Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 4 de octubre de 2014

Una maleta y una discusión

David nos trae la última discusión con Merrick. Creo que todos sabemos que pasó después... ¡En fin! No podemos hacer mucho por él, pero sus recuerdos son sus recuerdos.

Lestat de Lioncourt 


—Deberías escucharme—dijo.

Había entrado en la habitación cerrando tras de sí la puerta. Aún no había soltado siquiera el pomo cuando lo dijo. Tenía sus ojos pardos clavados en aquellos deslumbrantes ojos verdes. No estaba dispuesto a ver como se iba para ayudar a un muchacho perdido en un pantano de New Orleans. Un mal presentimiento se apoderaba de él. Deseaba retenerla. Sus sentimientos le impedían que ella hiciera lo que quisiera.

—¿Por qué?—preguntó girándose hacia él.

La maleta a medio hacer. Tan sólo un par de vestidos, unos libros y la fotografía de su hermana. Nada más.

—Por tu bien—expresó.

—No te pongas paternalista conmigo, por favor—dijo con media sonrisa.

—Antes no te importaba escuchar mis consejos—contestó acercándose a ella, pero una mirada fría le retuvo en mitad de la habitación.

—Antes era una estúpida jovencita enamorada de ti—lanzó entonces el primer reproche justo a su corazón—. Estaba eclipsada—prosiguió—. Ahora soy una adulta con los ojos bien abiertos, David. No tengo que hacer caso a un hombre que ya me la jugó una vez.

—Merrick, lo hice por tu bien—apeló. Quería hablar de forma adulta, pero ella no estaba dispuesta. No quería escucharle.

—No—dijo tajantemente—. Lo hiciste porque eres un cobarde y no puedes evitar serlo.

La conversación se elevaría de tono, como siempre. Discutirían una vez más. Quizás la última vez. David no quería eso, pero es a lo que estaba encaminada esa discusión.

—¡No soy un cobarde!—gritó.

—¿No? ¿Has reflexionado sobre nuestra historia?—su sonrisa suave, que sólo alzaba ligeramente la comisura de sus labios, le demostraba que ella opinaba lo contrario y que nadie, ni mucho menos él, le haría pensar distinto—. Echa la vista atrás, David, quizás te sorprenda.

—¿Por qué hay que vivir en el pasado?—preguntó dando un paso al frente. Quería abrazarla, reteniéndola de algún modo.

—Porque cuando me miras con ese nuevo rostro veo tus viejos ojos—susurró con la voz quebrada, aunque se mantuvo firme—. Sigues siendo el mismo, aunque ahora tu envoltura sea distinta. No has cambiado ni un ápice.

—Sí he cambiado—apretó las manos dejándolas cerradas en dos inútiles puños. Puños que querían golpear el aire para aligerar su dolor e impotencia—. Ahora sé cuanto me importas.

—David, ¿acaso crees que no sé que tenías cientos de amantes? ¿Me crees tan estúpida para no saber que jugabas a ser el rey de corazones?—no le sorprendió que supiera eso, pero aquel tono despectivo y brusco le sacó una carcajada llena de rabia—. Incluso Lestat es más honesto con sus sentimientos que tú.

—¡No vuelvas a hablarme en ese tono y de esa forma!—gritó exasperado.

—David, lo haré cuantas veces desee—dijo girándose para cerrar la maleta, tomarla y dirigirse a la puerta—. Sobre todo si vienes aquí de salvador. Olvídate de mí, pues yo lo estoy haciendo de ti.


Días más tarde se esfumó. Terminó convertida en cenizas y humo. Todo lo que una vez fue se convirtió en nada. Sólo quedaron recuerdos en su corazón. Su alma quedó torturada, esas últimas palabras le cortaron el aliento. Merrick ya no volvería a discutir con él. Ella no regresaría jamás.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt