Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 9 de junio de 2014

Beautiful monster

Una noche de sed junto a Louis, eso es Bautiful monster... 


Lestat de Lioncourt 

La noche había caído con toda su intensidad y las diversas luces, las cuales salpicaban el perfil de la ciudad, ya brillaban con mayor fuerza que las propias estrellas. Sus ojos recorrían con cautela la silueta de cada mueble, posándose por unos instantes en la lámpara de queroseno que se encontraba encendida. El suelo estaba descuidado, las cortinas algo raídas y las paredes negras. El fuego había consumido parcialmente aquel hogar. Era una de las pequeñas viviendas que Lestat había adquirido y abandonado, pues él la había destrozado. Louis se había hecho con ella, para guardar sus numerosos libros y olvidarse allí, como si pudiera hacerlo, de todos los recuerdos que le perseguían como si fueran terribles fantasmas.

Se incorporó del sillón dejando el libro, que sostenía desde hacía rato entre sus manos, en una mesa pequeña y retorcida. Sus mocasines hicieron crujir las tablas de madera del suelo, como si fuera un viejo ataúd, y entonces decidió salir. Caminó hacia la puerta, giró el pomo y salió a la noche. El aroma del pantano cercano le provocó cierta nostalgia, pero sobre todo el dondiego que crecía a un costado de la propiedad.

Salió al jardín, acarició con la punta de sus dedos las hojas de las rosas, observó el camino empedrado de losas heterogéneas y se acercó a la valla. El hierro chirrió, igual que un trueno, provocando que sonriera. Sabía que buscaría una nueva víctima, la sed provocaba cierto ardor en su garganta y sus ojos verdes brillaban como los de un animal salvaje.

Louis ya no era el mismo. No era el filósofo y mártir. Hacía más de una década que no lloraba, no se lamentaba, no era nada más que colmillos y rabia. Se abrazó a sí mismo, sintiendo la fina tela de su camisa blanca, y echó a caminar por las calles aledañas a la propiedad. Los vehículos pasaban a su lado, los jóvenes se tropezaban con él sin siquiera prestarle atención, las farolas iluminaban levemente su piel algo tostada y su mirada se volvía más terrible. Finalmente, halló lo que buscaba.

Era una mujer delgada, de aspecto algo enfermizo, con el cabello rubio encrespado y los labios pintados con un tono rojo muy llamativo. Vestía con una falda corta, de tela jean, y una blusa anudada en sus pechos, que era del mismo tono que sus labios. Una puta cualquiera. De esas fulanas que te venden incluso su alma por una dosis de droga. Él sonrió, como cualquier pervertido sin escrúpulos, y la tomó del brazo llevándola a un callejón cercano.

Ella lo miró, como quien mira a un demonio, e intentó hacer su trabajo. Sin embargo, no era placer sexual lo que buscaba Louis. Él clavó sin piedad sus colmillos, traspasó la piel y la carne, para beber sin escrúpulos de ella. Lentamente dejó de tener fuerzas, cayó a sus pies como el envoltorio de un chicle y salió fuera. Con cuidado acomodó sus largos cabellos ondulados, sonrió y se lamió los labios pues aún sentía el calor delicioso de la sangre brotando entre sus dientes.

—Oh nuit, oh laisses encore à la terre. Le calme enchantement de ton mystère. L’ombre qui t’escorte est si douce—tarareó metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones—. Estúpida...—murmuró con una sonrisa cruel.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt