Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 24 de agosto de 2014

Archivo Talamasca - Parte 1 - Ella

David ha logrado que me interese un caso sólo porque iba a verlo actuar como ladrón. Reconozco que tiene talento. 

Lestat de Lioncourt


Tomó con cuidado una de las carpetas marrones, ajadas por los años y cubiertas de una fina película de polvo, con sus manos enguatadas. Había ido a la Orden, para recuperar algunos archivos. Era el trabajo de toda una vida dedicada al misterio. Sus archivos y los de Aaron, así como los de Merrick o Jesse, le pertenecía. Ocasionalmente colaboraba aconsejando a los novicios, pero estaba completamente desvinculado de la orden. No percibía salario o ayuda de ellos, es más, David Talbot siempre fue rico. Era un joven acomodado, ambicioso y con talento cuando la orden lo sedujo. Por ello había cientos de carpetas con su nombre, o mejor dicho, con su firma.

Aquella noche buscaba en concreto un documento. Era uno de sus primeros casos. Recordaba al muchacho, delgado y pálido, temblando frente a él con los ojos hundidos. Había visto demasiado. No era un crimen lo que había presenciado, aunque era un suceso igual de traumático. Aquellos ojos enloquecidos, desesperados y sin esperanzas aún le perseguían. Richard Anderson era un chico poco social, que amaba la literatura clásica y solía ser el pardillo de la Universidad. Cuando Talbot tuvo el placer de conocer al muchacho sólo vio la punta del Iceberg, el caso le fascinó y deseó recuperarlo para guardarlo en sus propios dominios.

—David, ¿tan importante es ese documento para que hagamos todo eso?—preguntó Lestat apoyándose en una de las estanterías de metal.

—Sí, estamos en el sótano principal—comentó revisando la carpeta. Faltaban algunas fotografías y bocetos, también el testimonio final de la víctima—Aquí están los casos que ya han sido introducido en la base de datos, pero soy nulo para descodificar el sistema—decidió tomar la caja y llevarla hacia una pequeña mesa, la cual estaba tan llena de polvo como las estanterías.

—Pídele el favor a Mona—respondió su buen amigo encogiéndose de hombros.

—No—murmuró frunciendo el ceño.

—¡Qué terco! Sólo porque te rompió el corazón...

—No grites, no levantes la voz—se giró hacia él observándolo con cierta preocupación y molestia. Lestat parecía cómodo, como si eso lo hiciese todos los días. Él tenía la meticulosidad de un ladrón de cuerpos, pero su amigo parecía más bien un descarado muchachito que no le importaba ser arrestado.

—Lo siento—dijo acercándose a él—¿Lo tienes?

—Ya lo tengo.

Lestat sólo había ido para observar con sus propios ojos que era cierto. David Talbot se había convertido en un vampiro que arriesgaba su honor por unos cuantos papeles. Nadie podía atraparlos, pues sería terrible. Estaban en Talamasca y no solían aceptar que se saltaran de ese modo las normas.

Los pasos de ambos se perdieron por los pasadizos y terminaron saliendo al jardín colindante. Allí, no muy lejos, estaba el cementerio de Talamasca donde existía incluso fosas comunes. Algunos miembros, sin familia o por expreso deseo, decidían ser enterrados en aquel lugar. Era como un mausoleo de brujos, aunque no todos lo eran.

—¿Qué harás con esto?—preguntó acomodándose la americana azul marino que llevaba. La camisa de chorreras que guardaba tras aquella elegante prenda era cómoda, aunque demasiado estrafalaria. A veces usaba una ropa extraña, aparentando prácticamente que era parte de una de esas culturas jóvenes que hacían culto a todo tipo de historias, y leyendas, sobre espectros y seres sobrenaturales. Tenía las gafas colocadas en la cabeza, coronando su espesa cabellera rubia, y una sonrisa descarada—. Te estoy hablando, David.

—¿Qué crees que haré?—una sonrisa suave cambió la expresión seria y consternada de su rostro. Él también vestía una americana, pero todo su conjunto era sobrio. La chaqueta era oscura, los pantalones de vestir también lo eran y llevaba una corbata del mismo color que el traje, calcetines y zapatos. Era extraño que ambos fueran amigos e incluso compañeros eternos. Lestat creó a David en un intento desesperado por salvarlo y él, como no, se lo agradecía pese a todo—. Es obvio que debo revisarlo. Es un caso que concluí, pero el chico siguió pasándolo mal. Creo que ahora debe estar ya muerto, pues rondaba los veinte años y han pasado casi sesenta.

—Ah... ¿y para qué investigar?—sus palabras provocaron que David se parara y girara suavemente hacia él—.Ya, la verdad.

Horas más tarde, en un hotel de Londres, ambos descansaban cómodamente en una suite. La sala era una auténtica delicia. Lestat se perdía en las hermosas molduras del techo, la lámpara de araña que caía en el centro y los muebles victorianos. Se sentía en casa. Realmente era uno de los mejores hoteles donde solía hospedarse. David estaba inclinado hacia delante, sentado en el pequeño bureao del dormitorio mientras revisaba cada anotación.

“Archivo: 1235682 V
Fecha: 1952 – 25 Marzo
Localidad: Londres – Reino Unido
Introducción: Richard Anderson, joven estudiante universitario, dice sentir presencias que le influyen en su día a día. Ha venido a Talamasca a pedir ayuda. Siente que son los únicos que pueden comprenderle. Rechaza unirse a nosotros, pero sus poderes sensoriales son bastante notorios. Posiblemente se vuelva a ofrecer un puesto vacante, como novicio, para que colabore activamente.

El caso más preocupante de las visiones es el de una joven, de unos quince años, que aparece cotidianamente por los pasillos de su apartamento. La mujer le observa durante largo rato, murmura unas cuantas palabras y se lanza a su cuello apretándolo como si quisiera estrangularlo. Ha sentido sus dedos presionando el cuello, marcándolo inclusive, y tiene miedo. Decidió mudarse, pero la muchacha lo siguió hacia su nueva dirección y suele aparecerse en su dormitorio.

Ha sentido como la ropa de su cama cae al suelo, platos recién fregados salen despedidos del mueble, las luces se encienden o apagan, el televisor se ilumina en las noches sin programación alguna y los libros salen de la estantería para ir contra él, como si fueran armas arrojadizas.

Desea colaboración para eliminar al espectro que lo amenaza.

Caso:

Richard Anderson nos prestó la llave de su apartamento. Aaron Ligthner y yo hemos ido esta mañana. Ambos hemos sentido cierto enrarecimiento del ambiente. Nadie podría sentirse cómodo entre aquellas paredes, prácticamente desnudas de cualquier objeto salvo alguna estantería y un par de cuadros. Las ventanas estaban con las persianas alzadas, la luz de la mañana debía introducirse en aquel luminoso ático pero parecía lúgubre. La temperatura era inferior que en la calle, incluso podías sentir el aliento frío de la muerte rozando tu nuca. El joven Anderson no se ha despegado de nosotros, observando nuestras anotaciones e indicando alguno de los numerosos fenómenos.

El fenómeno más preocupante es que atenta contra su vida. Ya sea arrojando hacia él objetos varios, inclusive cuchillos, o aquel que ha intentado estrangularlo.

Mientras revisaba he visto a la joven reflejada en el espejo del baño, he intentado comunicarme con ella pero ha roto el espejo y los cristales, muy pequeños y finos, han sido lanzados contra mí. Gracias a mi destreza al esquivarlo sólo me ha hecho leves cortes en las mejillas, manos y algunos agujeros en la gabardina.

He procedido a pedirle a mi compañero que anote cada uno de mis pasos por la casa. De mi maletín he sacado unas cuantas velas y las he colocado estratégicamente, después hemos apagado la luz y empezado el ritual. Sin embargo, minutos antes le he ofrecido la medalla de San Benito al muchacho, así como la de San Miguel Arcángel, para que se sienta protegido. Aunque, ni siquiera una de esas medallas podrá parar a ese ser.

Juro que deseaba hablar con ella, pero sólo he podido expulsarla mediante alabanzas a los dioses de mi religión, el Candomblé, así como el ritual habitual para pedir que los espíritus encuentren la paz y su camino. No he podido averiguar si fue asesinada o tuvo una muerte violenta. Tampoco he podido comprobar si había relación entre ambos.

Aaron se ha encargado de la investigación sobre nuestro joven, pero está limpio. No hay nada sospechoso. No ha sido testigo de crímenes ni ha cometido alguno. Es un joven normal, con una vida sencilla y unos estudios de matemáticas, que nada tienen que ver con objetos antiguos o visitar lugares que pueden tener espíritus que finalmente vengan con nosotros hasta casa. Sospechamos que es alguien con poderes sobrenaturales, cierta visión y predisposición a atraer almas en pena. Sin embargo, no hemos dado con nada más. Sólo podemos decir que el caso ha sido resuelto.

Al día siguiente decidimos visitar a Richard Anderson, pero se había mudado. Aquella misma tarde, cuando nos marchamos del apartamento, había recogido todas sus cosas. Hemos intentado indagar donde se encuentra, pero es como si le hubiese tragado la tierra. En la universidad no saben nada de él desde hace días y al parecer ha dejado sus estudios. Nunca nos informó que hubiese dejado sus estudios o estuviese siendo presionado por otro espectro, demonio o cualquier ser sobrenatural. Estamos a la espera de noticias.

Redactado por: David Talbot
Fecha: 1952 – 14 Abril ”

—¿Vas a buscarlo?—preguntó Lestat recostado en el sofá.

—Es posible—murmuró—. El caso tiene lagunas y se cerró en falso. No teníamos pruebas de su vinculación con el ente que lo perseguía y tampoco sobre él. Sólo los datos que nos proporcionó la universidad—explicó.

—¿Cuál era?—dijo distraído con el dibujo del estampado del sofá.

—Imperial College London... ha tenido cambios en su dirección y desconozco si conservan archivos de sus estudiantes pasados tantos años—comentó incorporándose del despacho para ir hacia el salón, apoyándose en el respaldo del sofá donde se hallaba su creador y amigo—. ¿Crees que deba investigar?

—Y me lo preguntas a mí. ¡A mí! Tiene gracia—se echó a reír mirándolo a los ojos mientras abrazaba uno de los cojines—. Si quieres puedo acompañarte.

—No es necesario—aclaró—. Pero necesito que...

—No pienso vigilar a Louis, estás confundido si crees que voy a vigilar a un ser que me desea muerto—murmuró frunciendo levemente sus cejas—. No.

—No quiere destruirte, sólo le cansas—musitó acariciando sus dorados cabellos con sus manos sedosas, de hombre sabio a pesar de su aspecto joven—. Por favor.


—Pediré a un par de vampiros que averigüen si se encuentra bien, pero nada más. No pienso involucrarme de nuevo en la vida de ese cínico—aseguró, después soltó un largo suspiro y miró a los ojos pardos de David. Parecía preocupado, pero a la vez fascinado. Tenía un nuevo caso entre sus manos. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt