabello negro, perfectamente peinado, y ondulado caía sobre mi camisa blanca y chaleco verde prado. En ésta ocasión tenía un aspecto mucho más cuidado que otras veces, pues yo lo cuidaba del modo que Lestat me había pedido. Los pantalones eran de su talla y sus zapatos estaban lustrosos.

Lestat tenía una figura genuina, atractiva, pero llena de emociones que le hacía temblar de ira, rabia y dolor. Había caído de nuevo sobre él una venganza absurda por rencores de tiempos pasados, los cuales estaban enterrados para el Príncipe Malcriado pero no para Louis, pues los sentía como un lastre.

—¡Te detesto!—gritó agitando sus brazos— ¡Quemas los escasos recuerdos agradables que tenía de ti! ¡Felicidades! ¡Eres un maldito idiota! ¡Un imbécil que debí matar y echar su cuerpo al pantano!

—¡Igual que yo hice contigo!—dijo con una sonrisa macabra mientras tomaba una pose ligeramente decidida.

Rodeaba a Louis con cuidado, lo mantenía alejado de los golpes que podía propinarle Lestat. Ambos se detestaban profundamente, pero dentro de ese pozo aciago, de desesperanza y crueldad, había algo de amor que estaba intentando no quemarse junto a los hermosos, y valiosos, cuadros de la pared.

—¡Cállate maldito! ¡Cállate!—increpó levantando el brazo derecho para señalarlo—¡Te odio!

—¡Deberías consumirte con tus propiedades!—dijo furioso mientras yo lo sostenía, aunque su fuerza ahora era superior a la mía— ¡Sí!

—¡David, llévatelo de mi vista!—se apartó de nosotros para intentar salvar algún libro, varios cuadros y por supuesto varios recuerdos que le hacían sentirse protegido, unido de algún modo a todos quienes le amábamos.

—¡Ni me toques!—se apartó de mí girándose hacia mí para explicarme sobre sus tormentos, esos que no comprendía en absoluto— ¡He venido a pagar el daño que él me ha hecho!

—¡Daño!—exclamó Lestat tras una honda carcajada—¡Ahora vuelvo a ser yo el malvado!—dijo girando su rostro hacia nosotros. Tenía un hermoso traje blanco que estaba quedando cubierto de hollín, el pelo encrespado y revuelto, los ojos llenos de ira y una sonrisa que posiblemente era la de un demonio; creo que esa sonrisa, la que nos regalaba, estaba llena de rabia y odio— ¡Bien! ¡Me encanta ser el maldito desgraciado de ésta historia que no tiene principio ni final!

Entonces el camión de bomberos aparcó cerca de la boca de riego, pues querían salvar tan preciado inmueble, y nosotros decidimos marcharnos. Louis a penas quería moverse, deseaba ver la casa consumida en llamas y a la vez, o eso quiero pensar, rogaba por verla como en otros tiempos. El dolor que cargaba en su alma le había hecho ser descreído de su vieja fe católica, del perdón y la humanidad. Louis se había transformado en un ser distinto, como si fuera una metamorfosis digna de Kafka, frente a todos y evolucionado hacia un lado más salvaje y destructivo.

En un callejón cercano siguió la discusión. Lestat golpeó a Louis y éste decidió vengarse arañando su rostro con sus propias uñas. Los dos discutían acaloradamente y yo me sentía un testigo mudo, sordo e inútil. No podía hacer nada. Me sentía maniatado. Estaba viendo a dos seres que amaba destruirse por viejos odios que no comprendían.

—¡En vez de cuidarme dejaste todo en manos de David!—explotó en lágrimas y cayó de rodillas en el suelo de aquel hediondo callejón que olía a excrementos de animal, orina y basura de un restaurante cercano.

—¡Ya no somos los mismos! ¡Todo lo de Merrick nos cambió y dividió!—dijo Lestat esgrimiendo sus puños al aire.

Merrick había causado grandes estragos con su presencia y las visiones que ofreció a Louis sobre Claudia. La verdad que le había torturado, que incluso sospechaba, le había abofeteado duramente. Louis no pudo soportar la idea de ser maldecido por ella. No, no podía. El tierno corazón que él poseía, tan lacónico y filosófico, se rompió en mil pedazos y cuando se unió de nuevo fue gracias a la oscuridad y la rabia.

Lestat amaba la fragilidad que poseía Louis, pues lo veía como un pequeño muñeco de procelana y a la vez como un amor que no podía ser. Conservaba cada recuerdo con cuidado y con una necesidad impropia de seres como nosotros, pues somos acusados de fríos y frívolos. Pero el Louis que tenía frente a él, ese cargado de odio y con el aspecto de un ángel enfervorecido por la maldad, no era el ser que amaba.

Yo amaba a ambos. Siempre he amado a Lestat y a Louis. He arriesgado mi vida, mis propiedades, mi verdad, mi honor y también mi tiempo en comprenderlos y tenerlos cerca mío. Ellos son importantes para mí, por eso la discusión me consumía.

—¡Te fuiste con las brujas! ¡Un vampiro enamorado de una bruja! ¡Maldito imbécil!—finalmente otra vez, esa vieja discusión que venía dándose desde hacía más de diez años.

—¡Y tienes el descaro de decirlo tú! ¡Tú te fuiste con Merrick!—explotó nuevamente y ambos se miraron en silencio.

Louis se incorporó con el rostro lleno de lágrimas, tomó el de Lestat entre sus manos y lo besó antes de agarrarme del brazo derecho y tirar de mí hacia la salida. Nuestro amigo, amante y creador, quedó atrás con las manos metidas en los bolsillos y el rostro girado hacia el gran incendio de su vivienda. Posiblemente la reconstruiría y la haría de nuevo su hogar muy pronto, sin importarle que Louis volviese a incendiarla debido a todos los demonios que lo instaban a ello.


El amor puro que sintió Louis por Claudia, ese amor por encima de todo, era el mismo amor que sentía Lestat por Rowan añadiéndole tintes sexuales y prácticamente enloquecedores. Él la amó durante tantos años y ahora no podía estar a su lado, pues sería prácticamente destruida y consumida como si fuera una de esas velas que tanto fascinan a Louis, y por otro lado comprendía a mi viejo amigo de ojos esmeraldas. Comprendía a Louis porque él quería recuperar parte del protagonismo en la vida de Lestat, aunque ya no pudiesen soportarse más. Era una necesidad mútua, debían apoyarse, pero sólo discutían. Lestat no podía olvidar los recuerdo que allí se consumían, como no podía olvidar a Rowan y al mundo que había conocido.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt