Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 30 de septiembre de 2014

Mi querido santo

Ya estamos con la misma cantinela. ¡Coño, Louis! Deja de hablar de tu hermano o de Claudia. Piensa en el futuro, deja de ser tan cínico y ama algo que no esté muerto.

Lestat de Lioncourt 


La culpa aún la llevo a mis espaldas. Ay no es tan pesada. Sin embargo, los recuerdos a veces nos llevan a una situación desesperada. Puedo recordar aún tus enormes ojos azules antes de caer. El murmullo de tu voz parece llegar a mí en sueños, como si desearas que fuese a tu encuentro y me tumbara a tu lado en aquel oratorio. Creí que nunca te negaría nada. Aposté seguro mis cartas. Jamás permitiría que alguien dijera que no a tus pretensiones, y sin embargo, fue tan fácil negarte aquello que más codiciaba.

Tus visiones, Paul. Aún me pregunto sin son falsas o no. El testimonio de tus santos, de los ángeles y Dios mismo. Paul, ¿podría ser cierto? Sé que ya no puedes escucharme y despejar las dudas existencias, así como las mediocres, de mi alma. Si bien, hablar conmigo mismo en voz alta, mirar hacia el cielo y creer realmente que existe un lugar donde descansas al fin, es beneficioso para mí. Sé que estoy siendo egoísta, pero a la vez quiero liberarme de esa carga.

Eras tan fuerte y frágil a la vez. Tan sólo tenías quince años cuando comenzaste a decir aquello. Creí que era absurdo, una terrible tontería, y te eché a un lado. Tu propio hermano. Yo te eché. Te reprimí. Quise destruir tus hermosas vidrieras, quemar el oratorio que tanto me costó construir y encerrarte en una habitación cualquiera para que me escucharas. No escuchabas a nadie. Creo que sólo querías escuchar las oraciones que murmurabas a todas horas. Ni siquiera descansabas. Y luego él. Tras tantos siglos. Él cae en la misma locura que tú. ¡Por eso quiero saber! Y, sin embargo, no podré.

¿Sabes lo peor de todo, hermano? Que yo debía protegerte. Nunca lo hice realmente. Cuando me percaté de mi amor por ti, un amor retorcido, quise desalentar ese sentimiento pensando que serías sacerdote. Pero, entonces, caí en la cuenta que te irías lejos, que no escucharía de nuevo tu voz como antes y entré en pánico. Deseaba abrazarte, besar tu rostro y prometerte que serías feliz con tu dichoso oratorio. No necesitabas ser sacerdote para ser el santo de todos, el hombre bueno y sabio que estabas empezando a ser. Te quería para mí. Codiciaba tu compañía. Madre no comprendía mi imperiosa necesidad. Nuestra hermana simplemente se hizo a un lado. Y yo me estaba volviendo loco.

Tu amor a Dios había llegado demasiado lejos, del mismo modo que mi amor por ti. Tenía casi diez años más que tú, me apoyaba en ti cuando eras tú quien debía apoyarse en mí. Pero creo que era porque lo sabías. Cuando te miraba con estos estúpidos ojos verdes, cuando me iba detrás tuya con mi lánguida figura buscando tus brazos fuertes, quizás me delataba. ¿Qué pasó? ¿Qué ocurrió? Aún no sé que sucedió realmente. ¿Yo te tiré por las escaleras o simplemente tropezaste? Ya no sé que creer. A pesar de los siglos no lo sé. Nunca lo sabré.


El vino ya no tiene sabor, Paul. El sol hace mucho que se ha convertido en un desconocido. Soy lo que tú llamarías demonio. La sangre me sienta muy bien. No tengo escrúpulos en matar a sangre fría, inocentes o culpables, para seguir viviendo. Dreno los corazones más tiernos y aquellos que ya son oscuros. Sin embargo, tu recuerdo y el de Claudia me hacen llorar. Si hay algo humano en mí, aunque sea mínimo, es vuestro recuerdo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt