Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 23 de agosto de 2014

Unidos en el destino

Michael ha decidido recordar viejos tiempos y dedicarle algo a Rowan. No, no estoy celoso. Comprendo bien su amor y fascinación por ella. 

Lestat de Lioncourt


Las viejas leyendas hablan de sirenas que salvan a marineros en mitad del mar, ellas impiden que mueran ahogados y los llevan a la costa completamente convencidas que ese pobre desafortunado vivirá. Ellas no desean ser reverenciadas por su acción, sólo creen que hacen su cometido. Seres completamente hermosos, de ojos profundos como el propio océano y delicados labios que a veces dejan huella. Ser besado por una sirena debe ser como ser tocado por un ángel.

Hace tiempo que debí morir. Todos tenemos un día marcado en el calendario y pocas veces la muerte se resigna la muerte. Dudo que no quiera cumplir su trabajo. Yo habría aceptado su recado. Mi vida estaba completa, aunque jamás tuve suerte en el amor. Mi mundo se había derrumbado hacía años y lo único que tenía para afrontar el futuro era mi trabajo. Los recuerdos de la niñez eran el único bálsamo para mis heridas, y aún así se convertían en dagas afiladas cuando la imagen de mi madre o mi padre aparecía con nitidez. Nada me había hecho feliz en los últimos años. La muerte se alegraba de mi sufrimiento y quizás por eso alargaba mi vida.

Sé que debí estar muerto y no lo estoy. Ella me salvó. Cuando desperté en el hospital lo hice convencido que tenía una misión. Volvía a pensar en aquel hombre en el jardín, que paseaba entre los arbustos y árboles a cualquier hora. El mismo que vi en la iglesia acunando al niño Dios. Alto, delgado, de cabellos oscuros y ropa elegante. Parecía que era el guardián de aquel lugar. Mi madre lo temía. Sin embargo, jamás llegué a pensar que era un fantasma. Por eso cuando lo vi en mis sueños, tan nítido, decidí ir al lugar en el cual nos vimos por primera vez. Mis manos habían cambiado, era un fenómeno de feria que adivinaba el pasado y el futuro de las personas que se acercaban a mí. Si las tocaba podía ver cosas que ni siquiera ellos me dirían con facilidad. Esa fue otra de las cuestiones por las cuales decidí poner remedio a todo.

Busqué a la joven. No quería que nadie le diese las gracias. Pero yo insistía. Soy un hombre muy persuasivo cuando quiero algo. Aún así, me deprimía al pensar que jamás daría las gracias a mi rescatadora. Una mujer, una sirena. Para mí ella y su barco se convirtieron en mi sirena. No obstante uno jamás podría haber creído que era una neurocirujana tan atractiva. Tenía una forma de desenvolverse única y sus ojos eran profundos. Creo que me dejé arrastrar por su belleza, su fuerza y sus secretos. Y su mayor secreto ni siquiera ella lo sabía. Ese hombre era el Impulsor, Lasher... un fantasma que estaba en su familia y aquella casa su legado. Una niña criada por una buena mujer que no era su madre, desvinculada de sus orígenes, y que finalmente supo todo gracias a mí.

Concebimos el amor, pero también un monstruo que sembró el dolor y el miedo. Aquel ser se interpuso en nuestra felicidad. Nació una criatura terrible llamada Taltos y ese Taltos era la reencarnación de esa figura. Un ser que ocupó el lugar de mi hijo. Tantos años deseando ser padre, sin que me arrancaran la ilusión de mis brazos, para que él, en plena Navidad, se llevara todo. Se llevó mi ilusión y mi amor, pues se la llevó a ella y todo lo que creía volvió a derrumbarse.

Hemos pasado años oscuros. He visto el dolor en sus ojos. El silencio nos dividió. Pensé que iba a morir en más de una ocasión y ella igual. Sin embargo, sobrevivimos. No nos dejamos ridiculizar por cada muro que se imponía entre nosotros. Jamás bajé los brazos porque bajar los brazos hubiese significado perder y nunca habría aceptado perderla a ella. Cuando un hombre ama no importa nada, pues él bien sabe que jamás podrá olvidar que su corazón late acelerado cada vez que escucha su voz. A pesar del llanto y del terrible dolor sé que nunca hubiese sido feliz de no ser por ella.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt