Estas memorias sólo pueden entenderse si se conoce todo lo que ha ido ocurriendo, pero no es complicado entender el sentimiento. Imaginen Taltos de nuevo caminando por el mundo...
Lestat de Lioncourt
«Que me envuelva el diablo, si quiere.
Su voz vendrá conmigo para siempre.»
La observaba desde cierta distancia,
como si pudiese solucionar sus vidas con tan sólo contemplarla.
Quería llevarla lejos de aquel mundo perverso, pero pertenecían a
él. Todo lo que les rodeaba estaba en su código genético. Sus
cabellos rubios rozaban sus mejillas y su largo cuello, parecían
destellos del sol, y vestida de ese modo tenía la apariencia de un
ángel. Sólo llevaba un camisón blanco, con algo de encaje, que
únicamente había usado una vez.
—¿Cómo podría solucionar todo lo
que está pasando?—preguntó mirando el reloj, aunque la hora ya no
importaba.
Había pasado la hora de las brujas, se
encaminaba a la una de la madrugada la aguja, y él no había podido
descansar. Ella permanecía en silencio, arrojada en la cama, con
lágrimas derramadas en la almohada y su cuerpo retorciéndose por el
dolor.
—Él lo ha hecho—susurró—.
Julien es un caprichoso—añadió aferrándose a las sábanas.
«Se alzará de entre las permanentes
sombras
la Legión de demonios convertida en
siete.»
—Rowan... —su voz se quebró cuando
se acercó a ella y la tomó de las manos. Abarcaba las suyas con
suma facilidad, como si fueran las manos de una pequeña muñeca—.
¿Qué ocurre?
—Siete serán los demonios antiguos,
pero habrá dos nuevos que se unirán al ritual. Debes detener lo que
está ocurriendo. Michael, debes hacerlo—su mirada estaba perdida
en la locura, pero pronto relacionó aquello con una profecía
similar a la poesía que una vez Julien le entregó.
—Ashlar, Morrigan, Oberon, Miravelle,
Lorkyn, Emaleth y Lasher. Siete demonios antiguos, siete
Taltos—murmuró apartándose de ella para sentir que enloquecía.
Sus manos habían visto algo. Volvía a tener esa conexión con el
mundo espiritual y se echó a temblar—. Alvar ¿y quién más? ¿Qué
otro Taltos nacerá?
«Los desiertos volverán a ser valles
y de entre la espesura surgirá el
caos.
No creas a los eruditos, siempre
mienten.»
Rowan quedó quieta, salvo los dedos de
la mano derecha que presionaban las sábanas. Pronto pudo ver como de
entre sus piernas fluía sangre. Estaba manchando la cama y su
camisón. El color ceniciento de su piel de vampiro, casi cercano a
la porcelana, se avivó y al tocarla sintió calor. Volvía a ser
humana. Alguien había invertido un proceso, Memnoch.
—Julien ha pedido a Memnoch que haga
conmigo de Dios todopoderoso...
Michael tropezó y cayó al suelo.
Aquello era imposible. Todo empezaba como en el principio y Rowan
estaba perdiendo la cabeza.
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