No sé donde estás. Tan poco sé si
quieres que yo lo sepa. Desconozco tu paradero desde hace demasiado
tiempo. He aprendido a saborear tu ausencia y recordarte sin
reproches. Por aprender, incluso he aprendido a soportar el silencio
de tus tacones, tus palabras mordaces y las miradas insinuantes que
solía atravesarme el alma. No te he podido encontrar. Quiero pensar
que sigues siendo una flor más en el Jardín Salvaje, quizás una
Bella Dona que seduce antes de matar.
Te creé con todo mi amor y respeto.
Soñé contigo tantas veces que ya ni recuerdo. Tus brazos me
rodearon en una cama cargada de pétalos de flores silvestres y
delicadas. Tu cabello pelirrojo derramó la pasión que contenía mi
sangre, convirtiéndose en un río de lava que me abrasaba. Tus ojos,
tan inquietos y seductores, me confundían con respeto y rabia. Puede
que jamás bese unos labios tan carnosos y peligrosos como los tuyos.
Tal vez, a pesar que me duele terriblemente decir esto, no vuelva a
verte.
He tenido tiempo para pensar en
nosotros. Creo que hice mal en no decirte cuanto te amaba. Si bien,
quiero creer que lo sabías. Las mujeres sois intuitivas, y tú mi
brujita, además eras una poderosa hechicera que me leía el alma con
sólo echarme un vistazo. Me reprochaste cientos de veces mi actitud,
pero caí rendido ante ti. Sí, me rendí. Caí como caerían muchos.
Y ni te diste cuenta, ¿verdad?
Daría muchas cosas por estrechar tu
cintura, sentir tus voluptuosos pechos contra mi torso y tu voz
susurrando mi nombre. Sin embargo, quiero creer que el misterio de tu
desaparición es por motivos propios. Han muerto tantos, Mona, y
tantos han sido los que no he podido siquiera reconocer. Nadie me ha
dicho tu nombre entre los desaparecidos. Tarquin, mi hermanito,
tampoco se ha reportado. Necesito saber de ambos y a la vez no quiero
saber nada. Deseo imaginar que estáis recorriendo el mundo con ese
sombrero vaquero que tanto querías, ambos de la mano sintiendo la
eternidad como un suspiro, mientras que yo conduzco otro deportivo
que perteneció a un gran hombre, el hombre que confió en la
eternidad de forma ciega y en la bondad absoluta. Khayman ya no está.
Todo se ha evaporado. Pero los recuerdos persisten. Sí, persisten.
Tú eres uno de mis mejores recuerdos. Fuiste un hallazgo
terriblemente enloquecedor. ¿Nos veremos? Dime que sí, aunque no
sea con palabras. No te buscaré, pero estaré siempre esperándote
para abrazarte.
Te amaré siempre a mi modo, de forma
compleja y extraña.
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario