Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 31 de octubre de 2014

Ella

Bueno, Michael Curry no siempre es un buen hombre. A veces saca este lado erótico... 

Lestat de Lioncourt


El mundo moderno carece de la calidez de los viejos tiempos. Antes, era todo más sencillo, aunque innumerablemente más complejo. La calidez del roce de una mano contra otra, una mirada en un café, unas cuantas palabras amontonadas en una nota o simplemente la hermosa sensación de la fragancia de un perfume femenino contra tu ropa se han perdido. Detalles que se consumen como las velas y la vida misma. El paso del tiempo deja las cartas amontonadas, amarillas y olvidadas. No hay seducción ni amor. Todo es demasiado racional, pensado para ser útil y práctico. El amor no es para nada práctico porque nos ciega, inclusive dejándonos mudos.

Me había resignado a ser un hombre con todo en la vida, que sinceramente era feliz, aunque sentía un pesado vacío. Las mujeres me comprendían y se sentían atraídas por mí, mucho más que en mis épocas de juventud. Quizás la madurez, los viejos hábitos o la mirada sincera que proclamaba las atraía. Desconozco el motivo. Sólo sé que a pesar de todo no encontraba a la mujer que me hiciera sentir afortunado, vivo y cómplice.

Ella apareció encendiendo en mí un deseo que no pude sofocar. Era inexplicable. Una mujer tan joven, tan firme en apariencia y tan frágil cuando descubrías su alma, se abrió a mí dejándome entrar en su vida. Jamás pensé que pudiese enamorarme igual que un adolescente, sin embargo, ocurrió.

Desde el primer momento deseé arrancarle la ropa y arrojarla conmigo al infierno. Su piel lechosa, tan suave y cálida, tenía un aspecto ligeramente sobrenatural. Su cabello ondulado y dorado tenía un corte que enmarcaba sus facciones duras, aunque eróticas. Recuerdo que sus mechones rozaban su mandíbula, dejando despejado su cuello y su pequeño escote. Tenía unos senos turgentes, cuyos pezones podían imaginarse bajo la camisa. Sus largas piernas eran firmes, pisaban con cierto aire masculino, mientras se movía frente a mí. Mi cuerpo pedía la cercanía del suyo, mi alma rogaba por fundirme con la suya y mi mente volaba.

Jamás pensé que podría amar a una mujer mucho más joven que yo. Ella casi era una niña y yo comenzaba a quedar atrás. Muchas mujeres me veían irresistible, pero comenzaba a pensar que eran momentos de debilidad que podían tener ante cualquier hombre. Si bien, ella me demostró que el amor no tiene fronteras. Mi amor se lo ganó con tan sólo unas noches de pasión.

Nunca he dado besos tan apasionados, ni lamido de ese modo el cuerpo de una mujer. Quería recorrer cada milímetro de su cuerpo con mi lengua. Arrastraba mis manos por su cintura como si quisiera abarcar el mundo entero. Mis dedos se hundían en sus tiernas carnes, sus senos se endurecían y mi boca buscaba un lugar nuevo donde acomodarse. Fue terrible dejar de sentir con el tacto de mis manos, debido a mis poderes y los guantes que usaba para evitarlo. Si bien, ahí estaba yo sintiendo cada una de sus curvas a pesar de todo.

Cuando noté mi miembro hundirse en su vagina, tan húmeda como acogedora, mis pensamientos se suicidaron abarcando un éxtasis misericordioso. Sus delicadas manos tiraban de mis cabellos, arañaban mi espalda y me ayudaban a empujar contra ella. Mis piernas no se cansaban, las suyas me rodeaban y pronto quedé recostado en el colchón para ver como cabalgaba. Cada movimiento suyo era delicioso. Sentía un latigazo de placer recorrerme desde los testículos hasta la nuca.

Quería morder sus pezones hasta que le dolieran, para luego lamerlos y besarlos con ternura. Hundía mi rostro bajo el pliegue cálido de sus pechos. Ella rezumaba aroma a sexo y feminidad. Su vagina me rodeaba y su clítoris rozaba mi sexo. Toda ella era un ángel cayendo precipitadamente al edén del pecado. La penetraba sin consideración. Me movía con un ritmo fuerte y contundente. Ella gemía y yo la acompañaba.


Aquella primera noche sentí que ambos nos habíamos convertido en un mismo ser. Ya no había marcha atrás. Estábamos condenados a un ritual carnal lleno de alma, pasión y necesidad.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt