Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 19 de octubre de 2014

Piel humana

David nos deja una de sus experiencias. Una muy extraña.

Lestat de Lioncourt



El mundo está lleno de misterios que sobrecogen nuestros corazones y nos hielan la sangre. Nos convertimos en firmes candidatos para las típicas historias de terror. En ocasiones ocurren sin siquiera percatarnos hasta que la fría mano del destino nos atrapa por el cuello, aprieta con fuerza y entierra sus uñas en nuestra frágil piel mientras nos asfixian. No sirven de nada las excusas para valientes o cobardes. El destino aguarda con sus extraños caminos, enrevesados laberintos y complejos acertijos.

Cuando joven escuché muchas historias sobre espíritus perversos. Sólo era un novicio. Había tenido contacto con almas en otro plano, muchas de ellas eran momentos fugaces que ocurrían una y otra vez. Si bien, intentaba ayudarlas a olvidar el dolor y encontrar un camino cierto. Algunos de mis compañeros me rogaron que dejara de implicarme. Me pareció monstruoso ese comentario, pero a la larga me percaté que sólo era un aviso. Algunas entidades malévolas pueden camuflarse de simples espectros o almas en pena.

Llegó hasta a mí un libro polvoriento, ajado por el paso del tiempo, con un forro que parecía estar hecho de la piel de la vejiga de algún animal. Conocía como usaban el pellejo de las cabras, y otros animales, para crear encuadernaciones y pergaminos resistentes. Si bien, no sé como describir lo indescriptible. El olor a polvo era intenso. Pero también olía a musgo y ciertas plantas que no llegué dilucidar cuales serían. Se había conservado maravillosamente a pesar de las precarias condiciones. Poseía más de tres siglos. Era un libro extraño escrito en un idioma que se desconocía y que intenté descifrar usando mi ingenio.

Cierta noche me quedé dormido sobre el volumen. Soñaba con los bosques donde había sido encontrado. La biblioteca estaba tan silenciosa que desperté rápidamente al escuchar unos pasos. Parecían cascos de caballo galopando por algún monte, pero pronto escuché también unas botas y, después, de la nada apareció un hombre de aspecto blanquecino, con los ojos hundidos de color zafiro. Su aspecto era el de un guerrero, pero no sabía señalar de qué periodo o pueblo. En aquel momento sólo era un niño asustado. Un simple muchacho de casi veinte años.

Por segundos pensé que aún soñaba, pero sus manos eran muy reales. Intentaron alcanzar el libro, pero yo rápidamente tomé este entre mis manos y lo pegué contra mi pecho. Debía protegerlo. No había notado aún que era tan sólo una mera presencia. Si bien, al no ver sombra junto a su figura entendí que no era más que un fantasma. Al menos, eso creía.

—No temas—dije—. ¿Buscas algo que te perteneció en el pasado?

El ser no habló. Él tan sólo se echó hacia delante intentando atrapar el libro.

—Puedo ayudarte—susurré en tono quedo—. ¿Entiendes mi idioma?

Estaba asustado, pero a la vez extrañamente excitado. Pocas veces tenía la oportunidad de ver un fenómeno así tan claro. La imagen era nítida, el olor a fango y sangre era penetrante, y podía ver ciertos detalles en su imagen que me hacía sentirlo extrañamente real. Pero aún más asustado quedé cuando logró quitarme el libro, recitó unas palabras en un extraño idioma y la biblioteca comenzó a temblar.

Cientos de libros salieron despedidos de sus estanterías, estas caían hacia delante como si fueran fichas de dominó, el cuadro del director se deslizó de la pared y quedó destrozado. Las luces tintineaban. Algunas bombillas explotaron. Me sentí confuso y asustado. No sabía que hacer. La voz no me salía. Entonces esa cosa me atrapó, tiró de mí y abandonamos ese plano para caer en un mundo mucho más primitivo del que yo creía.

Muchos hombres morían, algunos eran torturados, el ritual se iniciaba con muchachos jóvenes que eran sacrificados. Había olor a fango, musgo, pino y sangre. Las lluvias habían convertido los caminos en un lodazal. Todos caminaban con cierto ritmo. Había a lo lejos un par de caballos. Los muchachos lloraban. Yo lloraba. Todo era extraño. Aquello era el infierno. Quería regresar a mi biblioteca. Debí permitir que el espectro se llevara lo que quisiera sin oponer resistencia u ofrecer mi ayuda.

En cierto momento logré deshacerme de su agarre y caí de espaldas. Cuando me incorporé estaba de nuevo en la biblioteca. Mis zapatos estaban manchados de barro. Aún podía oler a los caballos y sentir esas toscas manos. No me lo había inventado. El libro no estaba.

Expliqué con todo detalle a mis compañeros sobre lo ocurrido. Sobre todo porque la biblioteca parecía destrozada. Durante muchas noches escuché el relinchar de los caballos, el alarido de las víctimas siendo despellejadas. Ya sabía que era la piel de ese libro: piel humana. El pueblo que lo custodiaba jamás tuvo nombre para mí. Quizás eran nómadas. Puede que ni siquiera tuviesen importancia para el mundo en general. Pero aprendí que hay que saber cuando ayudar y cuando ser sólo un mero observador.


Durante años me limité a observar. Me fui a las selvas para encontrar ruinas perdidas y dioses paganos. Me hice sacerdote del candomblé. Quería comprender a las almas torturadas. Me impuse una fe que me condujo a aventuras extrañas. Sufrí malaria y dengue. Padecí ciertos infortunios, varios accidentes de coche y también con armas. Sobreviví. Sin embargo, en ocasiones recordaba esas gigantescas manos. La obsesión seguía. ¿Qué ponía ese libro? ¿Fue sólo una visión? ¿Era real? ¿Pudo ser trasladado de plano? ¿Era el pasado u otro mundo paralelo al nuestro? No lo sé. Aún eso me intriga. Pero sobre todo me inquieta el no saber que había en aquellas frases y la piel humana de su cobertura.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt