Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 8 de junio de 2014

Atrapado

Bonjour

¿Recuerdan como se encerraban a los dioses en los árboles? Pues Avicus quiere contarnos sus impresiones, su dolor. 

Lestat de Lioncourt 

ATRAPADO

Podía palpar cada trozo de madera como si fuera mío, mi piel, mis extremidades o mi alma. Encerrado en aquella oscuridad, como si fuera el líquido amniótico de mi madre, sentía hambre. Notaba el aroma de la lluvia, escuchaba el viento silbar, contándole a las ramas mi pecado, y podía enterrar los dedos en la tierra. Los insectos, y otros animales, eran para mí parte del murmullo natural del bosque, de su alma y su verdad. Los druidas caminaban entorno a mí, me dedicaban alabanzas y me llevaban víctimas para saciar mi sed.

Cuando sentí y vi el sol, como si pudiera hacerlo en plena noche, creí estar volviéndome loco. Los vi a ambos sentados en sus tronos, las arenas doradas del desierto bajo sus pies desnudos, el lino de sus ropajes y el oro centelleando en sus brazaletes y collares. Contemplé horrorizado la salida del sol, como éste tostaba su piel mientras inmóviles parecían luchar contra el destino. Alguien los había expuesto para condenarnos a todos. Sin embargo, ¿no estaba yo lo suficientemente condenado como para sentir dolor? Mi carne se quemaba, la piel se caía a trozos a mis pies y mi pelo parecía arder como si fuera una antorcha. Me tiré rápidamente al suelo y grité, girándome de un lado a otro. Perdí el conocimiento tras más de media hora gritando. El tormento duró un día completo.


A la noche siguiente, cuando todo había pasado, me descubrí vivo. No recordaba demasiado. Sólo sabía que habían expuesto a Padre y Madre. Miré mi piel quemada y quise chillar, pero incluso mi lengua se sentía abrasada. Los sacerdotes que enviaron a la joven, una de tantas víctimas, al ver mi aspecto se horrorizaron. Corrió la voz de alarma, revisaron a los demás y muchos habían muerto. Si ya me sentía solo, en ese momento me invadió el dolor, la pena y la angustia de una soledad aún más marcada.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt