La primera vez que nos vimos estábamos
frente a un ataúd abierto, todos lloraban la muerte de tía Queen.
Recuerdo que me cautivaste y yo te irritaba. Creo que ese día no te
di una buena impresión con mi aspecto de estrella del rock, mi pelo
revuelto y esos ojos que no podías descifrar. No, no podías leerme
la mente y eso te frustraba. Yo, sin importarme tu molestia, me
divertía muchísimo al comprobar que era un enigma para ti y un
peligro. Te hice saltar todas las alarmas y te comportaste como una
dama a pesar de ello.
Cuando regresamos a Blackwood Farm
todos la lloraban, Nash se deshacía en halagos hacia la difunta tía
Queen y Tommy tenía su pequeño pecho encogido. La Gran Ramona
insistía que el joven Blackwood, mi hermanito, debía probar bocado
y yo también; sin embargo, había alguien que nos esperaba arriba,
en la habitación de éste. La persona que aguardaba, como si fuera
la Bella Durmiente, era Mona.
Mona se había escapado del hospital,
con sus escasas fuerzas había comprado flores y conducido hasta
llegar a la mansión cerca del pantano. Las aguas nocturnas, las
estrellas, la brisa cargada de insectos y los habitantes de la casa
habían sido testigos de aquella aparición fantasmagórica. Delgada,
con el cabello enredado, los ojos hundidos, completamente demacrada y
terriblemente moribunda. La habían subido a la habitación y
dispersado las flores a su alrededor, nosotros mismos lo vimos, y
finalmente ¿qué? Decían que debíamos llamar a sus tíos, Rowan y
Michael, así como a toda la familia Mayfair para que supieran donde
se encontraba.
Ella lo sabía, Rowan. Ella sabía que
Quinn no la dejaría morir y que él era algo más que un simple
mortal. No, no era el chico que conoció sino un vampiro. Sus ojos
azules se fundieron en sus gemas verdes, las cuales centelleaban con
deseo, y finalmente caí yo en la trampa. La besé, rodeé con mi
cuerpo casi aplastándola y la hice mi hija. Se moría, ¿qué podía
hacer? No iba a dejar que muriera tan hermoso ser.
Entonces apareciste tú, como si fueras
otra visión de otro mundo. Estabas decidida a llevarte a Mona y
mientras, como si fuera una pesadilla, Julien Mayfair, el difundo
brujo de la familia, me atormentaba con su mirada clavada en mi nuca.
Estaba nervioso, nunca había visto un fantasma tan real y él me
odiaba. Sabía que me odiaba por como se movía por la habitación.
Rowan, juro que me fascinaste y que fuiste lo único bueno de esa
noche, si no contamos que salvé a alguien de la muerte.
Me enamoré de ti, nos besamos y
prácticamente te juré amor eterno. A pesar de todo lo demás que ha
pasado, lo cual ha sido mucho e intenso, puedo decirte con total
sinceridad que aún te amo. Aguardo el momento de volver a estar
contigo, de poder tocar tu piel y jurarte de nuevo que siempre voy a
amarte. Por favor, no me cierres tus puertas y abrázame...
Lestat de Lioncourt
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