Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 25 de octubre de 2014

Amistad

Es una bonita forma de decirme que me quiere... eso creo. ¿No creen que lo es? Lean ustedes mismos la carta de Armand.


Lestat de Lioncourt


Fue duro observar como todo mi mundo se derrumbaba. Aquel cretino, ese maldito idiota, había quebrado mi fe y destrozado aquello que me sostenía. Las columnas de mi reino se convirtieron en cenizas y no quedó nada. Me convertí en un ser errante, sin futuro ni nada en lo que aferrarme. Decidí trazar mi venganza y acabar con su soberbia. Quería aplastar esa fuerza que él poseía, pero no me percaté que yo no era enemigo alguno para la verdad. Una verdad que te arrasa y secuestra el alma.

Me vi encadenado a su verdad. El misterio de su voz se alzaba por encima de cualquier otra. Recordaba cada palabra como si se hubiese escrito con fuego. Me abrasaba la idea de conocer los infiernos en pleno paraíso parisino. Los cafés, las mujeres con sus pelucas empolvadas, el perfume que salía de sus escotes, el ruido de los carruajes, las risas joviales de los borrachos, el murmullo de los poetas, el último grito de un alma condenada al fracaso, la música que estaba en todas partes, el lento transcurrir de unos pasos cansados y todo, absolutamente todo, lo que era París me envenenaba el alma. Recordaba Venecia, con aquellos canales de agua estancada y las casas casi hundidas en el mar. Las luces, las sombras, las máscaras, el olor de la pintura al temple, las fiestas, el sabor del vino, el placer de la carne y el bocado apetitoso de un dulce en medio de una sobremesa. Era un sentimiento de abandono que me arrancaba el alma a pedazos. Sólo quedaba la silueta de aquello que fui. Una silueta emborronada que recordaba lo que fui, y lo que nunca volvería a ser.

Siempre llevaría conmigo un hueco en mi pecho que nadie lograría calmar. Un hueco que se convertiría en un pozo de odio irracional. Busqué mi venganza. Luché por no arder en el infierno inapropiado de las llamas de mi propia hoguera. Ataqué en los puntos más débiles de su alma en cuanto pude. Su ego y su amor. Toqué las cuerdas del arco del violín y aplasté su pasado. Sin embargo, él era distinto. No estaba a atado a leyes o razones. Su corazón era demasiado fuerte. Esa fortaleza provocó que lo amara aún más. Mis deseos se volvieron turbios. Mi dolor se intensificó.


Sé que de algún modo me ama. Puedo ver en sus ojos la diversidad de sus sentimientos. Del mismo modo que yo me he entregado rendido al deseo de ser parte de su vida. Quizás ese es nuestro único fin. Es eso lo que nos ata y arrastra. Un amor que se fortalece con el paso del tiempo, que se guarda en silencio, y se alza con una camaradería extraña. Insisto que me sigue molestando su actitud, pero hemos llegado al acuerdo de comprendernos con tan sólo echarnos un vistazo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt